El hombre que se sofoca sentía que el capital exageraba un poco. - TopicsExpress



          

El hombre que se sofoca sentía que el capital exageraba un poco. Recibía todas las mañanas mensajes amenazantes de la policía genética. La enredadera de rosal que se había regalado para su cumpleaños era una creación genética protegida. Estaba prohibido duplicarlo, reproducirlo o difundir su programa de ADN ya sea, precisaban las cartas, con los medios existentes o con los que estuviesen por venir. Por ahora solo eran avisos, pero de todas formas… Una noche, llegando a casa, vio que su correo electrónico parpadeaba. Freetime, una filial europea de Disney, anunciaba la privatización de su calle. Él hubiera querido oponerse, pero ya era demasiado tarde. Las reuniones de los vecinos le aburrían. Por lo tanto los habitantes del barrio y la firma habían convenido la transacción sin él. Seguridad, comodidad y tranquilidad constituían los tres pilares del proyecto. El bar donde solía tomar el vermut después de la siesta iba a ser transformado en un centro de ocio y salud. El acceso a la calle estaría controlado por un sistema digital de códigos y cámaras de vigilancia. Pero no sólo le llegaban coreos de la policía genética y de la sociedad Freetime. Un montón de anuncios se acumulaba en el buzón corriente y en el electrónico. El hombre que se sofoca, padecía, por ello, de sentimientos ambiguos. Gracias a esta correspondencia se sentía menos solo: muchas empresas sabían su nombre y dirección. No se perdían una ocasión para agasajarle con regalos y promociones de las que podía beneficiarse. Pero aún así, no era tan tonto. Ya se daba cuenta de que la propiedad de las empresas invadía cada vez más la suya. Le bastaba repasar su correo para comprobarlo. El número de vales de compra disminuía mientras aumentaban las ofertas de suscripción. Freetime le proponía incluso renunciar a la propiedad de su apartamento a cambio de un acceso ilimitado a los servicios de la empresa: vacaciones, cursillos de todo tipo, clubes de deportes, parques de atracciones, cadenas de televisión, reparto de revistas a domicilio, etc. ¿debía aceptar estos cambios? Si la extensión de los dominios del capital reducía su autonomía ¿había que aceptar también la privatización de la calle y de su enredadera de rosal? En todo caso, ésta era la pregunta que, por aquellos tiempos agitaba la Arquitectura del Mundo Unido. Para detener esta nueva dominación del capital, aparecían resistencias insospechadas. Los campesinos se oponían a la privatización de las semillas, los ociosos luchaban contra la privatización del tiempo, los piratas electrónicos se manifestaban contra la privatización de las redes y las culturas indígenas se insurreccionaban al ver su particularidad genética liquidada en los grandes laboratorios. El hombre que se sofoca dudaba si aliarse a ellos. No podía dejar de pensar en esas dichosas paredes invisibles y blandas de la Arquitectura del Mundo Unido. Sentía que vivía en un guión ya conocido y ya interpretado. Por otra parte también veía que las rebeliones habían cambiado de forma. Eran menos ideológicas que cuando tenía veinte años, menos arrogantes, menos jerárquicas, más desordenadas, más locas y más frágiles también. Balbuceaban. Nunca se pronunciaba la palabra revolución. Se privilegiaba mas el contrapoder que la toma de poder. Eran tiempos de reconquista, más que de conquista. En fin, le gustaba ese carácter, los insurgentes rechazaban a los jefes. “En definitiva, todo está relacionado, pensó el hombre que se sofoca. Mi enredadera de rosas, Freetime, los códigos digitales. El capitalismo se ha pasado de la raya. Pensaba que esto se iba a parar, pero continúa”. Unos días después, se puso en contacto con unos programadores informáticos para lanzar una amplia campaña de parasitismo en el ciberespacio con el fin de frenar el flujo de información. Se puso hombreras y se encadenó a la caseta de la autopista A13, para dar el ejemplo. Era un tanto ridículo, pero valiente de todas formas. Cuando los agentes lograron desencadenarlo, las últimas palabras que se le escucharon, antes de desaparecer en la patrulla, fueron: ”Soy gordo, soy espeso, soy MODERNO”.
Posted on: Tue, 02 Jul 2013 23:44:46 +0000

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