El Anochecer Cuando aquel viajante llegó al pueblo y se instaló - TopicsExpress



          

El Anochecer Cuando aquel viajante llegó al pueblo y se instaló en la casa abandonada, la Villa de los Milagros Perdidos, volvieron a surgir los rumores en Ntra. Sra. del Castillo. En realidad, los rumores nunca habían cesado, sólo se acallaban de vez en cuando, cada vez que la situación se calmaba por completo durante un tiempo en la Villa. La historia había comenzado quince años atrás. En aquella época la Villa de los Milagros, como entonces se llamaba, estaba habitada por una de las familias de más alcurnia de la zona. En ella vivían D. Pablo de Villalnova, un empresario que había ido ascendiendo poco a poco en la escala social hasta llegar a lo más alto, y su esposa, Milagros, heredera de una gran fortuna. Llevaban un año casados y ella estaba esperando una niña. El día que la pequeña nació se estaba poniendo el sol, y así se le ocurrió a Pablo el nombre de su hija, Anochecer. La niña les colmó de dicha. Era tan bonita que todo el mundo se quedaba mirando sin poder evitarlo sus ojos, auténtico reflejo del cielo en un día claro, su pelo, que era trigo puro, y su boquita, pequeña y rosada que siempre sonreía. Milagros, que era muy supersticiosa, siempre le decía a su marido "A esta niña nos la van a echar mal de ojo". Y él se reía de las tonterías de su mujer. Pero, cuando la niña cumplió cinco años, una desafortunada mañana tropezó al bajar por la enorme escalera de mármol de la casa y cayó rodando llegando hasta el cielo como un ángel (o al menos eso pareció). La desesperación y congoja de los padres por la pérdida de Anochecer fue infinita. Aún no sabían lo que les esperaba. Ntra. Sra. del Castillo siempre había sido un pueblo en el que las apariciones estaban presentes, la Virgen se había aparecido en las ruinas del castillo en varias ocasiones, llegando incluso a originar el cambio del nombre del pueblo. Pero nunca se habían aparecido las almas de los muertos. Se empezaron a oír ruidos extraños en la Villa de los Milagros. Cada anochecer se escuchaban lloros de niño, golpes y berridos. Pablo lo atribuía a los sonidos propios de la gran casa , y a los de los animales del exterior. Milagros estaba aterrorizada. Al oír los llantos cada noche se levantaba por pura costumbre, a ver qué le pasaba a su hija. Una vez de pie, recordaba que Anochecer había muerto y volvía con ojos desorbitados, temblando, a la cama, junto a su marido dormido, y se tapaba fuertemente los oídos con ambas manos. Mas, una noche, no lo pudo soportar más. Se levantó y, medio enloquecida salió de la habitación y se encontró el fantasma de su hija rodeado por una cohorte de almas en pena aterrorizando a la niña. Entonces una de las almas le dijo: - Debéis marcharos en un plazo de tres días y no volver nunca más, o el alma de vuestra hija jamás descansará en paz. Milagros estuvo a punto de perder la razón. Cuando se lo contó a Pablo, él no la creyó, pues pensaba que estaba obsesionada con el recuerdo de la niña muerta. La creyó tres semanas más tarde, cuando la niña se le apareció al volver de beber agua en una noche calurosa. La pareja se marchó de la casa al día siguiente, y no se volvió a saber nada de ellos. La historia era bien conocida por todo el pueblo. Como también era conocido que Anochecer seguía apareciéndose de vez en cuando por la casa, tiraba objetos, gritaba, lloraba... Otras veces, simplemente salía con su túnica pálida, toda ella blanca excepto la larguísima cabellera de trigo que le llegaba casi hasta las rodillas, a pasear por el jardín de la villa. Había renunciado ya a encontrar a sus padres, a ir al cielo o al infierno. Pero ya no era una niña, habría cumplido los veinte de haber seguido viva, y su cuerpo correspondía al de una joven mortal de su edad. Fue por aquel entonces cuando Marcos llegó al pueblo. Marcos, el escritor joven y bien parecido, que viajaba constantemente en busca de inspiración para sus novelas. La gente del pueblo se echó las manos a la cabeza cuando decidió, tras pedir permiso en el ayuntamiento, instalarse por un tiempo en la Villa de los Milagros Perdidos. Le concedieron el permiso, pero le advirtieron que podría ver u oír sucesos extraños. Marcos echándose a reír, dijo que aquello era lo que necesitaba, emociones y nuevas experiencias para escribir un libro. No creyó en lo que le decían, pero es obvio que acabó por creerlo tras su primera noche en la villa. Tras una frugal cena, Marcos cogió sus cuadernos y su pluma y subió a la habitación que previamente se había preparado para dormir. Mientras subía por las escaleras se reía recordando las supersticiones de los pueblerinos del lugar e intentaba dejar un hueco en su mente para que la inspiración se colase por él. Cuando llegó a la habitación, al abrir la puerta le pareció oír el cálido sonido de una voz femenina entonando una lánguida, lenta y casi silenciosa nana. Pero no podía ser...en la casa no había nadie, a no ser que creyese en fantasmas, y no era así. De repente, al dejar los cuadernos y la pluma sobre el tocador, miró al espejo, y vio que los espesos cortinajes se movían, se volvió con lentitud, y pudo ver a la joven más hermosa que sus ojos hasta el momento habían contemplado. Su pelo de oro caía como una cascada de trenzas que ella misma tejía con sus blancas manos mientras le observaba. Toda ella era blanca, su piel, su túnica, sus labios, toda ella excepto el cabello rubio y los azules ojos. Marcos la contempló en silencio sin miedo alguno y ella, mitad sorprendida, mitad halagada le dedicó una bella sonrisa de sus blancos labios tan poco habituados a sonreír. A partir de entonces, cada noche se le apareció a Marcos, a veces mientras cenaba en la enorme cocina, otras veces en el dormitorio o en el jardín, mientras él ultimaba los escasos detalles que le faltaban para concluir el libro que empezó la misma noche que la dama blanca, la eterna virgen, como él la llamaba, se le apareció. El día que Marcos recibió una carta en la que se le daba la enhorabuena por su obra y le aseguraban su próxima publicación, Anochecer dejó de aparecérsele. Él, que le había leído su propia historia desde el primer día en que la vio hasta que concluyó su libro, se sentía esperanzado con la idea de alegrar a su dama blanca con la grata noticia de la publicación de su obra. Mas Anochecer no volvió. Al cabo de muchos años, Marcos se convirtió en un célebre y solitario escritor cuyo corazón quedó junto al de su dama blanca, a quien después de tanto tiempo las gentes del pueblo aseguran haber visto pasear descalza, con su albo hábito, arrugada, blanca y marchita, como la eterna anciana que nunca morirá y que eternamente seguirá amando a Marcos en silencio. By Sadako
Posted on: Thu, 12 Sep 2013 23:41:34 +0000

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