EL TEMPLO NUEVO DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE EN BARRIO - TopicsExpress



          

EL TEMPLO NUEVO DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE EN BARRIO ALTO. TARETAN MICHOACÁN. ENTRE LA CONTINUIDAD O LA DESAPARICIÓN DE LA IGLESIA EN EL SIGLO XIX. ¡Madre mía de Guadalupe, que gane la religión, que protestantes tenemos y corrompen la razón! Corrido popular entre las huestes del movimiento religionero en 1875 C. David Morales Arellano. PREÁMBULO HISTÓRICO GENERAL El siglo XIX en la historia mundial, es trascendental para entender esa ruptura y transición que se dio entre el antiguo y nuevo régimen, que insertó de manera contundente, a todas las sociedades del orbe en la entonces consolidada época moderna. Los cambios políticos, económicos y sociales que trajo esta centuria para la humanidad, sin duda penetraron la identidad de los colectivos sociales dotándolos de una renovada pertenencia nacional, en aras de la construcción de las patrias emergentes que se venían construyendo años atrás, y que en América Latina, México y Michoacán, se acentuaron de manera profunda como en la mayoría de las coordenadas geográficas. En esta centuria, particularmente en el año de 1821, nuestro país finalizaba una enconada y larga lucha que después de años de desgaste y derramamiento de sangre entre dos bandos que en un principio eran irreconciliables, al final bajo la coyuntura del movimiento liberal en España encabezado por Rafael del Riego estableciendo nuevamente la constitución de Cádiz en las posesiones americanas y, el consenso sui géneris que derivó esta situación entre los principales jefes insurgentes y realistas, permitió la tan anhelada independencia nacional que se había emprendido a comienzos de siglo con el afán de desprenderse del yugo peninsular, e inaugurar una nueva etapa como pueblo independiente; México inauguraba así este capítulo de su historia el 28 de septiembre del año mencionado con la firma de la declaración de la carta que le otorgaba ese sueño. En este contexto, los primeros pasos de nuestra joven nación se vieron marcados por descontentos populares, luchas de facciones políticas alentadas por las logias masónicas, intervenciones extranjeras, y la medular lucha que caracterizó al siglo XIX entre el proyecto liberal vs conservador, el cual terminó por dar los primeros cimientos a la república en formación, y que posteriormente en la últimas décadas de la centuria; alcanzará la identidad que la distinguirá, y que se reafirmará con la Revolución Mexicana. EL PANORAMA MICHOACANO Con la creación del estado de Michoacán en 1824, y su constitución en 1825, la entidad iniciaría su paso histórico en el México independiente, muchas ocasiones de manera simultánea, otras más de manera paralela. El estado siempre se caracterizó por ser un bastión importante de la resistencia federal y liberal, aunque también contó con importantes personajes del bando conservador y centralista, que junto a los intentos de reconquista, las intervenciones extranjeras, y la lucha facciosa entre liberales vs conservadores, hicieron del campo michoacano, un escenario geográfico que fielmente testificó los vaivenes de un centralismo que nunca pudo consolidarse, y un republicanismo relativamente débil que solo pudo ver su consolidación hacía finales de siglo. En materia económica, Michoacán paulatinamente se fue recuperando del desastre que dejara la guerra independentista, los circuitos mercantiles, de apoco se fueron reconstruyendo, los rubros económicos como la agricultura, la industria textil, la minería, el comercio y sobretodo la hacienda, fueron reactivándose conforme se los fue permitiendo los problemas políticos y sociales originados por la lucha de facciones políticas, y la inestabilidad que esto generaba, aunado a las inversiones extranjeras principalmente británicas, alemanas, holandesas e italianas, que emprendieron negocios en suelo michoacano. En el ámbito sociocultural, la gran mayoría de las costumbres de la colonia, pervivieron durante prácticamente todo el siglo, lo único que diferenciaba a los segmentos sociales eran la cuestión económica y la visión del proyecto político que habría de conducir a la república y en su defecto a la entidad, las artes empezaron a proliferar de apoco, sumando a una nueva generación de hombres y mujeres que empezaban a incursionar en el campo académico y político; el clero mantenía su presencia como una entidad corporativa fuerte y de transcendental incidencia en la vida social y económica; hasta que empezó a recibir los primeros embates bajo la administración de Valentín Gómez Farías; la religión seguía representando ese sustrato fundamental de identidad y cierta cohesión entre la sociedad mexicana y michoacana de entonces, que ante este panorama incierto, caminaba la primera mitad de la centuria de manera independiente y con grandes anhelos de reafirmación y consolidación. TARETAN EN EL SIGLO XIX Y XX Y LA CONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO NUEVO EN BARRIO ALTO. Ante este escenario llega la Revolución de Ayutla, movimiento de corte liberal que representa un parteaguas en la historia del siglo XIX para el país, se quedan atrás los viejos actores políticos y los conflictos de la primera intervención francesa, los pleitos entre federalismo y centralismo y la guerra contra estados unidos, ahora la nueva generación de políticos y actores sociales que han derrotado al santanismo, abrirán un nuevo capítulo en el proceso de construcción de la nación, donde la secularización, la cuestión ideológica y el proyecto político, serán elementos que arrastraran al pueblo a nuevas guerras fratricidas, contiendas y luchas por el poder que desembocaran en la configuración del estado moderno nacional y estatal. La villa de Taretan, localidad que toma la categoría de municipio allá en el año de 1831, es un enclave de transición michoacano entre la capital y la tierra caliente, su importancia económica estriba en la rentabilidad de su hacienda cañera y la agricultura, este pueblo como casi toda la geografía michoacana resintió y fue testigo de los acontecimientos históricos que fueron sellando la identidad de la joven nación mexicana y estado michoacano, vivió enfrentamientos entre federalistas versus centralistas por allá en el año de 1832, la guerra de reforma entre liberales contra conservadores, y sobretodo, la batalla famosa que encabezó María Guadalupe Martínez la “Chinaca” en estas tierras, para derrotar a un grupo de militares imperialistas en el marco de la segunda intervención francesa. Esta demarcación como muchas más vieron desfilar y operar a actores históricos como Santiago Tapia, Manuel García Pueblita, Gordiano Guzmán, Epitacio Huerta y muchos más, en los movimientos y conflictos que caracterizaron a este siglo. Aterrizando finalmente ya en lo que corresponde a la erección del templo nuevo en barrio alto dentro del municipio de Taretan, esto se debe particularmente a toda una serie de factores históricos, entre los principales, la lucha ideológica que el grupo liberal encabezado por Benito Juárez, Melchor Ocampo, Sebastián Lerdo de Tejada y varios más sostuvieron contra la iglesia católica y, sobretodo, la secularización que estos mismos llevaron a casi todos los terrenos de vida pública nacional con las leyes de reforma y la posterior promulgación de la carta de 1857 que inauguraba un nuevo pacto social con la sociedad mexicana, donde la iglesia pasaría a ser parte secundaria de la vida política, económica, social y cultural en el país, lo cual provocaría una serie de enfrentamientos y conflictos de carácter religioso que se prolongarían en varias ocasiones de nuestra historia. La jerarquía eclesiástica nacional y estatal fueron defensoras a ultranza de los privilegios que hasta entonces tenían mediante instituciones como el diezmo, capellanías, y los bienes muebles e inmuebles que tanto órdenes religiosas como prelados y sacerdotes tenían en su posesión, sin embargo la secularización del país benefició a caudillos militares y agiotistas que pelearon tanto en el bando liberal como el conservador, y que fueron los principales favorecidos de las nacionalizaciones y desamortización de los bienes del clero. Ante este panorama la iglesia tuvo que reposicionarse ante los embates del estado liberal y masónico, ya que cuando comprobaron que el último intento de los conservadores aliados suyos en apoyar la segunda intervención imperialista francesa para plasmar sus ambiciones y proyecto político fracasó, no tuvieron otra opción que acudir a métodos reformistas a la par de coyunturas históricas que se fueron acoplando a las necesidades de esta institución para volver a posicionarse como figura importante dentro de la vida social mexicana y michoacana. En Michoacán una vez restaurada la república, y con las leyes de reforma elevadas a rango constitucional, la jerarquía romana representada por Pio IX, la nacional por Pelagio Labastida y Dávalos, y la estatal primero por el ultramontano e intransigente Clemente de Jesús Munguía, y posteriormente Ignacio Árciga, apelaron a una serie de restructuración eclesiástica que le permitiera a la iglesia hacer frente a la nueva configuración del estado, sin duda la creación de la arquidiócesis moreliana en 1863, el de la diócesis zamorana en 1864, la revuelta religionera de 1875 y el ascenso al poder de los tuxtepecanos encabezados por el general Porfirio Díaz en 1878, facilitó al clero recuperar algo de lo que décadas atrás había perdido con el proceso liberal y secularizador. Taretan pasó a formar parte de la Diócesis zamorana, que primeramente fue liderada por el obispo José Antonio de la Peña y Navarro, el cual impulsó varias reformas al clero zamorano, posteriormente en el año de 1878, el presbítero José María Cázares y Martínez, se convierte en la cabeza diocesana durante 30 años en los cuales pasará a ser una figura emblemática de la iglesia michoacana por la acciones que llevó a cabo en su ministerio, y que lo tienen como un parteaguas dentro de la historia de la Diócesis de ese lugar del bajío, centro y sur de la entidad. La hacienda taretense en ese entonces contaba con un apogeo económico y cultural importante debido a la rentabilidad que le generaba su ingenio, administrado en aquel entonces por Cayetano Gómez, y que fue uno de los tantos beneficiarios de la confiscación que se le hizo a los bienes clericales, pero por otro lado Taretan también venía de un terrible incendio que había provocado muertes, destrucción y desánimo entre la población taretense, pero con la ayuda de algunos filántropos, del congreso del estado y la producción de sus recursos naturales y sus trapiches, pronto hicieron que la villa recuperara su esplendor y estabilidad. Es ante estos antecedentes y marco histórico, que se dan las condiciones para el inicio de la construcción del templo nuevo ubicado en barrio alto en la villa taretense a inicios de la década de los ochenta del siglo antepasado, los factores varios, el incendio antes mencionado y que había dejado cimbrada a la población sumado a la destrucción de su iglesia San Ildefonso, las reformas y estrategias que emprendió el clero estatal ante la leyes de reforma y, la libertad de cultos que quitaba al catolicismo, la exclusividad de ser la religión única que representaba la cohesión identitaria de la nación; sumado a la proliferación del protestantismo en varios lugares como fue el caso de Uruapan, todos estos eventos fueron aprovechados por la jerarquía eclesiástica michoacana y zamorana en particular, que a través de sus cabezas Ignacio Árciga en Morelia, y José María Cázares en Zamora, implementaron toda una serie de acciones tanto operativas, espirituales, educativas y reformistas, que les permitió ir reacomodando a la iglesia en el sitio que siempre ha ocupado dentro de la vida del pueblo nacional. Todo esto con la anuencia de la administración porfirista que hábilmente mantuvo buenas relaciones políticas con la iglesia a través del diálogo que sostuvo con el obispo Antonio Labastida y Dávalos, y que en Michoacán los vimos personificado desde el primer mandatario tuxtepecano Ramón N. Chacón hasta el último porfiriano Aristeo Mercado en sus relaciones pacifistas con la iglesia michoacana. Una de las principales acciones que emprendió el clero zamorano para la reevangelización de su jurisdicción ante todos los eventos históricos mencionados, y aprovechando la venia del gobierno estatal de corte porfirista, fue la construcción de iglesias y parroquias; donde el obispo Cázares mediante sus constantes e intensos recorridos por todos los rincones de su competencia diocesana, apoyo y en muchas ocasiones financió la edificación de iglesias en pueblos y villas de su diócesis con la finalidad de solidificar el trabajo de la misma, pero sobretodo, consolidar regionalmente la presencia de la iglesia católica como bastión de la cultura e identidad nacional. A esto obedeció que en los primeros años de 1880, ya con la familia Iturbe como administradora de la hacienda azucarera, se iniciaran los trabajos de la construcción del templo nuevo ubicado en Taretan Michoacán, y es que ante el desánimo y la cosmovisión popular que había dejado el incendio ocurrido en 1868 junto a la destrucción de la iglesia de San Ildefonso, y el entusiasmo del obispo zamorano de reivindicar el catolicismo en sus terrenos ante los embates del liberalismo y el protestantismo, los vecinos de Taretan junto a la anuencia y cierto apoyo económico de la sede zamorana, emprendieron la tarea de edificar una baliza religiosa que obedeciera a las nuevas reformas doctrinarias de la iglesia romana, y que a su vez permitiera a la población llenar el vacío que sentía por los acontecimientos que habían antecedido al comienzo de su construcción. Si bien es cierto que Taretan como comunidad rural carecía en relativa forma de conciencia por todos los acontecimientos históricos que objetiva y subjetivamente propiciaron el inicio de la construcción del templo, no debemos olvidar que el pueblo fue cuna de grandes personajes de la cultura michoacana, además de que la arquitectura historicista de estilo neogótico y neoclásico que se deja ver en la fachada, interior y costados del templo, nos indica claramente los objetivos que perseguía la jerarquía eclesiástica en cuanto a sus metas políticas, sociales y religiosas, a la par de las nuevas corrientes arquitectónicas que penetraron el ambiente del último tercio del siglo XIX; como el neoclásico y neogótico en particular, y que la iglesia aprovechó para redefinir su imagen recuperando valores estéticos, simbólicos y teológicos de su antigua gloria, y renovando su figura a la altura de los tiempos modernos en que ahora le tocaba desempeñarse, sin duda estos estilos indirecta o directamente facilitaron a la iglesia la cristalización relativa de esos objetivos y porque no decirlo, que así como Taretan dentro de la diócesis zamorana a la par de la construcción de otras parroquias pertenecientes a la misma demarcación eclesiástica, fueron ensayos graduales de lo que a la postre sería el proyecto del santuario Guadalupano. Sumado al estilo neogótico y neoclásico impreso en la edificación del templo nuevo en barrio alto; corrientes arquitectónicas del momento que como ya se dijo, durante cuarenta años le permitió a la iglesia reposicionar su simbolismo en el imaginario colectivo de las sociedades, también recurriría a elementos doctrinales y teológicos como la elaboración de encíclicas de corte relativamente “progresista”, como el Rerum Novarum de León XIII que exhortaba a los católicos a incorporarse más de lleno en la vida social y política de sus respectivas realidades, y la entronación de concepciones marianas como la Virgen de Guadalupe ó, la Nazarena como el Sagrado Corazón de Jesús, todo esto encaminado a purificar las doctrinas desviadas del cristianismo y obtener la redención por todas las impurezas en que hubiese incurrido hasta ese momento la iglesia de Dios. Obviamente todo esto tenía un clara finalidad, hacer frente ya no solo a los infieles protestantes, sino también al demonio del socialismo emergente y a los satánicos fomentadores del laicismo. En el templo nuevo de barrio alto, claramente podemos ver que su advocación patronal fue encomendada a la Virgen de Guadalupe, dada la inscripción Mariana que posee en uno de sus muros, y a la veneración especial que el prelado Cázares y Martínez siempre manifestó sobre la Madre de Jesucristo. Ya en la segunda y última fase de la construcción del templo de Nuestra Señora de Guadalupe ubicado en barrio alto al sur del municipio de Taretan Michoacán, ocurrieron varias situaciones de orden político, social y económico que afectaron los posteriores trabajos que se le hicieron al susodicho recinto religioso, entre los que destacan el fallecimiento del obispo Labastida y Dávalos a nivel nacional que alteraron las relaciones entre la iglesia y el estado, las cuales jamás volverían hacer las mismas, y en el orden estatal y regional, las pugnas en el seno del gobierno de la diócesis zamorana entre el obispo Cázares y demás subalternos, como el que protagonizó con su coadjutor José de Jesús Fernández y Rafael Guízar que ocasionaron cambios en los proyectos de la sede, sumado al fallecimiento del mismo prelado en 1909 y la consecuente cancelación del subsidio para la finalización del edificio religioso. Pero sin duda el factor más determinante que acabó por sellar el destino del inmueble neogótico y neoclásico, fue el estallamiento del Movimiento Revolucionario que derrocó al Gobierno dictatorial de Porfirio Díaz, y que trajo consigo un nuevo pacto de dominación para los mexicanos que se encargó de insertar al país en el paradigmático siglo XX. Sin embargo, a pesar de no contar con el apoyo de Zamora, y el conflicto armado en pleno desarrollo en varias partes del país y obviamente en Michoacán, hasta antes y después de la promulgación de la constitución de 1917, la cual por cierto reafirmaba su anticlericalismo, el ánimo en la población taretense no decayó en cuanto a la construcción del templo que nada más no podía ver su culminación, y siguieron con entusiasmo y fervor en aras de concretar ese propósito, todo esto bajo el impulso del recién llegado sacerdote Telésforo Gómez oriundo de Sahuayo, y sumado a la relativa permisividad otorgada por la administración municipal del señor Duarte; pero con la consolidación en el poder del grupo vencedor de la Revolución, los constitucionalistas encabezados por Obregón y Calles, resurgirían añejos rencores con el clero debido al apoyo que este último le había otorgado a Victoriano Huerta, y por la reticencia ultramontana que la misma iglesia realizó al desconocer los postulados emanados de la carta magna de 1917, lo cual ocasionó que nuevamente se recrudecieran las relaciones iglesia estado que tendrían su capítulo final en la guerra cristera, la cual dejó un saldo de muertos y heridos considerable sobretodo en el occidente del país, mermando a esta institución católica hasta cierto punto, pero recuperando su presencia gradualmente en los años posteriores. Todo esto repercutiría en el deseo de ver terminada la obra que años atrás se había comenzado para dar un nuevo espacio de conexión espiritual a los feligreses taretenses, y presencia a la iglesia ante los elementos que ponían en peligro su preeminencia y sus intereses doctrinarios, políticos y sociales entre la sociedad y en particular en las comunidades como es el caso de Taretan. Ante este cuadro histórico, y las coyunturas ulteriores que condicionaron el desarrollo del país, del estado y del pueblo de Taretan en el marco de la posrevolución, y la lucha agrarista que vivió este municipio, junto al ascenso de nuevos actores sociales como los hermanos Ruiz Béjar, Salvador Lemus Fernández, Rafael Vaca Solorio, entre varios más; derivarían en que la inconclusividad del recinto religioso terminara por darse, ya que la falta de recursos y condiciones, a la par de que el antiguo y principal templo del municipio; San Ildefonso, había sido reparado después de los destrozos que le había ocasionado el dantesco incendio de 1868; hicieron finalmente que la culminación de este edifico de rasgos arquitectónicos historicistas neogóticos y neoclásicos ubicado en la colonia barrio alto al sur de Taretan Michoacán, quedara en el olvido y quizás en la utopía, dado que ya no respondía a los intereses centrales por lo que fue iniciada su construcción allá por los primeros años de 1880; dado que también para principios de la década de los treinta del siglo XX en que fue abandonada definitivamente el proceso de su construcción, los intereses del clero estatal y la población taretense en general respondían muy seguramente ya, a otro orden de cosas. EPÍLOGO El siglo XIX definió el perfil identitario de las jóvenes naciones latinoamericanas que venían de procesos independentistas desgastantes y prolongados, fue el caso de México y en específico de Michoacán, en donde la primera parte de la centuria, la inestabilidad provocada por la lucha de facciones y las intervenciones extranjeras marcaron el rumbo de los primeros cincuenta años de vida independiente del país y de la entidad. La segunda mitad del siglo enfrentó más acentuadamente los dos proyectos políticos en donde finalmente a un costo elevado de sangre y una intervención imperialista más, el bando liberal se superpuso sobre las pretensiones conservadoras para sellar definitivamente la identidad política y patriótica de la república, fue precisamente en este marco del último tercio de la centuria en donde a raíz de los embates que había sufrido el clero a partir de la desarticulación de su poderío económico y la influencia que tenía sobre la sociedad que las leyes de reforma, la secularización, y el proceso paulatino de laicización le fue quitando, que la iglesia busca reposicionarse a través de varias estrategias reformistas, las cuales se vieron fortalecidas por las coyunturas que siguieron a la muerte de la generación de aquellos personajes que habían llevado esta transformación de la vida pública del país, y el ascenso de Porfirio Díaz al poder, todo esto, junto a las acciones mismas que tomó la jerarquía eclesiástica en general, le permitieron conseguir algo de lo mucho que les había arrebatado el liberalismo decimonónico. Es en este contexto que el clero michoacano a través de personajes como Clemente de Jesús Munguía, Ignacio Árciga, José Antonio de la Peña y Navarro y sobretodo, José María Cázares y Martínez; que mediante reformas internas de la misma institución eclesiástica, la creación de la Arquidiócesis de Morelia y la Diócesis de Zamora, sumado a una intensa labor de reevangelización y erección de parroquias que la administración porfirista les concedió como símbolo del diálogo y conciliación que hubo entre el mandatario y la iglesia, fue que esta última gradualmente recuperó su papel dentro de la vida social mexicana y michoacana sobretodo, por el peligro que representaba para sus intereses el laicismo fomentado por el liberalismo, el socialismo emergente y la proliferación de varios credos protestantes que la libertad de cultos plasmada en la constitución había generado en tierras nacionales y michoacanas. Es entonces que en los primeros años de 1880, comienza la construcción en el municipio de Taretan Michoacán, bajo el rectorado diocesano de José María Cázares y Martínez, segundo obispo de Zamora, del templo nuevo de Nuestra Señora de Guadalupe ubicado en la colonia barrio alto al sur de mencionada localidad, edificio religioso que desde sus inicios fue proyectado para ser una baliza de características propias de las corrientes arquitectónicas de entonces como lo fueron el neogótico y el neoclásico y de los cuales la iglesia se sirvió para recuperar estilística, estética y teológicamente, su imagen entre el colectivo social y la feligresía en general, la cual venía de testificar importantes luchas y movimientos, además de que experimentaba significativos cambios en varios órdenes de la vida que sin duda alteraron su cosmovisión en torno al papel que ellos mismos desempeñaban como sujetos sociales, el clero tuvo que apelar a varias herramientas que le permitieran reacomodarse a los nuevos desafíos que le impuso la modernidad del estado liberal, y encontró en la erección de parroquias construidas bajo estos estilos arquitectónicos historicistas, algo de las respuestas y objetivos que en ese tiempo buscó. La construcción del templo nuevo en barrio alto en el municipio de Taretan Michoacán, respondió a varios factores históricos del último tercio del siglo XIX; en el ámbito nacional a la tolerancia que encontró en el Porfiriato la iglesia para recuperar su presencia en la sociedad, en el estatal, a que la jerarquía clerical michoacana apeló a varias estrategias y acciones para reevangelizar el extenso territorio episcopal ante los peligros del laicismo, socialismo y protestantismo, y en el local, que Taretan aparte de que venía de un fatal incendio en 1868 que destrozó prácticamente a la villa junto a su templo, pertenecía a la jurisdicción eclesiástica zamorana creada en 1864, la cual encontró en la dirección de su segundo Obispo Cázares y Martínez, a un importante evangelizador y defensor de los intereses de la iglesia y su papel dentro de la vida mexicana y michoacana. La belleza neogótica y neoclásica con que fue imaginado el templo de Nuestra Señora de Guadalupe, la cual fue admirada por el mismo escritor Alfredo Maillefert Vidales; concepción mariana que teológicamente venía a recuperar la grandeza de la iglesia, y a redimir el cristianismo desviado, y neopaganismo liberal; aparte de los motivos que habían originado su construcción tanto social como doctrinal dentro de la diócesis, nunca pudo ver su culminación, debido a que el ánimo de seguir apoyando su construcción por parte de la sede zamorana, desapareció cuando el prelado Cázares y Martínez falleció. Pero aun así los vecinos de Taretan junto al activo sacerdote Telésforo Gómez, siguieron entusiasmados en la terminación del templo, sin embargo, la Revolución Mexicana, el ascenso al poder del grupo constitucionalista, la guerra cristera, la lucha agrarista en la región y en la comarca, la reparación del templo de San Ildefonso y el surgimiento de nuevas necesidades e intereses en el contexto posrevolucionario al interior del municipio taretense, impidieron finalmente la conclusión del templo nuevo de Nuestra Señora de Guadalupe, que en su eclecticismo arquitectónico de carácter neogótico y neoclásico, vemos plasmado gran parte de la historia del último tercio del siglo XIX, y las primeras décadas del siglo XX nacional, estatal y local. NOTA FINAL: La historia no es un hecho aislado e impersonal en ningún rincón del país; acontecimientos, hechos y personajes de primer orden han sucedido en nuestro pueblo mostrándonos que el pasado que ha moldeado el presente, lo gestaron hombres y mujeres de carne y hueso, en terrenos como los que pisamos ahora; en este sentido los vestigios arquitectónicos también poseen una carga simbólica e histórica fundamental para entender la vida pretérita de nuestros antepasados, y reconocernos mejor como lo que somos. El rescate cultural e histórico de hechos, personajes y edificaciones, es fundamental para revalorar la importancia de la historia de los municipios, y sobretodo, entender con mayor profundidad y claridad el sustrato de nuestra identidad y pertenencia. El estudio del llamado templo nuevo en barrio alto de Taretan Michoacán, necesariamente implicó realizar valoraciones religiosas y sociales pero desde la óptica histórica, ya que la construcción de este inmueble respondió como en muchos lugares más donde se levantaros parroquias en esta temporalidad, a ese proceso de redefinición y renovación que la iglesia tuvo que llevar acabo para reposicionarse nuevamente ante los tiempos modernos y la configuración y solidificación del estado liberal, sin embargo, el respeto hacía las creencias de cualquier credo por parte del autor de este texto, están implícitas en el análisis del mismo; porque es a partir de la indagación histórica de las patrias chicas, como se completan los cuadros históricos nacionales, y con esto comprender de mejor manera de dónde venimos, quienes somos, y que es lo que profundamente anhelamos llegar a ser. FUENTES CONSULTADAS: Historia de México. Coordinadora Gisela von Wobeser, México: FCE, SEP, Academia Mexicana de Historia, 2010. Michoacán. Historia breve. Álvaro Ochoa Serrano y Gerardo Sánchez Díaz, 2ª ed, México: FCE-COLMEX, 2011. Historia de la Iglesia Católica en México: 1929-1982. Roberto Blancarte, Colegio Mexiquense, 1992. Los hombres del poder en Michoacán 1924-1962. Verónica Oikión Solano, Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2004. Taretan: tierra de luchadores sociales y poetas. Fabio Alejandro Rosales Coria, Instituto Michoacano de Cultura, 2002. “Catedrales neogóticas y espacialidades del poder de la iglesia en el occidente de México: una visión desde la geografía de la religión”. Martín M. Checa-Artasu, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Las independencias y construcción de estados nacionales: poder, territorialización y socialización, siglos XIX Y XX. (Artículo Electrónico) “Monumentalidad, Símbolo y Arquitectura Neogótica, El Santuario de Guadalupano de Zamora Michoacán”. Martín M. Checa-Artasu, En Revista de Estudios Michoacanos XVI, Colegio de Michoacán, 2011. Obispo José María Cázares. Síntesis biográfica. Dr. Carlos Herrejón Peredo. (Artículo Electrónico) “La prensa religiosa y el Estado liberal en el siglo XIX: La perspectiva michoacana”. Dra. Adriana Pineda Soto. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. (Artículo Electrónico) “Tolerancia de Cultos en Michoacán y la difusión de un protestantismo liberal en el oriente del estado: 1851-1911”. Eduardo N. Mijangos Díaz y Leticia Mendoza García. (Artículo Electrónico) “La Iglesia Católica en la tormenta revolucionaria”. En revista: Relatos e Historias de México, Número 53, Enero 2013. “El Apostolado de la prensa”. Zamora Ignacio García Romero, 1906 “La iglesia católica y la Revolución Mexicana”, 1913-1920. Gabriela Aguirre. (Artículo Electrónico) “El conflicto Iglesia-estado durante la revolución mexicana”. Enrique Canudas Sandoval. (Artículo Electrónico) Hemeroteca Pública de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Archivo Histórico del Poder Ejecutivo del Estado de Michoacán. Archivo Histórico de la Catedral de Morelia Michoacán.
Posted on: Tue, 08 Oct 2013 00:30:12 +0000

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