EL SIGNIFICADO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ Milagros Martínez - TopicsExpress



          

EL SIGNIFICADO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ Milagros Martínez Muñoz La lucha final de los españoles criollos contra los españoles peninsulares (1820-1824) fue un hecho eminentemente militar y político, que nada tuvo de contenido económico y social, como no fuera el de afianzar un modo de producción que en el mundo tendía más bien a desaparecer: el feudalismo. Fue ésa una guerra entre facciones de la clase dominante, razón por la cual no tomó en cuenta las reivindicaciones económicas y sociales reclamadas desde siempre por las grandes mayorías oprimidas. Si los peninsulares hubiesen aceptado las demandas de los criollos, o si éstos hubiesen recogido el sentir de la masa campesina, la emancipación política continental incluso se hubiese frustrado o, por lo menos, retardado. Tal la argumentación de Hildebrando Castro Pozo, al escribir: “Fueron, cuál más, cual menos, según los postulados y dogmatismos revolucionarios, las clases pudientes las que se alzaron contra el rey y su burocracia peninsular. Y si éste hubiese hecho suelta, a favor de aquéllas, de parte de la función pública antes de organizarse con las clases medias y los mestizos el ejército libertador, o la revolución hubiese postulado principios de reivindicación económico-social, posiblemente Abascal o Pezuela o La Serna hubiesen gobernado el Perú durante muchos años y los recursos nacionales habrían servido para pretender ahogar la libertad política de Suramérica”. La gesta emancipadora, desligada no sólo de los ideales del líder indígena Túpac Amaru sino también de aquellos que enarbolaron los caudillos mestizos de la revolución de 1814, hasta hoy poco estudiada pese a su singular importancia, fue obra de cenáculos urbanos, donde el liderazgo fue asumido por los conductores de las secretas logias masónicas, involucrando eclesiásticos, abogados y otros intelectuales. En las urbes del interior fue la incipiente burguesía comercial y algunos propietarios de minas y estancias, además de varios distinguidos curacas, los que se plegaron al movimiento, nucleando en su entorno a los miles de indígenas que formaron las valerosas guerrillas y montoneras que dieron realce a esa singular epopeya. Aunque será de rigor mencionar que las guerrillas y montoneras se alinearon tanto con el ejército libertador como con las huestes virreinales. Porque no hubo claridad en el mensaje lanzado hacia la masa campesina y porque ésta fue muchas veces reclutada por la fuerza. Con todo, es de estricta justicia efectuar un deslinde señalando que varios de los líderes patriotas provincianos, a diferencia de la elite de Lima y sus auxiliares extranjeros, pensaron realmente que la independencia traería aparejada la justicia social, Estos patriotas, por desgracia, ofrendaron sus vidas en plena campaña, como sucedió con los coroneles José María Guzmán y Santiago Marcelino Carreño, cuyos nobles ideales serían traicionados por los caudillos vencedores de Ayacucho. EL APORTE PERUANO A LA LIBERTAD DE AMÉRICA Bueno será entonces reivindicar el aporte peruano en la gesta que liberó a todo un continente del yugo colonial, pues ninguna nación como la nuestra puede jactarse de un historial más digno. Aquí se alzaron contra la opresión feudal-colonial líderes como Manco Inka, Juan Santos Atahuallpa y Túpac Amaru, convocando cada quien multitud de pueblos y miles de combatientes. Para doblegar esa heroica lucha la maquinaria virreinal tuvo que movilizar ingentes recursos, logrando, con mucho esfuerzo, ahogar en sangre el ideal de redención libertaria. Nunca fue ello óbice para que resurgiera una y otra vez el sentir del nacionalismo nativo. Y esa ininterrumpida cadena de martirologio habría de proseguir con los Angulo, Melgar, Béjar y Pumacahua, cuyo sublime holocausto, entre 1814 y 1815, antecedió a las campañas que habrían de comandar José de San Martín y Simón Bolívar, ya con miras criollas. Rememorando todo aquello fue que varios historiadores levantaron sus voces para poner fin a la falsa versión de que los peruanos soportaron con indolencia la opresión feudal-colonial, falsa versión que se repitió durante mucho tiempo, silenciándose el aporte peruano en la guerra separatista. Incluso hasta hoy se advierte una injusta desproporción en los textos escolares que se refieren a los sucesos de 1820 a 1824, porque siguen privilegiando el rastro de las llamadas corrientes libertadoras del Norte y del Sur con un olvido casi total de las gestas guerrilleras que en esos años fueron determinantes para la consecución de la victoria final. GUERRILLAS Y MONTONERAS Prueba elocuente de este último aserto la hallamos en la múltiple y heroica contribución que prestaron esos cuerpos irregulares que por doquier aparecieron a la sola noticia del desembarco del ejército libertador. Las guerrillas y montoneras, formadas precisamente en torno a los principales cantones del ejército virreinal, fueron espontáneo fruto del entusiasmo cívico, de la efervescencia patriótica de los peruanos, en especial de los peruanos de las clases desposeídas, a los que luego la república, por paradoja, desposeería de la calidad de ciudadanos. Porque las guerrillas y montoneras patriotas estuvieron integradas fundamentalmente por campesinos y siervos de los latifundios serranos, y por peones y esclavos de las haciendas costeñas. Si surgieron espontáneamente fruto del entusiasmo cívico, fue porque la idea de la libertad estaba ya ampliamente difundida y porque la convicción patriótica se hallaba profundamente enraizada. Si crecieron y destacaron fue porque tuvieron el apoyo de los pueblos, humildes caseríos y aldeas que repetidamente soportaron por ello la represalia de los virreinales. Cierto que las guerrillas y montoneras recibieron el reconocimiento y apoyo de San Martín y Bolívar, pero más cierto aún es que emergieron de las capas pobres del pueblo como brote congénito de patriotismo eminentemente peruano. El nombre de montoneras les fue adjudicado, despreciativamente, por los españoles. Y ello se debió a su modo de embestir y de pelear, su sistema bélico sui generis de ofensiva súbita y sorpresiva. Las guerrillas y montoneras, por lo general, actuaban sin plan previo ni objetivo determinado, como no fuera el de causar el mayor daño posible al enemigo. Así, lo privaban de recursos, dificultaban su marcha, lo hostigaban durante ésta, promovían su deserción, lo fatigaban, lo abrumaban y, en caso de ser posible, lo destruían, para luego reaparecer en orden colectivo. Se comprende que, en consecuencia, dada la finalidad, la ubicuidad múltiple y la aparición súbita de esos núcleos de infatigables combatientes, se convirtieran pronto en el obstáculo principal para la estrategia del ejército virreinal. La sola mención de las guerrillas y montoneras las hizo temibles; y los nombres de sus principales jefes se pronunciaron con espanto en los cantones enemigos. Fueron famosas las hazañas de los comandantes guerrilleros José María Guzmán, Santiago Marcelino Carreño, Cayetano Quirós, Ignacio Quispe Ninavilca, Alejandro Huavique, Casto José Navajas, Juan Evangelista Vivas, entre otros muchos abnegados patriotas. UN HÉROE OLVIDADO Caso paradigmático es el del comandante guerrillero y Coronel de Caballería del Ejército del Perú José María Guzmán representan¬te en esos años de lo mejor de la peruanidad revolucionaria y combatiente. Guzmán fue el heroico jefe guerrillero que enfrentó a los realistas entre 1820 y 1824, en numerosas acciones de armas que como él no aparecen en las páginas de la historia tradicional. Importante, además, porque en tiempos difíciles fue uno de los principales defensores de un nacionalismo peruano, que a veces no fue bien entendido por los aliados colombianos y argentinos. Se le criticó injustamen¬te su temeridad y supuesta ignorancia y hasta se le marginó del ejército a finales de 1823; pero él volvió a ofrecer voluntariamente sus servicios y fue reivindicado por el propio Bolívar, participando en la gesta preparatoria del triunfo de Junín que no alcanzaría a ver, pues fue abatido en la localidad de Huaypacha trece días antes de aquella memorable jornada. Cumplió así su juramento tantas veces repetido de ¡VICTORIA O MUERTE!, dejando a sus compatriotas su legado de conse¬cuencia con los ideales, que pervivirá por siempre. Tanta fue su calidad en aquellos días que Canterac lo invitó a pasarse a las filas realistas, ofreciéndole ascenso militar y otras varias recompensas. Guzmán respondió esa proposición considerándola vil e impropia de ser aceptada por un peruano cuyo único anhelo era la libertad de su patria y la revolución redentora de las mayorías indígenas. Su temprana muerte privó al Perú de un caudillo que de seguro, hubiese estado en contra de la farsa de república que se instauró después de Ayacucho. En los homenajes que año a año se tributa a los luchadores de la independencia nadie recuerda a este héroe; no tiene ni un monumento y los diccionarios de personajes peruanos también lo han olvidado. EPÍLOGO Lástima que tanto patriotismo y tanta sangre tuviera por epílogo la instauración de una farsa de república, donde iba a imperar con más fuerza que nunca la opresión feudal. Es que la carencia de un programa de reivindicación social frustró un cambio revolucionario. Explicando didácticamente el proceso, César Guardia Mayorga compara la Revolución Francesa con la guerra separatista del Perú, y concluye que aquí no hubo la revolución burguesa que hubiese sido primordial para el progreso. A nivel americano, ello sólo ocurriría en los Estados Unidos de Norteamérica, consolidándose recién con la posterior guerra civil entre los Estados del Norte y del Sur. Hubo sí un lenguaje seudorevolucionario, como queriendo legalizar a nivel internacional el proceso, pero en la práctica la implantación del régimen republicano, paradójicamente, determinó fundamentalmente la subsistencia del régimen feudal, como queda dicho.
Posted on: Sat, 27 Jul 2013 05:10:36 +0000

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