EL ÁRBOL PODRIDO. Durante la Inquisición, los verdugos quemaban - TopicsExpress



          

EL ÁRBOL PODRIDO. Durante la Inquisición, los verdugos quemaban gente como si se tratara de árboles; no había piedad ni clemencia para nadie que fuera formalmente sentenciado, ya que si no morían durante la tortura, seguramente lo harían en las mazmorras, ahorcados o finalmente quemados. Este fue el caso de Pedro del Campo, un sevillano que vendía telas importadas. El hombre trataba de cumplir sus deberes religiosos, tenía cuidado cuando hablaba con alguien, ya que era muy común que las personas acusaran injustamente a alguien solamente para quitársela de en medio, por ello, Pedro trataba de no tener enemigos. Él tenía ciertas dudas acerca de lo que la iglesia les obligaba a creer, pero siempre callaba. Pedro era muy trabajador y muy hábil para los negocios, en pocos años hizo una fortuna que despertó la codicia de las autoridades del Santo Oficio, quienes empezaron a vigilar sus actos, esperando con decoro el momento en que cometiera algo que pudiera ser castigado. El hombre no conocía todos los motivos que se consideraban herejía, y pronto cayó en las manos de los inquisidores. Se le acusaba de tener una relación fuera del matrimonio, y fue mandado llamar a los tribunales del Santo Oficio. Sabía que debía hacerlo, y que no podía mentir, ya que esto representaba una ofensa aún más grande. También sabía que no podía huir, pues de hacerlo, lo tratarían con mayor crueldad cuando lo detuvieran. Así que prefirió presentarse voluntariamente, pensando que se le daría el trato más benigno por ser su pecado menor, ya que no era brujo ni nada que se le pareciera. Antes de ir a cumplir su sentencia, decidió visitar a su amante; la mujer al verlo supo de inmediato que algo malo ocurría. Él mostrándole el citatorio dijo: -Debes huir lo antes posible. La mujer comenzó a llorar. -No te voy a dejar en estos momentos –afirmó mientras lo abrazaba. -No puedes hacer nada por mi –replicó el hombre –nadie puede escapar de la Santa Inquisición. -Pero algo se podrá hacer dijo ella. -No insistas, solo tienes que huir –insistió Pedro entregándole un sobre-, aquí hay dinero suficiente para que te fugues. Pero debes abandonar España, porque tarde o temprano te encontrarán. -ven conmigo –dijo una vez más la terca mujer. Pero Pedro sabía que nunca iban a poder escapar, así que le dio un beso y se despidió para siempre de ella. Esa misma noche, al llegar a casa, Pedro le confesó a su mujer que había tenido otra relación y que por ello el Santo Oficio lo estaba llamando a declarar. Pero su mujer lejos de reprocharle algo, le aconsejó de buena fe que huyera, aunque fuera con aquella mujer, porque ella solo deseaba que él estuviera a salvo. -No –replicó Pedro-. Te pueden torturar a ti para saber donde estoy. -entonces los niños y yo iremos contigo –aseguró la esposa. -No, ustedes no serán fugitivos de la justicia –concluyó Pedro. Como la cita estaba fijada para el día lunes, pasaron el fin de semana juntos, procurando no pensar en la muerte que tendría su marido. Pedro amó intensamente a su esposa e hijos, y disfrutó de todo aquello que siempre estuvo a su alrededor y el nunca contempló. Sin embargo, por las noches lloraba desconsolado en brazos de su mujer, que lejos de reprocharle algo, lo amaba con mayor intensidad. Ella acariciaba su cabeza y lloraba con él, pidiendo que nunca llegara el día fijado. El día lunes llegó, y Pedro antes de salir de su casa, le pidió a su familia que huyeran de España, que en cuanto el fuera sentenciado ellos debían estar lejos. -Debe haber un lugar donde puedan vivir tranquilos sin el repudio social –dijo Pedro, sabiendo la suerte que corrían las familias de los sentenciados. Ante la mirada desconsolada de su mujer, se fue perdiendo la silueta de su marido, quien a las 9 de la mañana ya estaba frente al Tribunal del Santo Oficio. Los procesados no podían decidir quién los defendería, y Pedro no sería la excepción, por mucha riqueza que tuviera sería tratado como a cualquier otra persona. Además de que estas personas en realidad estaban designadas para persuadir a los acusados, ya que de declararlos inocentes, estos serían juzgados también. El defensor de Pedro le dijo grotescamente: -Antes eras llamado Pedro del Campo, pero por tu impopularidad eres nombrado por todos como árbol podrido del Campo. El acusado se asombró, porque en el citatorio se le acusaba de bigamia, más no de herejía –se les llamaba árbol podrido a los herejes-, pero el defensor no tardó en ponerlo al tanto. -La bigamia es un acto de herejía, incluso más abominable que cualquier otro. Pedro comentó que no sabía nada, fue entonces cuando el hombre le dijo: -¿entonces aceptas tu bigamia, y por tanto aceptas tu culpabilidad? El acusado no tuvo más remedio que aceptar su herejía. Pero como los inquisidores no se conformaban con una confesión tan breve, le pidieron que describiera el tipo de relaciones que tuvo con la otra mujer. Después de un par de horas, el acusado fue trasladado a la prisión. Mientras los inquisidores daban el veredicto. Pero o respetando las reglas inquisitoriales decidieron que la pena sería la tortura. Fue conducido hasta le sala de tortura, y le mostraron todos los instrumentos sin decirle para que servía cada uno. Pedro estaba aterrado, y cuando llegaron hasta donde estaba un verdugo calentando hierros, se desmayó. Con un balde de agua fría, los inquisidores hicieron que volviera en sí. -Has declarado que te gusta la bigamia –dijo uno de los inquisidores-. Confiesa ¿Cómo lo hacías con la otra hereje? Pedro no tuvo más remedio que confesar, mientras los verdugos le introducían un hierro hirviendo por el ano. El prisionero se desmayó, y fue nuevamente rociado con agua fría para que despertara. Pero no pudo soportar más, a la séptima vez que fue penetrado en su parte por el hierro ardiente, Pedro falleció. Al poco tiempo, la inquisición persiguió a Rosa María, pero nunca pudieron dar con ella. Mientras que la familia de Pedro desapareció también, sin importarle los cuantiosos bienes que tenía aquel desdichado hombre.
Posted on: Mon, 30 Sep 2013 00:36:52 +0000

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