El sol estaba brillando a través de las colinas, las gotas del - TopicsExpress



          

El sol estaba brillando a través de las colinas, las gotas del rocío se resbalaban de las verdes hojas de los rosales. El viento se mecía entre el césped y los juncos se arqueaban danzando unos con otros. Era una mañana perfecta en el bosque de Erizien, una preciosa mañana de primavera que sus habitantes no podrían olvidar. Más allá de las llanuras y el espesor, en el interior de la ciudad, atravesando aquellos muros cubiertos de musgo, la ciudad no podía reflejar un panorama más desolador. No había una sonrisa entre los aldeanos, ni una gota de ilusión brillaba en los ojos de los niños. La sangre bañaba los adoquines de las calles y los restos desmembrados de los heridos se amontonaban en las esquinas antes de ser quemados. Aunque hubieran sobrevivido al asedio la tristeza inundaba sus corazones. Desde la ventana de la posada, Alyxahendria contemplaba los restos de la ciudad. No pudo evitar abrazarse a sí misma y estremecerse pensando en cuántos hombres habría mutilado ella durante aquellos cuatro días. Cedric seguía acostado recuperándose de su herida, no era grave pero podría infectarse. El panorama desolador conmocionó a la joven nähaní, que no pudo soportar seguir mirando y se escabulló tejado arriba. Desde allí su mirada podía atravesar las murallas de la cuna de la magia. Mas allá del horizonte de piedra y mármol se contemplaban las filas de los doheritas que volvían derrotados a casa. Les esperaba un largo y angosto camino. No sentía lástima por ellos, la invasión había sido totalmente injusta, pero tampoco defendía la conducta eriziana. Pero eran mercenarios y no poseían moral. En ocasiones, cuando terminaba algún encargo, Alyxahendria se preguntaba si hubiera sido mejor haberse quedado en Näahe vendiendo su cuerpo o seguir sin rumbo vendiendo su espada. La respuesta era fácil, ella nunca habría sido una buena prostituta, aunque las sacerdotisas se esmeraron en cuerpo y alma por convertirla en una. Pero su libertad no estaba en venta, le había costado demasiado huir y no había suficientes rubís en el mundo para pagar la sensación que le producía rechazar un trabajo que no quería. El sol había alcanzado la cumbre, iba siendo hora de despertar a Cedric para que éste comiera algo. No quedaba gran cosa, algo de pan duro y un poco de jamón, pero con ello bastaría. Cuando bajó del tejado y entró en la habitación comprobó que Cedric seguía durmiendo. Alyxahendria no pudo evitar quedarse parada observando cómo subía y bajaba su abdomen con cada respiración mientras pensaba: "sigue vivo, sí, sigue vivo". Le había visto abatir a dos doheritas con un solo golpe de su mandoble y después caer al suelo de rodillas cuando un tercero le clavó la punta de su lanza desde un metro y medio de distancia. Ella estaba aguantando con un escudo maltrecho los mazazos incesables de uno de los soldados de Dohren, pero al ver caer a Cedric no hubo más mazazos. Le golpeó en el estómago con el escudo y en la cabeza con la empuñadura de la espada, no era necesario derramar más sangre, y salió disparada para alcanzar al doherita que sostenía la lanza antes de que profundizara más la herida. Nada más llegar tiró el escudo y la espada y sostuvo la lanza desde el otro extremo, aguantando, para que ésta no profundizara más. El doherita seguía presionando, pero Alyxahendria no podía relajarse, o la lanza atravesaría el pulmón de Cedric. No había dudas, él tenía más fuerza, tenía que hacer que soltara la lanza como fuera. Mientras seguía sosteniéndola avanzó hacia la mitad de ésta, donde era más débil, separó las manos y subió la rodilla derecha propinándole un golpe seco y partiendo la lanza en dos. El extremo roto se astilló y el doherita le propinó un golpe en el estómago con la media lanza. Alyxahendria cayó de bruces al suelo y tuvo que rodar sobre sí misma para que éste no la atravesara por la mitad con la lanza astillada. Se incorporó lo más veloz que pudo y echó un vistazo alrededor para encontrar con qué defenderse, viendo así a Cedric en el suelo inmóvil. El doherita volvió a cargar sobre ella, pero esta vez esquivó el golpe proporcionándole la oportunidad perfecta para acercarse a él y desgarrarle el cuello con el cuchillo de jardín que siempre llevaba en el cinturón "por si acaso". La herida no había sido muy profunda, pero había perdido mucha sangre. Así, para cuando ambos habían salido del campo de batalla, Erizien se proclamaba vencedora. Y ahí estaban, unas horas después, descansando. Cedric aun tenía el pelo enmarañado y lleno de sangre, ella no se había curado sus heridas. No sabía cuánto bálsamo iba a precisar Cedric, así que no había gastado ni una pizca en sus heridas. Esperaría a que éste se recuperara para que le dijera cómo prepararlo. Ambos tenían un aspecto horrible, pero al menos estaban vivos.
Posted on: Tue, 27 Aug 2013 04:38:44 +0000

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