*EYELESS JESS* Jess era una chica común y corriente. Cabello - TopicsExpress



          

*EYELESS JESS* Jess era una chica común y corriente. Cabello castaño oscuro, altura promedio y tez clara, incluso un poco rosa. En su tierno y simple rostro, resaltaban unos muy preciosos ojos, de tonos amarillentos y verdes: colores únicos de encontrar en una mirada tan pura como la de la chica. Jess cursaba la secundaria como la mayoría de los jóvenes, con algo de dificultad, pero había algo que la distraía de todo ello: la música. Para ser precisos, Jess sentía una exaltada pasión por el violín y cada vez que escuchaba el pacífico sonido de dicho instrumento, el palpitar de su corazón se aceleraba notablemente. Lamentablemente, desde pequeña, Jess tuvo que sufrir de acoso escolar y bullying, provocados por sus compañeras por diferentes motivos: por su sencilla belleza, por aprovechamiento de su timidez o solo por divertirse con el sufrimiento de la indefensa muchacha. Para refugiarse de las matonas, Jess asistía a clases de violín, aunque aun así, su situación no mejoraba. Una oscura noche, en el trayecto que recorría Jess a su casa, ocurrió aquello que marcó su vida drásticamente. Las matonas que siempre la agobiaron, se traían una terrible idea entre manos. Llevaron a un chico de la escuela, conocido por su mente enfermiza y por la morbosidad en su forma de pensar, excedente al de una persona de su edad, para que se encargase de ella. Fue sorprendida por dicho sujeto justo cuando pasaba cerca de un callejón escaso de luz, el cual estaba a tan solo tres cuadras de la casa de la joven. El chico apareció de repente, apegando el cuerpo de la delgada Jess al suyo y arrojándola al piso con extrema violencia. La muchacha quiso gritar, pero su boca fue cubierta por una mano ajena. En inquietantes intentos de huir, Jess pudo identificar al chico: era Ron, un muchacho tres años mayor que ella, conocido por la escuela por su turbio expediente. A pesar de esto, jamás hubiese imaginado que el atentaría contra ella. Su vista comenzó a nublarse por las lágrimas y sus gritos se convirtieron en súplicas de piedad. Ron comenzó a quitarse el cinturón y a bajar sus pantalones, mientras que Jess rogaba entre sollozos por ayuda. Horas más tarde, cuando comenzaba a salir el sol matutino, las abusonas se acercaron sin recelo al callejón y fotografiaron el moribundo cuerpo usurpado de Jess, para luego burlarse de ella. Al despertar, Jess se levantó y dio un par de pasos. A pesar de esto, su cuerpo comenzó a tiritar y cayó al suelo de forma involuntaria. Ron se había ido, no había rastros de él. Al recordarlo, la chica no pudo evitar asquearse, vomitando un poco, sin fuerzas para poder levantarse. A pesar de ello, Jess consiguió ponerse de pie, se arregló un poco y logro llegar a su casa. Cuando entró, vió a su madre con una actitud agobiante. Esta le discrepó la hora de llegada y la juzgó por su destartalada apariencia, concluyendo con la loca idea de que Jess había pasado la noche borracha. La esbelta joven, pálida de angustia y herida por ciertas partes de su cuerpo, solo quería dormir... No comía, no quería asistir a clases, no deseaba hablar con nadie: solo tocaba su violín. Lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas, cayendo definitivamente al compás de las desafinadas notas que emitía con su instrumento desde lo más profundo de su corazón. Creyó escuchar una voz. Se mantuvo en silencio por un rato y contuvo el llanto. -Asesínalos. Jess palpó su oreja con extrañeza. Pensó que tal vez estaba enloqueciendo un poco, pero prefirió aparentar hacer caso omiso a la voz. -Destrózalos. ¿Sera posible? -Arráncales los ojos. Rompe sus huesos. Jess se estremeció. Quiso ahogar esos pensamientos con su violín pero las imágenes y recuerdos de la violación volvían a su cabeza. Comenzó a llorar, cubriéndose la cara con las manos. -Mátalos. La chica se puso a pensar cómo sería si tuviese la oportunidad de matarlos. Pensaba en lo poderosas que se verían sus finas manos salpicadas de la sangre del idiota de Ron y desde ese momento empezó a tener ideas bastante desquiciadas: cosas realmente retorcidas y atemorizantes que jamás nadie ha podido siquiera imaginar. Jess contuvo su respiración, excitada por el deseo de verlos morir a sus pies, suplicando compasión tal como lo hizo ella aquella espantosa noche. -Destrípalos.Toma el cuchillo de la cocina y ve ahora. Jess se dirigió lentamente a la cocina y justo al centro de la habitación, se encontraba un machete carnicero bastante afilado, brillando entre la oscuridad. Era curioso, se hallaba en el piso en posición vertical a ella como si alguien lo hubiese puesto ahí esperando a que lo usara. Jess lo cogió, pasó su dedo por el filo cortándose levemente y sonrió de forma macabra. Se puso una abultada chaqueta morada bastante abrigadora y guardo el machete en su bolsillo interior, pasando inadvertido. Se miró al espejo. Sus ojos estaban rojos por el llanto y se habían formado grandes ojeras. Su pelo, brillante y sedoso le parecía patético. Era liso y precioso, pero Jess sentía que no combinaba con las atrocidades que tenía en mente. Procedió a machetearse las puntas de su delicado cabello, quedado torcidas y sin forma alguna, y creo una chasquilla en su frente, bastante desaliñada y que le cubría sus bellísimos ojos. Ahora sí estaba preparada. Tenía que tomar venganza por sus propios medios. -Asesínalos. Asistió a la escuela aquel día. Toda la escuela se burlaba de ella por las fotos publicadas por las matonas. Pero a Jess parecía no darle importancia. También fue al curso de violín e interpretó un solo que los dejó perplejos a todos. Decir que el maestro llegó a las lágrimas de la emoción es poco. Su aspecto había cambiado y su personalidad la hacía irreconocible. Al terminar la jornada de estudio, Jess siguió a Ron hasta su pobre y precario hogar. Iba tras el sin que el siquiera pudiese percibirla. Su mirada no se despegó de él en ningún momento. Ron se detuvo en plena calle, comenzaba a sentirse observado. Jess sintió que debía actuar cuanto antes: sacó el machete oculto en su abrigo y se acercó a paso sigiloso. Golpeó a Ron en la cabeza con fuerza, lo que lo noqueó por un rato. Desde su cabeza comenzó a brotar algo de sangre al mismo tiempo que Jess empezó a sentirse sedienta. Lo arrastró hasta la oscuridad de un edificio y espero que se despertara. Ron abrió los ojos y vió a Jess detenida en frente de él: -¡Tú, estúpida perra! La joven torció ligeramente su cabeza y con rapidez, mutiló una de las manos de Ron, quien obviamente no se esperaba esa reacción. La sangre comenzó a escurrir a borbotones por el piso, entrando por las grietas del suelo y esparciéndose como un río. La mano de Ron se encontró en un abrir y cerrar de ojos despejada de su cuerpo. El chico gritaba de dolor, mirando su extremidad manca, incrédulo. Trató de huir arrastrándose al no poder levantarse, pero sus intentos fueron en vano. Jess lo miraba sin expresión alguna en su rostro... Sujetó con fuerza el machete y le arrancó de forma sádica la pierna su víctima. Minutos más tarde, Ron yacía muerto por causas evidentes: graves pérdidas de sangre. Jess se sentó junto al cadáver mutilado del sujeto y respiró hondo de cansancio. La voz se hizo presente nuevamente: -Come su corazón. Jess miró a su alrededor sin vacilar. Dudó unos segundos de su cordura y escuchó la voz otra vez: -Come su corazón... La joven asesina cogió el machete asustada, pero a la vez cegada por las órdenes de su supuesto subconsciente. Desgarró con gozo la piel del pecho de Ron y arrancó estrepitosamente los músculos y huesos que rodean al corazón con su arma. Extrajo el corazón y lo sostuvo con sus manos rojas y temblorosas. -Come... Come... Jess le dio una mordida. Ese músculo vital humano le creo a Jess una nueva dieta: rechazando la comida que una persona normal ingiere. Su hambre solo podía ser saciado con órganos y su sed con sangre. Tuvo la necesidad de más, y cuando acabó con el corazón, cogió uno de sus riñones. No podía contenerse en sí. El resto del suceso es realmente crudo e incontable y se ponía aún peor. Una semana después, seis muertes más. Correspondían a los cuerpos de las matonas que acosaban a Jess: todas carecientes de órganos, solo pieles, músculos y huesos rotos. Y de la dulce violinista, no había rastro. Sus conocidos desconocían su paradero y se hallaban totalmente desconsolados. La madre había dado inicio a la búsqueda de su amada hija. Una noche de espesa niebla, Jess vagaba bajo un puente que se encontraba atravesando el río de la ciudad. Desde aquel día que cometió su primer asesinato, no había vuelto a casa y usaba una máscara para no ser reconocida, si es que era vista por alguien. Había cumplido su misión: logró asesinar a sus enemigos y luego devorarlos, tal como la voz lo especificó. Pero... ¿Ahora qué? El estómago de Jess crujió. Tenía hambre y tenía que matar a alguien para comer. No había nadie más con quién vengarse, y hace días que no se alimentaba. Oyó pasos sobre el puente, frenéticos y aturdidos. "Seguramente es un borracho o un vagabundo, a nadie le importará si tomo su vida o no", pensó la asesina. Jess se veía obligada a sacrificar a alguien para salvar su vida. Eran las 3 de la madrugada. Subió el puente y desde lejos le aventó a la figura humana su machete, atinándole justo en la cabeza. Al ver que la difusa silueta entre la neblina cayó de bruces contra el suelo, Jess supo que le había acertado. Corrió hasta su víctima y contempló con la mirada fría lo que había cometido. Su presa era la madre de Jess, quien se había decidido a ir a buscar a su hija por las calles de la ciudad. Tenía clavado el machete de la asesina justo en la frente y su pulso había cesado hace instantes. Jess, al verla, quedó estupefacta. Estalló en lágrimas y comenzó a gritar. Todos sus múltiples asesinatos cruzaron por su mente criminal y macabra: Sus cuerpos, la sangre de sus víctimas, sus rostros envueltos en pánico. Miró a su madre, descontrolada y llena de ira, con esos bien dotados ojos amarillos que tenía y que habían presenciado tantas muertes. Esos malditos ojos... Jess, con sus propias uñas se los arrancó de sus cuencas. No podía soportar ver morir a alguien más. Perdió mucha sangre y su difunto cadáver ciego cayó sobre su madre. Ambos ojos rodaron desde sus manos hacia la carretera. Pero algo extraño sucedió. Su cuerpo sin vida permanecía sobre el puente, pero su presencia seguía ahí, llorando a su madre y sufriendo la pérdida de sus ojos. Cuando Jess se dio cuenta de esto, todo tomó un nuevo rumbo en su existencia: Había muerto, pero aun así se encontraba de pie mirando su cadáver; no tenía ojos, pero de alguna manera podía ver... Y su espíritu desgraciado y moribundo aún tenía sed de sangre humana... **** Sho la amo *^* Iana~
Posted on: Wed, 02 Oct 2013 00:28:09 +0000

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