El testamento. La institución de la Eucaristía, que también - TopicsExpress



          

El testamento. La institución de la Eucaristía, que también en los otros sinópticos constituye el preludio de la pasión, aparece aquí acompañada de una amplia declaración de Jesús que parece un testamento. Así a los discípulos se les confía la tarea de asumir la responsabilidad de velar por la venida del reino de Dios: «Yo os transmito el Reino»; pero esta tarea sólo puede ser asumida con el espíritu genuino de la autoridad de Jesús, que se distingue de todo ejercicio de poder mundano: el primero entre vosotros «pórtese como el menor», y el propio Jesús (que, aunque no lo diga, es el primero) está «en medio de vosotros como el que sirve». Pedro será el primero según el ministerio, pero sólo podrá ser el que sirve, el que «da firmeza a sus hermanos», cuando Jesús haya pedido por él, que le negará tres veces. Lo que será en verdad el servicio de Jesús, se expresa con palabras del profeta Isaías: «Fue contado con los malhechores», y ahora sus enemigos tienen sobre él «el poder de las tinieblas». En la fuerza y la confianza su pasión no habría sido un sufrimiento completo, por eso Lucas describe de una manera tan realista la angustia del monte de los olivos. Participación. Jesús sufre solo; los discípulos, representados por Pedro, no le acompañan. Los judíos, Pilato y Herodes se comportan como en los otros relatos. Pero únicamente en el relato de Lucas aparece un ángel en el monte de los olivos para animar a Jesús. Sólo puede tratarse de una confortación para mantenerse firme en la extrema debilidad, para soportar lo insoportable: tener que beber el cáliz de la ira de Dios contra el pecado. En el viacrucis lo siguen mujeres que lloran por él, pero Jesús las rechaza aludiendo a la suerte próxima e ineluctable de Jerusalén, que «no ha querido» (Lc 13,34) y por eso queda «abandonada» a su destino. Otra cosa es la acción de Simón de Cirene: aquí se trata de llevar la cruz al menos externamente, pero con las fuerzas de un hombre normal, que ciertamente son muy distintas de las del que ha sido flagelado casi hasta la muerte. Y finalmente otro hombre, uno de los malhechores crucificados con él, se vuelve hacia Jesús para dirigirle una auténtica súplica. Este sabe algo de la participación, está «en el mismo suplicio», pero distingue muy bien entre su sufrimiento, totalmente merecido, y el sufrimiento totalmente distinto «del que no ha faltado en nada». Aquí algo de la gracia divina del sufrimiento de la cruz puede fluir ya hacia un recipiente preparado. Y sigue fluyendo tras la muerte de Jesús: el centurión es tocado por la gracia, e incluso se dice que «toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho».
Posted on: Thu, 21 Nov 2013 20:07:10 +0000

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