Electroterapia a la desesperada Pero la batalla del oído la - TopicsExpress



          

Electroterapia a la desesperada Pero la batalla del oído la tenía perdida tres décadas antes de su muerte. En 1797 la Real Academia de San Fernando aceptó la dimisión de su cargo como director de pintura por culpa de la “sordera tan profunda que absolutamente no oye nada, ni aun los mayores ruidos”. En 1798, Goya escribe en una carta a Zapater explicándole que durante un paseo con el ministro Jovellanos tuvo que enseñar a éste a “hablar con la mano”, para comunicarse con él. Pero no hay muchos más datos sobre su dolencia, apenas hacía referencia a ella en sus escritos a amigos. “Para tratar la sordera, se electrizaba el oído durante unos minutos a través de dos electrodos. Uno de ellos se introducía en el conducto auditivo lesionado, que previamente se había llenado con agua salada, y el otro en el oído opuesto o en una zona próxima a la cabeza”, escribe Maurer en el Boletín número 48 del Museo Nacional del Prado. “Tuvo poco efecto por la falta de conocimiento de las causas exactas que provocaban la disfunción y porque no se sabía cómo equilibrar la cantidad de carga eléctrica a las señales acústicas que rodeaban al paciente”, aclara la especialista. En estas fechas, Goya atendía el encargo de la duquesa de Alba y pintaba el famoso retrato en el que aparece con un suntuoso vestido blanco, y que hoy está al cuidado de la Fundación Casa Alba. Es decir, hacía una vida normal, mantenía su actividad incansable y no parecía lamentarse por su sordera. De hecho, Maurer asegura que su pintura no sufre alteraciones tras el fatídico viaje a Andalucía (1793), en el que cae enfermo y queda sordo. Efecto nulo A pesar de todo, Goya debía tener muchas expectativas en los resultados de la estimulación eléctrica (descontrolada), porque el autor de la misiva escribe al científico para que envíe con urgencia el recambio y pone por delante el aval de Carlos IV. El monarca se responsabilizaría, a través de la Real Hacienda, de los gastos causados por el arreglo de la máquina eléctrica. Mandó instalarla en el Real Laboratorio de Química para ponerla a disposición del que la pudiera necesitar. La especialista asegura que se desconoce el efecto exacto que produjo el tratamiento en la sordera de Goya, aunque las referencias posteriores demuestran que todo seguía mal en el tímpano del genio. “Él era muy soberano y seguro de sí mismo, no se dejó alterar por la enfermedad, y este documento es importante porque muestra esa seguridad y su interés por la ciencia. Era un hombre interesado en las novedades y aceptó a los médicos que le recomendaron la electroterapia”, reconoce Gudrun Maurer a El Confidencial, para quien la presencia de la máquina en la España de la Ilustración es un aviso importante porque era un invento reciente y caro. La estimulación eléctrica es un detalle pequeño en la vida del pintor, un instante pasajero, un suspiro que habla de la fe inquebrantable a pesar de la agresividad del tratamiento, y, quién sabe, quizá una pieza nimia de un puzle gigante llamado Goya, que ni usted ni el que escribe esta nota llegará a ver terminado. Y, sin embargo, cuánta esperanza puesta en ese invento, cuánta intimidad desvelada en un párrafo escaso. “No todo se ha revisado. No todo está descubierto”, anima Maurer a los investigadores a seguir husmeando entre el polvo.
Posted on: Fri, 20 Sep 2013 06:47:00 +0000

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