EL SANTO ROSARIO El misterio del rosario se revela descubriendo - TopicsExpress



          

EL SANTO ROSARIO El misterio del rosario se revela descubriendo el misterio de la Santísima Virgen María. Para ello hay que adentrarse en lo más profundo del corazón de Dios. Dios Padre, desde toda la eternidad, seleccionó como tierra fértil para sembrar la semilla de su amado Hijo, a la sencillez y a la humildad. Como todo Rey, para conquistar a su Reina, envió al mejor de sus mensajeros con un saludo cuyas palabras había escogido cuidadosamente. Es así, como antes de la anunciación, María ya había sido predestinada para ser la Madre de Jesús, debido a que desde su concepción, se consideraba la “esclava del Señor”. Por tal virtud, Dios ya había puesto sus ojos en la humildad de su esclava. No es de extrañar que desde el momento de la concepción hasta la ascensión de Jesús a los cielos, la única persona que estuvo presente en todos los momentos importantes de su hijo, fuera la Santísima Madre. Por tanto, como testigo de excepción, María, a través del Rosario, nos lleva a recorrer el camino de Jesús. Tampoco debemos olvidar que el Testamento de Jesús, fue María: “…hijo ahí tienes a tu Madre…”, y Maria nos recibió por hijos y de su mano, nos quiere llevar a recorrer el camino de Jesús, que no es otro que el Santo Rosario, en la meditación cuidadosa de sus misterios. Así como la Santa Madre guardaba en su corazón las palabras misteriosas de su hijo Jesús, de la misma forma quiere revelarlas al nuestro, de una manera ordenada y eficaz pero sencilla: siguiendo la secuencia de los diferentes momentos más relevantes en la vida de su hijo. El Santo Rosario es un resumen prolongado y repetitivo del amor del Padre que contiene la esencia de Jesús. Es Cristo-céntrico de principio a fin, aunque se estructure con secuencias de 10 Ave Marías. Cada misterio se inicia con la invocación de Dios Padre, el anhelo de su reino, y la renovada confianza en su bondad diaria y en el abismo de su misericordia. La repetición sencilla y humilde de Ave Marías, constituye una prolongación de una infinita cadena de amor que se anuda con el Padre Nuestro, y se remata con la invocación de la Santísima Trinidad. En cada uno de los 10 saludos del Angel recordamos los títulos y dones que el mismo Dios reservó a la Santísima Virgen, bendiciéndola de manera excelsa sobre todas las mujeres, pero resaltando que aún más bendito, es el fruto de su vientre, nuestro amado Jesús. Recordamos igualmente, que, en la anunciación, Dios se revela, por vez primera, en su misterio trinitario: Dios padre que ha escogido con predilección a su hija y sierva; el Espíritu Santo, en los lazos esponsorios con la santísima madre y, la concepción inmaculada de Dios Hijo. En esa relación enmarcada sobre el querer de Dios Padre, el actuar del Espíritu Santo, y la plenitud de la gracia para ser el sagrario de Dios hijo, se puede descubrir a María, la Reina del cielo, madre de Jesús y Madre nuestra. Y como Madre nuestra, intercesora ante el Mediador, pues el padre, todo le ha dado al hijo, y el hijo, nada niega a su madre. Por eso, las “flores” que vamos abonando en cada Ave María, se convierten en rosas que nuestra Santa Madre toma a su cuidado, por el agrado y ternura que siente en su corazón, cuando le recordamos cómo el Señor la acompañó hasta colmarla de gracias, elevándola a la maternidad divina. Estas rosas se abrirán a plenitud en el Jardín de Jesús, expandiendo su aroma. La Santísima Madre, nada guarda para sí; la esclava del señor todo lo recibe en nombre de Dios hijo, en su condición de sierva; solamente conserva en su corazón las palabras de Jesús. El Jardín de Rosas por ella cuidado, es el Jardín del Señor. Sí, el Santo Rosario conmueve las entrañas de María y es el deleite de Dios Padre, posando sus ojos en la humildad de su esclava. María recibe las “rosas”, para cuidarlas en el jardín de Jesús. Lo que le entregamos a la Santa madre en cada misterio del Rosario, de manera inmediata, ella lo transmite al fruto bendito de su vientre, Jesús. El hijo lo recibe para ser entregado al padre, de la misma forma. Entonces, cuando saludamos a la madre, acudiendo a las mismas palabras que utilizó el Angel, igualmente glorificamos al hijo, al Espíritu Santo y a Dios Padre. Por tanto, el Santo Rosario es una oración que desarma los corazones de María y de la Santísima Trinidad, debido a la sencillez y humildad que atesora. Jorge Hernán Gil. Humilde servidor de Jesús y de María. Misionero de la Fundación Nuestra Señora del Santo Rosario
Posted on: Wed, 03 Jul 2013 02:01:52 +0000

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