El primer servicio de ómnibus Cuando después de la paz de - TopicsExpress



          

El primer servicio de ómnibus Cuando después de la paz de octubre de 1851, la villa de la Unión -la Restauración de Oribe rebautizada- vino a quedar en libre plática con Montevideo, por el cese del estado de guerra, la separación de ambas localidades quedó siempre planteada por lo abominable de aquel camino que las ligaba. Es algo de no creerse ahora, sobre todo mirando las cosas desde el auto y con una calle asfaltada. Era un camino casi nominal, comparándolo con lo razonablemente puede llamarse camino. Es en 1850, cuando hablando de esta vía alguien dice:"aún se halla latente el recuerdo del estado en que hasta hace poco se encontraba el camino desde Montevideo a la Unión". No menos de 15 o 20 pantanos interrumpían el tráfico, siendo necesario salvarlos por estrechos desvíos abiertos en los terrenos particulares. Frente al Cementerio Inglés (hoy en la Av. Rivera), ya se encontraba un pantano que, para ser rellenado más tarde requirió 1320 pies cúbicos de piedra, pedregullo y arena. Y este era el primero pero no por cierto el peor: el que existía en la calle Tacuarembó y la plaza de los Treinta y Tres Orientales -dos cuadras- consumió 4050 pies cúbicos de relleno. A la altura de la Universidad, había otro pantano aunque pequeño. También más allá, por Sierra (hoy Fernández Crespo) lo que se llamaba entonces la Casa Volada, uno nuevo mayor que el anterior. Por lo de Gallinita -calle Municipio- existía otro atolladero formidable que tragó unos 3000 pies cúbicos de relleno. Y siguiendo, los conocidos por el Inglés, de Reyes, un poco más acá de Parque Central, de Peña, de Pedemonte,etc., según la casa que más o menos enfrentaban. Por la antigua casa de Peña y a la altura de Larrañaga, un poco antes del cruce, existía el más extenso y temible de los malos pasos, teatro de continuos "peludos". Para medio arreglarlo, al principio el Gobierno de Berro, tratando de remediar siquiera el camino a la Unión, este pantano de Peña necesitó unos 5000 pies cúbicos de relleno. A las puertas de la Unión, en lo que se llamaba el bajo, encontrábase otra zona barrial. Pues bien, con semejante camino y todo, era preciso resolver el problema de la comunicación barata y regular, pues los vecinos vivían a merced de la voluntad de los "carruajeros" (término de la época) empleados en el tráfico.Cobraban a los dueños de volantas y coches medio patacón por ida y vuelta, precio sujeto siempre a las alteraciones que a ellos se les antojaran hacer. Un grupo de vecinos de la Unión progresistas y adinerados, a cuyo frente estaba el respetable ciudadano Norberto Larravide, encabezó un rápido y eficaz esfuerzo colectivo del que nació en pocos días la "Sociedad de Ómnibus". El 9 de abril de 1853 quedó constituída, en una primera reunión, la nueva entidad con un capital de 4800 patacones que se integrarían mediante 80 acciones de 90 patacones cada una; 4608 pesos moneda nacional, en acciones de 86 pesos. Formóse la primera comisión directiva por los señores Norberto Larravide, presidente; Tomás Fernández, Cesáreo Villegas y Luna, contador; Tomás Basáñez e Isidro Fernández, inspectores, y Miguel Berro, secretario. La comisión, por unánime concurso de los asambleístas, quedó facultada para redactar "el reglamento administrativo de la sociedad, para poner en movimiento los coches, tan pronto estuviera en posesión del capital suficiente y -todavía más- para designar ella misma los suplentes que los reemplazaran en caso de impedimiento." Presumo que al formarse la Sociedad de Ómnibus, debían estar ya en la Aduana, o venir en camino, los dos primeros coches, de fabricación inglesa, y con los cuales debía correr cierto señor Augusto Ritcher, pues de otra manera sería inexplicable que el domingo 24 de abril de 1853, a los 15 días de constituída la sociedad, pudiera inaugurarse el servicio. No hay que decir que todo aquello fue un gran acontecimiento. Los coches tenían capacidad para unas 24 personas, distribuídas adentro y en el imperial, pero cargaban 28 ó 30. Hicieron los dos coches tres viajes redondos en el primer día, movilizando cada uno en total unas 300 personas. El precio del pasaje era de 1 real -10 centésimos-. La carrera se extendía desde la Plaza Independencia hasta la parada de las diligencias de la Unión; a la puerta de una hermosa fonda y posada donde podía tomarse un confortante refrigerio. Hubo ese domingo memorable apretones sin cuento para entrar en los ómnibus y para acomodarse una vez adentro. La empresa pensó en establecer tarjetas de pasaje expedidas con debida antelación, que evitaran accidentes. Como el directorio debido a la calidad de personas que lo componían era plenamente responsable, pudo darse la satisfacción de inaugurar se servicio de ómnibus no sólo antes de estar suscriptas las acciones sino antes incluso de comenzar el cobro de ellas. A crédito se compró el equipo, se instaló la estación y se adquirieron las primeras 84 mulas requeridas para los tiros. El gobierno de Giró, favoreciendo la progresista iniciativa había exonerado los dos primeros coches del pago de derechos aduaneros. Como las cosas marchaban muy bien se encargaron a Francia, a las pocas semanas, tres nuevos ómnibus de construcción moderna, y antes de finalizar el año 1953 estaban aquí los flamantes coches, del modelo de los que circulaban por las calles de París. Estos tres coches, incluídos los fletes, gastos de desembarco y derechos de aduana, importaron 2936 patacones, o sea 2818,56 pesos. Porque esta vez hubo que pagar la mitad del derecho de aduana, después de vencer algunas dificultades, pues el proteccionismo oficial parecía haber llegado a su límite. ¡Tal fue el origen del servicio de "ómnibus" en el país, hace 150 años, en coches con imperial y traccionados por mulas, entre Montevideo y la Unión por un camino criollo, infernal, que contaba dos docenas de pantanos distribuídos en su trayecto! José María Fernández Saldaña Alvaro Kröger
Posted on: Sun, 21 Jul 2013 17:38:57 +0000

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