El puerto cada vez se mostraba más solitario y lejano, sin - TopicsExpress



          

El puerto cada vez se mostraba más solitario y lejano, sin embargo el horizonte persistía con no aproximarse al barco que era capitaneado por el joven corsario. Soles rojos y lunas doradas acompañaron su menester, tormentas funestas y centellas de ira olímpica encandilaban las olas que daban puñetazos a babor y estribor. Largos inviernos y suplicios de primavera encontraron al hombre que se aventura a nuevos mundos sobre su casa flotante. La brisa era su espíritu, y la salitre su razón. No necesitaba más que ello. Una mañana de agosto oyó en la letanía de un acantilado como susurraban desde una dirección disímil cánticos armoniosos. La lírica era tan dulce y acompasada que el adalid sumergió al hombre de mar en las más deliciosas nieblas de la inconsciencia, manifestándose en aquél cierta dicha y compasión consigo mismo. Así, descendió por la popa de su navío lentamente, casi hipnotizado. Sus pies ya rozaban el agua salina, mientras el hombre colgaba casi columpiándose de una escalera acordonada de henequén sujeta por hilados ñudos marineros. Sin ser capaz de reaccionar, el único tripulante de la embarcación dejó caerse al mar, siendo abatido por no tan amenas olas que lo empujaban en un estado de sonambulismo hacia los sonares límbicos de las canteras. Allí se desperezaban tres sirenas de aspecto desagradable e inefable, su piel rocosa no se distinguía de su rebozo. Así, sin más, aguardaron el momento en que el plácido durmiente dejándose arrastrar por el mar, rozo las rocas en las que reposaban y lo devoraron vivo, sin contemplaciones, amenamente, en partes equitativas.
Posted on: Fri, 16 Aug 2013 02:27:10 +0000

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