EL IMPERIO ESPAÑOL Y LAS CULTURAS PRECOLOMBINAS “Es cierto que - TopicsExpress



          

EL IMPERIO ESPAÑOL Y LAS CULTURAS PRECOLOMBINAS “Es cierto que ha llegado a la costa una gente de un tipo que no conozco; había montañas sobre las olas y un cierto número de hombres vino de ellas hacia la costa (…) La piel de esas gentes era muy blanca, mucho más que la nuestra. Todos ellos llevaban largas barbas y pelo hasta las orejas” Crónica Mexicáyotl Debió de ser digna de verse la extrañeza que les causó a indígenas y castellanos su primer contacto en 1492, pero aun así difícilmente pudieron entonces imaginar las consecuencias que traería consigo. A su regreso, los Reyes Católicos pidieron a Colón que tratase a los indios “muy bien y amorosamente”, orden que los conquistadores no se tomaron precisamente al pie de la letra… Casi desde el desembarco inicial abundaron prácticas como la captura de indios para utilizarlos como esclavos, la deportación de africanos a las colonias americanas con el mismo fin, la destrucción del hábitat de los indios e incluso su aniquilamiento en razias de represalia o conquista. Incluso se dieron casos de aquello que simboliza la barbarie como ninguna otra cosa: el canibalismo. Paradójicamente por parte de quienes se enorgullecían de llevar la civilización, como en la expedición a la costa norte de Sudamérica de Juan de la Cosa de 1505, en la que a falta de mejores alimentos no tuvieron mejor idea que capturar a un indio para comérselo hervido. Por otro lado, tal como explica Jared Diamond en Armas, gérmenes y acero, la horizontalidad del continente euroasiático, en contraste con el americano, permitió a lo largo de los siglos compartir entre diferentes regiones —gracias a la similitud de sus climas— una gran variedad de especies vegetales y animales domesticadas. Lo que trajo consigo un mayor desarrollo económico y tecnológico… y también un aumento pavoroso de enfermedades que se transmitían de dichos animales a los humanos y de estos entre sí, debido a los numerosos núcleos de población y vías de comunicación que los conectaban, especialmente en Europa. Esto supuso a lo largo de los siglos un proceso de selección darwinista de los habitantes europeos, más o menos resistentes para finales del siglo XV a unos gérmenes que trasladaron a unos nativos americanos completamente indefensos en ese aspecto. Se estima que en torno al 90% de los indígenas murieron a lo largo del siglo XVI debido a tales enfermedades. Pero no hubo únicamente calamidades. Esto que sigue es parte del extraordinario discurso que Fray Antonio de Montesino dirigió a los colonos que le escucharon estupefactos en la isla de Santo Domingo el 21 de diciembre de 1511: Una reflexión que abrió el camino a un intenso debate en el naciente imperio en torno a cómo debían ser tratados los indios y que culminó con la promulgación de las Leyes de Burgos en 1512 y otras posteriores. Como dice Hugh Thomas en su excelente El Imperio español, “debemos reconocer que este debate fue único en la historia de los imperios, ¿inspiraron Roma, Atenas o Macedonia semejante debate acerca de sus conquistas? ¿Lo inspiraron Francia o Rusia? ¿Hubiese optado la Corona Británica por organizar tan docto debate en Oxford para especular sobre si era jurídicamente justa la guerra contra los ashanti o los afganos? La sola idea resulta risible”. Por su parte, John H. Elliot sostiene una opinión muy similar al respecto: “tanto la convocatoria de la discusión de Valladolid como la legislación que siguió a continuación constituyen un testimonio del compromiso de la corona por garantizar la ‘justicia’ para sus poblaciones de súbditos indígenas, un empeño para el que no es fácil encontrar paralelos por su constancia y vigor en la historia de otros imperios coloniales.” Con todos los logros y horrores de este periodo no hay duda de que se trata de una etapa fascinante y de extraordinario relieve en la historia no solo de España sino del conjunto de la humanidad. Algo que merece ser conocido por todos. A tan ambiciosa tarea se dedica el Museo de América, sin duda uno de los mejores museos que existen en Madrid. Por alargada que sea la sombra del Prado o del Thyssen, su excepcional legado también merece atención. Así que allí nos dirigimos. El Museo de América El entorno en el que se ubica, Moncloa, es uno de los más curiosos de Madrid. Y no solo porque cerca de allí tenga su residencia el hombre que gobierna España y lee el Marca (no sabemos si en ese orden). Junto al intercambiador de metro y autobús vemos a un lado el señorial Cuartel General del Ejército del Aire, un impresionante edificio que suele exhibir algún avión aparcado delante de su fachada. Cerca se sitúa el Arco de la Victoria, construido por el régimen franquista para celebrar su victoria en la Guerra Civil, con una estética de inspiración romana/fascista. Presidiéndolo todo encontramos un extraño mirador con forma de ovni destartalado llamado el Faro de Moncloa, cerrado al poco tiempo de su inauguración por el derrumbamiento de parte de su estructura. Y finalmente llegamos al museo, con forma de monasterio puesto que su objetivo inicial cuando fue construido en el año 1941 era “difundir la gran tarea evangelizadora de España en América”. Allí nos recibió el subdirector del centro, Félix Jiménez, hombre de gran erudición que amablemente nos guió por el recinto. Según nos explica, fue cerrado en el año 1981 y reabierto 13 años después, para conmemorar el 500 aniversario del Descubrimiento aunque con algo de retraso. Eso sí, desde una perspectiva muy distinta a la que lo inauguró. Y es que todo museo tiene una carga ideológica, asegura: “los museos son instituciones que nacen a la sombra de intereses políticos, que buscan mostrar la existencia de un proyecto nacional común y pretenden resaltar su diferenciación respecto a los vecinos. Algo que suele conllevar que el otro es inferior”. Pone como ejemplo de esa función propagandística la compra por parte de la Junta de Castilla y León de una espada Tizona supuestamente de El Cid. Fue considerada falsa por los expertos en el informe solicitado para evaluar su compra… pero a pesar de ello la administración se gastó 1,5 millones de euros en su adquisición. Y ese falseamiento es contra lo que lucha este museo desde su reapertura, nos dice Félix: “abarca una realidad enorme, de una gran complejidad, e intenta salir del apuro de la manera más digna posible”. De tal manera que procura evitar juicios morales (estableciendo por ejemplo una distinción entre “sociedades complejas” y “sociedades igualitarias”, pero sin darles más tributos) y que, de hecho, ha contado con la aprobación de los indígenas americanos que han acudido al museo invitados en diversas ocasiones. Curiosamente a quien no gustó nada fue al cardenal Rouco Varela, con el apoyo de la hace unos años ministra de Cultura Esperanza Aguirre, ya que encontraron inapropiado que objetos vinculados a la religión católica compartieran espacio con los pertenecientes a religiones precolombinas, al considerar que eso las igualaba —siendo solo una de ellas la verdadera— y pidieron que se modificase la distribución de la exposición. Solicitud que no se vio satisfecha porque desde la perspectiva científica que un museo debe tener resulta inasumible, zanja el subdirector. Para mostrar tanto las sociedades precolombinas como la de la América colonial el museo cuenta con una colección de unos 25.000 objetos de etnografía, arqueología y bellas artes, de los que se exhiben aproximadamente un 10%. Lo que la convierte en la mejor colección mundial sobre las culturas americanas, junto al Museo de la Humanidad de Londres y El Museo del Hermitage de San Petersburgo. Tiene piezas de excepcional valor y belleza, siendo su recopilación de figuras de oro única en el mundo. No está organizado como otros por orden cronológico o áreas culturales, sino por cinco grandes temáticas: el conocimiento de América, el continente americano, la sociedad, la religión y la comunicación. Sería imposible mencionar en este artículo todas aquellas piezas que lo merecen, pero destacaría por ejemplo las pinturas de castas. Si bien en la América anglosajona no hay constancia de ningún matrimonio entre colono e india antes de 1676, los reyes Isabel y Fernando dictaron desde el principio que “algunos cristianos se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres cristianas con algunos indios, porque los unos y los otros se comuniquen y enseñen, para ser indoctrinados en las cosas de nuestra Santa Fe Católica”. Una tarea esta, la del mestizaje, a la que los colonos se dedicaron con entusiasmo. El resultado fue que en unas cuantas décadas pasó a ser imposible la distinción clara de las sociedades coloniales entre colonos y nativos, así que comenzaron a pintarse los cuadros de castas, en los que se establecían infinidad de categorías raciales. Por ejemplo un hijo de indio y negra pasaba a ser lobo, de lobo y negra, era chino, de chino e india, cambujo, de cambujo e india, nace tente en el aire y de mulato con tente en el aire, no te entiendo. El museo cuenta con una buena colección de de este tipo de pinturas, siempre representando escenas de la vida cotidiana. También se exponen tiendas de campaña y viviendas de diversas tribus norteamericanas, entre ellas la tribu Kwakiutl (a la que pertenece por ejemplo la enfermera rechoncha de Doctor en Alaska), hay cabezas jibarizadas, armas, maquetas de edificios, ropas, adornos, elementos funerarios, juguetes, herramientas de trabajo o de caza, instrumentos musicales y facsímiles de un sistema de escritura… en definitiva todos y cada uno de los aspectos que conformaban las vidas de incas, aztecas, mayas, caribes, taínos y otras muchas tribus y sociedades que componían la población americana. En conclusión y por si no ha quedado claro, animo al lector que se acerque a visitar este museo. Repito… ¡cabezas jibarizadas! Fuente: Jot Down contemporary culture mag Publicado por Javier Bilbao Fotografía: Guadalupe de la Vallina
Posted on: Sun, 21 Jul 2013 21:33:18 +0000

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