EL DÍA EN QUE MURIÓ FIDEL Un día cualquiera en el primer - TopicsExpress



          

EL DÍA EN QUE MURIÓ FIDEL Un día cualquiera en el primer cuarto del siglo XXI ¿Ya? ¿Esto es todo? En la memoria de María emergieron una tras otra, como si hubiera hojeado con premura las páginas de un libro, las mil maneras imaginadas del gran cambio. María se acordaría siempre de aquel día, o al menos se dijo a sí misma que debía recordar todos los pormenores porque era un día importante: Fidel había muerto. ¿Cuántos cubanos habían deseado vivir ese instante? Quién sabe. En realidad, el deseo común era que terminara su eterno reinado. Unos lo anhelaron con rabia y desesperación; otros rogaron a santos católicos y a dioses africanos a la vez, prometiéndoles cumplir pesadas penitencias si se les concedía lo tan ansiado. Los que esperaron de forma callada, pensando que aquello simplemente no podía durar, vieron pasar con cansancio los primeros tumultuosos meses y después un año tras otro, hasta cumplir diez, veinte, treinta y más de cuarenta. Las expectativas de que abandonara el poder o fuese derrocado se diluyeron como sal en el agua. Algunos sólo tenían la esperanza de sobrevivirlo y llegar a ver al final de aquella perpetua dinastía. El día que anunciaron su muerte, tan pronosticada por periodistas, especialistas, pitonisas y brujos, todavía nadie lo creía. De esperarla tanto desconfiaban de la veracidad de la noticia; unos cuantos creyeron que era una oculta operación de la Seguridad del Estado para atrapar incautos. ¿Y si el barbudo reaparecía iracundo pronunciando un interminable e incoherente discurso? Sus más fanáticos seguidores confiaron en la resurrección del líder, incluso hasta tres días después de haberse dado a conocer la noticia de su deceso. No pocos cubanos lo lloraron como si hubieran perdido a un padre. La verdad es que no se sabía a ciencia cierta la fecha del fallecimiento y se murmuraba en toda la isla que no se hizo público hasta varios días después, cuando el ejército y las fuerzas policiales ya habían tomado todas las medidas de seguridad para que no se formara el despelote. Temían un tumulto de marca mayor. Después de la muerte del Comandante y de la salida posterior de escena de su sucesor, el gobierno provisional prometió a los ciudadanos que antes de los dieciocho meses convocaría a elecciones. La reacción popular fue unánime: «Ya ese cuento me lo hicieron una vez y la cosa duró casi medio siglo». Al igual que en 1959, la gente esperaba que cualquier día los periódicos proclamaran «¿elecciones para qué?», como el ciclo maldito y cerrado de una historia que se repetía de manera interminable. María no puede evitar una sonrisa al recordar, siendo una niña, como justificaba el que no hubiesen elecciones: una Revolución no se puede hacer en cuatro o cinco años, se necesitan veinte o treinta para terminar los planes que transformarán a esta islita en un paraíso terrenal. Pero ahora, contra toda predicción, a los dieciséis meses y un día anunciaron los comicios. Esa misma tarde María recibió la citación que le quebrantó el alma. Tomado de LA ISLA DE LOS PREGONES, novela de Marlene Moleon
Posted on: Thu, 08 Aug 2013 19:13:48 +0000

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