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EQUIPAJE El cristiano y sus maletas Somos cristianos, sí, pero… ¿Somos cristianos de tiempo completo? Cuando somos pequeños, muchas veces nuestros padres son los que nos acostumbraban a ir a la iglesia cada semana. Pero luego, cuando somos adolescentes algo muy curioso nos pasa y nos preguntamos: ¿Quién necesita ir a la iglesia si somos el centro del mundo y planeamos vivir para siempre? A partir de entonces, me convertí en un cristiano dos veces al año: sólo asistía a Pascua y a Cabañas. En la primera era testigo de una cena que ni siquiera comprendía del todo y en la otra me emocionaba el adorno de la Iglesia con sus ramas y sus frutos; era algo muy fuera de lo común y me incitaba a ir algunos días. De Pentecostés no conocía nada y simplemente pasaba de largo esa fecha; llegaba tarde a propósito, me sentaba atrás y evitaba hacer contacto visual con cualquier integrante del ministerio, me salía durante las predicaciones, y siempre; pero siempre, llevaba mi equipaje. ¡Qué original equipaje! Unas maletas que me regalaron y que acepté sin dudar. ¿Qué maletas? Mis prejuicios, mis opiniones preconcebidas y toda clase de filtro a través de los cuales yo escuchaba y veía a toda la Iglesia. Estos prejuicios tenían dos importantes funciones: aliviaban la culpa de no ir a la Iglesia más seguido y me ayudaban a ignorar aquello que enseñaban. Solo un poco Con un poco de la inmensurable misericordia de nuestro Señor Jesucristo, la divina voluntad de Jehová y con una fe puesta siempre en el Evangelio se logra.Y es que este equipaje completo se compone de diversas maletas, como por ejemplo: “estás leyes fueron dadas hace tanto tiempo, ya no son relevantes en la modernidad”, “la gente sólo se vuelve santa en las festividades, el resto del año hace lo que les place”, “si aquel hermano o hermana no cumple y no le pasa nada ¿Por qué yo sí debo cumplir?”, “¿Por qué leen tanto?”. Este equipaje fue aumentado, las coleccionaba y hasta las presumía. Y eso, en la juventud, no era difícil. Todo esto creció de tal manera, que después me fue imposible seguir asistiendo a la Iglesia cargando todo esto, ¡Qué pesado y qué problemático! Cada noche terminaba totalmente cansado gracias a esta carga, y fue cuando me di cuenta que todo este equipaje ya no me permitía hacer ninguna otra actividad. Todos estos pensamientos no me conducían a nada bueno, mis razonamientos ya sonaban vacíos, mis juicios se interponían en algo que sabía que siempre había estado buscando: una conexión con Dios. Aquí me encontré con un problema: ¿Cómo librarme de dicho equipaje si desde mi adolescencia había cargado con él? Con un poco de la inmensurable misericordia de nuestro Señor Jesucristo, la divina voluntad de Jehová y con una fe puesta siempre en el Evangelio se logra. No fue fácil, pero fue hermoso. Por primera vez en años, entré a la Iglesia sin ningún equipaje, sólo una cosa: un corazón abierto. Y para mi disfrute, sentí la respuesta inmediata de Dios, palpé la misericordia de Jesucristo y ese sacrificio perfecto con el que me salvó, sentí el amor de habitar con hermanos y hermanas en la fe, mi alma por fin estaba en paz. Y aunque a veces hay personas en el mundo que insisten en colgarme una de estas maletas, cosa que hacen con gran necedad y tan cegados como yo lo fui, ahora me niego rotundamente a cargar siquiera con alguna duda. Y tú, ¿Sigues siendo cristiano a medias? ¿Cuántas maletas llevas cada solemnidad? ¿Al fin te has decidido a ser un cristiano de tiempo completo y entregado sólo a Dios? Reitero con gran gozo que sólo necesitamos de una cosa para allegarnos a la iglesia: un corazón humilde, el resto con paciencia y mansedumbre llegará. ¡Qué pases una hermosa fiesta de Cabañas!
Posted on: Mon, 23 Sep 2013 19:27:47 +0000

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