Eduardo Huaracha Farías “Aquí en las riberas del Lerma - TopicsExpress



          

Eduardo Huaracha Farías “Aquí en las riberas del Lerma onduloso, que corre en un lecho de gala y verdor,un pueblo se eleva: Yurécuaro hermoso, se arrulla entre flores con cantos de amor ……” Así comenzaba El Caballero su participación declamatoria en todas las ocasiones en que le tocaba estar en su terruño, fueran éstas las fiestas del “día ocho” o en las fiestas patrias de septiembre. Él se subía al kiosco al mismo tiempo que toda la muchachada se ponía a dar vueltas, las mujeres hacia un lado y los hombres para el otro. Mientras algún pretendiente, después de aventar varias serpentinas “de las buenas”, que eran de celofán, le lanzaba también a la mujer amada la obligada pregunta: ¿no me corresponde? El Caballero continuaba el extenso poema del ilustre Austacio Zepeda y quizás bajo el embrujo de esas cálidas palabras, muchas mujeres dieron el ¡SI! Iniciando así el origen de muchas familias actuales. Muchos de nosotros también recordamos la risa y sonrisas francas de este personaje que por tanto tiempo dio orgullo a Yurécuaro.Ya lo cita, quien nunca dejará de ser nuestro gran amigo Fidelmar Banda (q.e.p.d.) en su libro: “Pinceladas de un pueblo…”, El Caballero Huaracha nació en 1904 y murió en 1986. Hijo de Francisca Farías y Eduardo Huaracha. Recibió los primeros conocimientos de parte del que fuera un gran maestro Gerardo López Durán en la Escuela Estatal para varones, localizada en lo que hoy es el Mercado Municipal y que en los siglos 18 y 19 correspondía a los terrenos del El Corral del Rey. Siendo muy joven y en parte debido a los tiempos tan violentos que se vivían y en parte por su anhelo de superación, se fue al “norte” y se afincó primero en San Diego. Anduvo en otros lugares hasta que encontró un buen trabajo en la Empacadora Wilson de Los Ángeles. En ese lugar y debido a su porte y complexión física, nadie creía que fuera mexicano; unos decían que era irlandés y algunos otros le decían, medio en broma, que era un espía ruso bolchevique y que se hacía pasar por mexicano de Yurécuaro con tal de disfrazar sus actividades clandestinas. De cualquier forma, en la empacadora llevaba a cabo la tarea de matar las reses y él comentaba posteriormente que “acepté la encomienda porque no me había gustado la forma en que ejecutaban a los pobres animales”; decía que “esos güeros pendejos no le atinan bien y parece que están quebrando piñatas”. Contaba lo que les había dicho en esa ocasión: “cabrones, les voy a soltar un buey de esos en un corral para ver si se animan a darle tantos mazazos al pobre animal”. El Caballero era una buena persona y aceptó el oficio para hacer menos brutal la maniobra.Su apodo se originó en una ocasión en que peleó en Los Ángeles contra George Claire al cual derrotó y dejó muy maltratado a tal grado que no podía recobrar el sentido. Eduardo, ayudado por el referee, depositó a su adversario gentilmente en su banquillo y a partir de entonces, la prensa de Los estados Unidos le empezó a llamar “El Caballero”. Sin embargo, ya cuando nuestro personaje se había retirado de los cuadriláteros les contaba otra versión a sus amigos de Yurécuaro. Decía que en esa pelea, noqueó a Claire y al estar esperando que el referee contara del uno al diez, como debe ser, o sea tardándose solo un segundo cada vez que se baja la mano, veía que dicho referee se tardaba casi tres segundos en cada bajada de mano y además, en una ocasión en que El Caballero se le acercó para decirle en español “bájala más rápido”, el referee le hizo la seña de que se fuera a su esquina y en lugar de continuar en el “cinco” donde ya iba la cuenta, volvió a iniciar desde el “uno” y fue entonces que fue a decirle: “listen, son of a b…” (óyeme, ca… se nos va a morir este cristiano y a mí es al que van a echar al bote). Entonces fue que el referee aceptó que le ayudara a llevar al rival a su esquina donde tardó varios minutos en despertar y ya cuando El Caballero vio que no estaba tan atarantado, entonces por fin pudo respirar tranquilo.El Caballero contaba también que conoció a un peleador chicano que se anunciaba como “Bert Colima” y que en realidad se llamaba Epifanio Romero pero se había cambiado el nombre para que sus padres no estuvieran preocupados al saber que se dedicaba a tan peligrosa profesión.
Posted on: Mon, 15 Jul 2013 03:37:57 +0000

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