El padre Jaime Kelly lleva 36 años en Venezuela desarrollando su - TopicsExpress



          

El padre Jaime Kelly lleva 36 años en Venezuela desarrollando su carisma para la predicación y sanación. Dejó su natal Irlanda para pisar la Tierra del Sol amada en donde ha desarrollado proyectos que van desde una fundación de orientación espiritual hasta una emisora y productora de televisión para evangelizar. Daniela Romero Nava Los aplausos retumban para bendecir a Dios en el templo María en Pentecostés, en la urbanización San Jacinto, al norte de la capital zuliana. Aunque con el gesto los feligreses intentan glorificar al Todopoderoso, también aprovechan para agradecer la presencia del padre Jaime Kelly en el corazón de la comunidad católica de Maracaibo, la ciudad que lo vio llegar, de Irlanda, hace casi 36 años. Sus ojos, azules como el mar, brillan de gozo y acompañan su sonrisa tímida mientras camina entre su feligresía, con evidente gesto de humildad, hacia el altar. Con cantos de alabanza desata a las almas presentes de los problemas y el trajinar del día a día y los conduce hacia un espacio de conexión profunda hasta sentir que se está ante la presencia del Creador. Hombres, mujeres, jóvenes, ancianos y hasta niños (algunos con los ojos cerrados en señal de meditación y moviendo suavemente la cabeza) cantan “a todo pulmón” mientras otros le siguen con la mirada. La escena eriza la piel. Se dispone a celebrar la santa misa, luego de ofrecer un rosario a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Coromoto, por el bienestar de Venezuela, la tierra que hace más de tres décadas era desconocida para él. “¿Venezuela? ¿Y dónde queda eso, Dios?”, recuerda que exclamó cuando le propusieron venir a servirle a Dios desde la tierra de Bolívar. Nativo de la ciudad turística de Killarney, sobre la orilla noreste del lago Lein y reconocida como la “ciudad mejor mantendida de Irlanda” llegó a Venezuela el 17 de diciembre de 1979, dejando atrás el calor de su hogar, seis hermanos y sus padres, Patricio y Ana, quien ahora de 89 años, reza seis o siete rosarios al día para pedir por la misión de su hijo en este lar. Pese a que dos años antes, al ordenarse sacerdote, quería servir al Santísimo desde Suráfrica, los designios del Padre fueron enviarlo a la tierra llanera. Su vocación, como buen misionero de la congregación Sagrado Corazón de Jesús, lo hizo aceptar la propuesta sin importarle el hecho de no saber decir ni una palabra en español. Hoy habla un idioma casi perfecto y arrastra consigo a millones de fieles gracias al don de sanación por el que es reconocido en Latinoamérica, Norteamérica y países europeos, por donde viaja casi la mitad del año para evangelizar y derramar cura sobre los enfermos. Ser un instrumento de Dios para evangelizar y sanar cuerpos, almas, mentes y corazones le ha valido para gozar del amor, el aprecio y la admiración de la feligresía zuliana, la más orgullosa de todas sus feligresías por tenerlo asentado en Maracaibo, en la iglesia Nuestra Señora de Coromoto (en la urbanización Los Olivos); en la fundación María en Pentecostés; en la clínica San Brendan (de atención y entrega de medicamentos gratuitos a los barrios más precarios); en el Jardín de Belén, donde atiende a niños de la calle con problemas de drogadicción; en la casa del anciano, Carlos Bracho, en la que se brinda alimentación a 80 abuelos cada día; en la emisora radial Lumen 1.309 am “La Buena Noticia”, donde se transmite la Palabra de Dios a gran parte del occidente y el centro venezolano; en el programa televisivo Mar adentro, transmitido en los canales regionales y algunos nacionales y en el espacio Vida en Cristo, ambos producidos por Lumen TV, todos estos proyectos desarrollados por su iniciativa durante sus más de tres décadas en la tierra zuliana. “Lo sentimos nuestro, un irlandés marabino. Es una bendición tenerlo y gozar de su carisma para la oración y la sanación. Apenas con escucharlo revivo un encuentro con Jesús, el médico sin igual. Lo he visto hacer caminar a inválidos”, suelta en voz baja Oraida Sandrea, mientras lo mira levantar sus manos para elevar con amor y fe sus plegarias por el consuelo a las necesidades que han llevado sus fieles al templo. Así, desde el altar, expresa su vocación de servicio y de igual forma lo hace andando en las calles de cada rincón marabino, donde también se le ha visto evangelizando en los sectores de más bajos recursos. “He trabajado en El Mamón, Chino Julio, Bajo Seco y todos esos barrios en los que me impresiona ver la alegría de los niños marabinos. No tienen nada y lo comparten todo, porque nunca están tristes, siempre contentos”, dice el padre Kelly, con su español forzado pero casi perfecto, al destacar una de las características que más valora de los zulianos. El sentido del humor es otro aspecto que no solo admira, sino que comparte con la gente de este terruño. “Por eso me siento saladillero”, exclama entre risas, sin olvidar el día que pisó por primera vez Venezuela. “Sentí un viento de calor al bajarme del avión en Maiquetía. ¡Guao! Me pegó. Al llegar a Maracaibo hubo una confusión de vuelos y nadie me estaba esperando. Menos mal que venía un señor que medio hablaba inglés y me llevó a la iglesia en Los Olivos —recuerda como el primer día—. ¡Ya a las 24 horas me estaban jugando una broma! ¿Tú has visto? Me llevaron al barrio Francisco de Miranda, ahí no había iglesia y estábamos limpiando el terreno para construirla. Me dieron una pala para limpiar. Luego un padre me llevó a una bodega y me dio un refresco y me dijo: ‘Toma, una banana’. Y yo pariendo, tratando de pelarla mientras él me tomaba fotos. ¡Era un plátano verde!”, cuenta entre risas. “Peleando con el idioma”, como él mismo dice, no solo aprendió a entender las necesidades de su feligresía, sino también a dar consuelo. “Aunque al principio costaba mucho —dice y se ruboriza— A los dos días de haber llegado, como no hablaba nada español me enviaron al confesionario para dar la absolución. La primera persona era un hombre y me dijo: ‘Padre, soy un mujeriego’. ¡Yo me asusté! Me levanté y me asomé del otro lado de la silla y le dije: ¡Nooo! ¡Tú no eres mujer! (risas). Él repetía: ‘No padre, mujeriego, mujeriego’. No le entendía. No me quedó de otra que darle la absolución por si acaso”, rememora antes de una inevitable carcajada y agrega: “Aprendí a hablar español viendo telenovelas todas las tardes, La esclava Isaura, por ejemplo. Así también entendí la cultura. Después era muy chistoso ver cómo la gente practicaba su inglés conmigo también”. Y es que tener buen humor es una de las normas de la constitución de un misionero. Tratando de dibujar con palabras parte del sentido sacerdotal, explica: “Eso es parte del espíritu de familia que debemos tener. Por eso, para ser sacerdote hay que tener un buen sentido del humor. Muchas veces se tiene la idea de que un sacerdote es alguien serio e imponente. No debe ser así. Los sacerdotes debemos de tener espíritu de familia. Debemos escuchar. Mi lema es ‘Hay que escuchar antes de predicar’. En mi atención a los enfermos, más que nada, el 90% de la ayuda a la persona obedece a escuchar, dejar a la persona desahogarse. Y después el Señor me da una palabra para sanar”. A su juicio, esa es la mejor manera de sembrar a Cristo en los corazones. “Ya el Papa Francisco está dando el ejemplo”, responde ante la pregunta de cuál es el principal reto de la Iglesia católica. “Él dice: ‘Yo voy a ser testigo del Señor’. Ya ha salido en la prensa ‘El Papa llama a la gente’. Está llegando como Cristo, tocando el corazón, tocando a la feligresía. Llegando al pueblo. No está pensando en tanto problemas de sacerdotes, ni aislándose... Trata de ser una persona más”. Ante la idea de persuadir a los ateos sostiene que “se convence con obras, no con teoría”. “Para aquellos que se preguntan dónde está Dios ante situaciones de desgracia, matanzas, terremotos, abortos, etcétera, qué mejor que hacerles ver las obras de la Madre Teresa de Calcuta, el Papa Juan Pablo II, el doctor José Gregorio Hernández. ¿Acaso no estaba Dios en sus corazones?”. Ahora impone las manos sobre la cabeza de una mujer que llora desconsoladamente delante de él. “En el nombre de Jesús, yo te pido que tú le bendigas a través de mis manos, como la oración de San Francisco: Hazme un instrumento de tu paz. Hazme un instrumento de sanación. Que mis manos sean tuyas, mis pies sean tuyos, mi corazón sea tuyo para ver a Cristo, llamar a Cristo, sanar en Cristo a esta hija tuya ”... La mujer va calmando su llanto hasta convertirlo en sollozo. Lo mira y le regala una sonrisa que él le devuelve también. Así, va levantando a inválidos para hacerlos caminar, va desapareciendo dolencias y regenerando almas y conciencias. Así va sembrando a Cristo en los corazones el padre Jaime Kelly, el sanador de almas.
Posted on: Sun, 15 Sep 2013 12:23:58 +0000

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