“El ANIMERO” UNA COSTUMBRE MOMPOXINA Por: LUIS EDUARDO - TopicsExpress



          

“El ANIMERO” UNA COSTUMBRE MOMPOXINA Por: LUIS EDUARDO CABRALES JIMÉNEZ Todos los lunes del mes de noviembre y el día de Todos los Santos salía El Animero, era una costumbre que se tenía desde hacía mucho tiempo. Su recorrido se iniciaba a las doce de la noche en medio de la oscuridad, ya que para esa época existía una planta eléctrica que se apagaba a las diez de la noche. Vestía de túnica blanca con capirote, llevaba una linterna en la mano izquierda y una cruz en la derecha El primer pregón lo daba en el cementerio y se repetía de esquina en esquina, con voz grave y tonalidad de ultratumba recitaba un estribillo que decía: “¡Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar y María concebida sin pecado original! Hermanos y devotos recemos un Padre Nuestro y un Avemaría por las Benditas Almas del Purgatorio para que descansen en paz”, y tras la pausa de rigor, terminaba con el Dios se los pague, el estribillo era rematado con el sonido de una campanilla. Los pregones causaban mucho miedo en los habitantes del pueblo, quienes le estaba prohibido asomarse por las ventanas de las casas para espiar al personaje, debido a que se creía que el Animero iba acompañado de un desfile de esqueletos portadores de faroles y este le entregaría una canilla de muerto al que se asomara a verlo. Fue una tradición por transferencia de padres a hijos, se inscribían ante el párroco quien le concedía el permiso para actuar, pero debía ser refrendado por el Alcalde. Su última aparición fue 1932, el señor cura concede el permiso para la salida del animero, pero el Alcalde Mayor, Juan Evangelista Peñas no lo refrendó, sino que dictó una Resolución prohibiendo la tradición. La resolución del alcalde cayó mal al párroco quien consideraba que la tradición no perjudicaba a ninguno, por el contrario favorecía a los muertos. Se juzgó conveniente adelantar una encuesta pública por el periódico parroquial solicitando el concepto de los más eminente juristas locales, los abogados León Faciolince, José María Ferreira Castaño, Andrés E. Altamar, Juan José Acuña y Otoniel Escorcia. Se consultó la Constitución, el Concordato, los códigos y demás legislación, concordando que se trataba de una tradición sana, netamente cristiana, pues en el sentir de algunos era una costumbre netamente momposina, de un profundo y grato sabor local. Uno de los encuestados estimará que el alcalde no incurrió en un delito de abuso de autoridad. Otro, que simplemente cometió una descortesía, de pronto un desacierto con el señor cura, pero no hubo delito alguno, puesto que no hay ley ni artículo que le señale el deber de conceder el permiso. Otro conceptuó a favor del alcalde porque desde hacía bastante tiempo se venía observando irregularidades, pues prevaliéndose de su condición de animero se dedicaban a orgías nocturnas pecaminosas convirtiendo la costumbre en simple distracción de “ociosos fanáticos”. De esta manera finiquitó para siempre en Mompox la tradición del Animero. Los últimos animeros fueron Antonio Ponce, su hijo José y un señor de apellido Arrieta quien salio en 1931.
Posted on: Tue, 26 Nov 2013 01:20:52 +0000

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