El viejo... Estaba en medio de la calle con su espejo de bolsillo entre las manos. Sonreía a los pulsos de su corazón, a sus ideas de viejo y a su bastón. Pantalón café, pero de ese café negro sin azúcar y bien caliente como tanto me gusta, camisa amarillenta de tanto tiempo que ha pasado por sus fibras, como aquellos libros que guardan las mejores historias y un olor de viejo que no sé describir, huele a años cargados a espaldas, a sueños y deseos de joven, huele a amores de calle y uno de casa, huele a tabaquera cubana a plátano y a montaña. Veía sus ojos a través del espejo. Poco reconocía, mucho le hizo pensar que no era él, las arrugas, las manchas de sol, la calvicie y entre su cráneo lizo una que otra cana, su espalda curva y nuevamente, su bastón. El claxon del carro sonó estruendosamente pero su freno no funciono y como si el pie y el viejo se pusieran de acuerdo, tanto el uno como el otro se arrollaron en un frenesí de sueño profundo y ahí acabo la vida del viejo, sin que el espejo se rompiera.
Posted on: Thu, 26 Sep 2013 01:48:39 +0000
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