El muchacho epiléptico. La gloria de la transfiguración ejerce su poder frente al mal para mostrar la grandeza de Dios que está en Jesús, una grandeza que no humilla sino que libera. El evangelio destaca el contraste entre la gloria del Hijo, que se acaba de manifestar en el monte de la transfiguración, y la miseria de la gente donde to davía domina el mal. Privada de su presencia salvadora, la humanidad es incapaz de luchar contra el mal. Incluso la comunidad cristiana, simbolizada en sus discípulos, sin su ayuda, se muestra impotente. La revelación que Jesús ha hecho a sus discípulos tiene que esperar hasta la resurrección. El debe proseguir el combate contra los males que atenazan a los hombres. De nuevo, como en otros casos del evangelio de Lucas (Lc 7,12; 8,42). se trata de un hijo único al que han intentado curar los discípulos, pero no han podido. La descripción de los síntomas de la enfermedad que hace el padre a Jesús (Lc 9,39) nos hace pensar en un caso de epilepsia, que en la antigüedad se llamaba la «enfermedad sagrada». Pero no es tanto el aspecto clínico del caso lo que llama la atención (recordemos que en aquella época la distinción entre enfermedad física o espiritual era inexistente), como la desesperación del padre que, frente a la impotencia de los discípulos, se dirige a Jesús como Maestro. Las duras palabras de Jesús (Lec,41) evocan expresiones similares del Antiguo Tes tamento que nos hablan del reproche que Dios hace a la incredulidad del pueblo de Israel (Dt 32,5; Nm 14,27).Aquí resultan enigmáticas, aunque la generalidad de la frase (generación perversa) parece resumir un juicio global sobre la incredulidad de los hombres del tiempo de Jesús, que no saben interpretar sus palabras ni sus signos. Segundo anuncio de la pasión. A pesar de su gloria y grandeza mani festadas en los relatos anteriores, Jesús recuerda a sus discípulos la otra dimensión de su mesianismo. Los discípulos no entienden y Jesús permanece solo frente a su destino doloroso. El texto de Lucas, con respecto al paralelo de Marcos, es mucho más duro con los discípulos.La oscuridad y la falta de comprensión son rasgos añadidos por Lucas que, además, no habla, como hace Marcos, de la resurrección. Sólo después de ésta podrán comprender plenamente los discípulos el significadode su muerte (Lc24,25-27.44-46). Ahora tienen incluso miedo de hacerle preguntas. La muerte de Jesús parece algo absurdo que sólo la resurrección hará com prender como un acontecimiento salvífico. Quizá los discípulos no se atreven a preguntar por las duras conclusiones que para sus vidas se siguieron del primer anuncio de la pasión (Lc 9,23-26).
Posted on: Fri, 05 Jul 2013 11:15:00 +0000