Elisabeth de Cuzmar Y llegó diciembre de 1999, época de regalos - TopicsExpress



          

Elisabeth de Cuzmar Y llegó diciembre de 1999, época de regalos “mis novias” se pasaron todo el mes de diciembre pidiéndome que les regalara, tal; y cual cosa. Elena por ejemplo me pidió que le regalara algo muy brillante; dándome a entender que quería una sortija de brillantes. Sofía, Claudia e Inés parecían competir en quien exigía más y esto que ninguna se conocía, en fin que llegó Navidad y con ella los problemas…cuando le entregué su brillante regalo a Elena: una lámpara con bombita rosada que brillaba bonita, la vi volar por encima de mi cabeza estrellándose con la pared; - ¡Pero como! – le dije - ¿No querías algo brillante? - ¡Canalla, eres un tacaño! me respondió, hundiéndose en un mar de lágrimas. Con Sofía y Claudia fue peor, pero lo más curioso me ocurrió después… cuando le llevo su regalo navideño a Inés: una tabla de surfear, lo malo es que ella no sabe ni siquiera ¡Flotar!. -¡Bandido! Eres un truhán y embustero, confiesa ese regalo no es para mi sino para ti lo que quieres es irte a correr olas y asegurarte que yo me quede en la orilla admirándote, ¡Como una boba! Vociferó, mientras me cerraba la puerta de su impresionante residencia en el distrito limeño de Miraflores, un distrito que cuenta con una bellísima vista al mar llamado: el circuito de playas de la Costa Verde”, debo añadir que era mi mejor obsequio. Al salir de allí, acompañado de mi tabla de surf que llevaba bajo el brazo, y una honda tristeza en mi corazón, encontré que el sol ya se despedía, con la misma violenta prisa que mi “dulce Inés”; camine sin rumbo por las coloridas y limpias calles miraflorinas, estaba distraído y sin querer tropecé con una venerable anciana mi larga y esbelta figura, pues mido más de 1.81m de estatura. - ¡Oh, perdón señora! Le dije entre amable y confundido de ánimo, acto seguido le regalé mi enorme tabla de surfear a la distinguida anciana quien se quedó de una pieza ante él inesperado regalo… en fin. Pensé “es Navidad” y continué mi apresurada marcha, hasta que llegué Dios sabe como a una oscura calle en Miraflores cuyo nombre no recuerdo, y se hallaba sentada en él umbral de una antigua y abandonada casona, como si fuera un estudiante de yoga, una mujer de triste figura y hermoso rostro cubierto de tizne, el cual contrastaba con unos hermosos ojos verdes. Ella me sonrió al verme, estaba vestida con un buzo rojo y me dijo: - ¡Hola!. “te estaba esperando”, siéntate a mi lado. Su aspecto parecía el de una indigente, sus ropas estaban raídas y sucias y su buzo rojo estaba abierto dejando ver unos generosos pechos. - ¿Me esperabas? Inquirí - ¿Cómo sabías que pasaría por aquí? ¿Me conoces?. Ella se estremeció, no se si de frío, pues ya se había hecho de noche, o de verse ante un hombre tan alto como yo, alzó su mirada mostrándome sus bellos ojos color verde que al posarse sobre los míos color miel me hicieron sentir cierta ternura, luego ella sonrió con picardía y sentada en una postura que luego supe se llamaba virasana (héroe), me respondió: - Supe que pasarías por aquí por mi karma y al ver tu cuerpo exterior supe el tuyo. - ¡Dios!, respondí ¿El karma? ¿Qué es eso? - El Karma, me respondió ella - es una palabra de la India antigua del idioma sánscrito y quiere decir: “Acción” a toda acción le corresponde una reacción. - ¿Sí? Y ¿Qué tengo yo que ver con ello? - Yo vine a esta casa que me alquilo hace muchos años, mi esposo para nuestra luna de miel, lo esperaba a él , él es muy parecido físicamente a ti, solo que tu eres más joven y delgado. - Ah, bueno,,, ¡Gracias!, dijo … pero … - ¡practicando el saniyama, sobre los 3 tipos de transformación: interior o abandono gradual de las distracciones, concentración en un punto O cuando la mente reemplaza en el instante sucesivo por un objeto igual al que medito, pues todas las propiedades son consecutivas a la materia que de ella resultase, a esto se llama transformación de los elementos y sentidos, sólo entonces al practicar el saniyama sobre estas tres transformaciones, Nirodh, Samadhi, Eklagrata, se obtiene el conocimiento del pasado, el presente y el futuro. - Ah, ya entiendo, le dije; cuando la verdad es que no le había entendido ¡nada!. - A ver cono está eso de que esperabas a tu esposo, luego ¿eres casada? ¡Cuéntame tu historia guapa!! - Ella respondió alisando su larga y bellísima cabellera rubia que ya mostraba algunas canas: Cedite Romani scriptores, cedite grai i. Necio quid maus nascirtur Iliade (ceded) autores de Roma, ceded también griegos. En este instante está naciendo algo más grande que la Iliada. - Yo me sonreí, la verdad no esperaba que una persona con aspecto de indigente o loca fuese a mostrar atisbos de inteligencia y cultura… - Tengo muy poco que contar – añadió – mi vida hasta hoy he sido tonta… - No te preocupes – le dije – yo me encargo de hacerla amena. La cogí de la mano y la levanté con mucha cortesía, su extrema delgadez disimulada por unas amplias caderas y generoso busto la hacían lucir más joven a mi vista a pesar que ya lucía algunas canas – pero se ha hecho de noche, vamos te invito un emparedado con Coca – Cola al frente cerca a ese hotel y allí me cuentas tu vida ¿está bien? - ¡Sí! – respondió y me fue contando en el camino con voz rápida y algo ronquita, terminando su emparedado y su gaseosa acabó también de contarme su vida. Todo se reducía a que su esposo Fuad Gabriel Guzman AEDE, la había abandonado, anulando su matrimonio por civil y por la iglesia bajo el argumento que ella estaba loca y le había gritado a sus dos hijos (un hombre y una mujer). De estos hechos habían pasado 22 años, los cuales había pasado trabajando y estudiando y llorando a sus hijos queridos con la esperanza que Dios o el destino se los devolviera, pero a sus tristeza se sumaba la ambición de su hermana Jessy Macedo, una lesbiana machona y solterona, que además era alcohólica y drogadicta como la mayoría de las personas que habitan la Urbanización Unafe en el distrito de Pueblo Libre, esa mala hermana aprovechando que su padre era un anciano de 90 años y que su madre había muerto, con ayuda de unos matones, la habían botado de su casa en Pueblo Libre para adueñarse de una casa que en realidad era de ellos dos. Todo esto con la aprobación de los malvados e inmorales vecinos de Pueblo Libre, los cuales siempre envidiaron decencia y la belleza de Elizabeth. ¡Qué triste!, pero ¿porqué tu esposo te declara loca? Porque caí en depresión porque mi suegro el doctor Guzmán Guzmán mató a mi primer hijo, en realidad tuve tres hijos, el mayor me lo hizo abortar el padre de mi esposo. - ¿Por qué?, le dije. - Porque mi suegra me odiaba, no me quería, decía que era una limeña oportunista, que la única señora en esa inmensa mansión que tenían en el Cuzco era ella y que jamás sería la ama y señora de esa lujosa mansión. - ¿En el Cuzco? pero como ¿no te alquiló una casita en Miraflores? - Si, pero por un mes para nuestra luna de miel, yo quería estar cerca de mi padres, fui la primera hija del Mayor EP Don Humberto Macedo en casarse, pero después Fuad me llevó a su inmensa mansión que en realidad era propiedad de sus padres, unos descendientes de árabes los Guzmán Hehade. - Bueno, como te dije que triste historia ¡Elizabeth! - ¿Dónde pasarás la noche? - ¿Llévame contigo Luís!, me respondió - Iremos a un hotel ¿te parece? - Ella asintió con la cabeza y se aferró con ambas manos de mi brazo… llegamos al hotel, hube de pagar algo más para que el cuartelero no pusiera obstáculos al ingreso de Elizabeth que lucía mal vestida, una vez en nuestra habitación asignada y a puerta cerrada le dije. - ¡Bueno! “Que tengas buenas noches” Elizabeth, ¡me voy! - Elizabeth saltó como impelida por un resorte de la cama y sujetándome del brazo me dijo: - No te vayas ¡no me dejes por favor! Recién en ese momento me animé a acariciarla, le di un fugaz beso que ella apenas recibió sin corresponder. Era una situación extraña para mi, acostumbrado como estaba a que las mujeres se dieran fácil. Sus senos eran de los mejores que había visto en la ya prolongada vida de mujeriego que había tenido hasta entonces. La frialdad que ella evidenciaba sin llegar a la hostilidad, era una situación totalmente nueva, de no ser porque su cuerpo era realmente fantástico, muy bien conservada a sus 51 años y de sensuales curvas, probablemente no se hubiera despertado en mi la excitación con solo ver sus senos yo ya estaba ardiendo en deseos de poseerla. Extendí con suavidad mis manos y pronto la despojé totalmente de aquellas andrajosas prendas que ocultaban tan gran tesoro, no tenía sentido demorar más. La coloque lo mejor que pude, le hice abrir las piernas y arremetí lo que tenía sabor a hazaña para mi: “poseer a la más atractiva mujer que había visto desnuda frente a mi hasta aquel día”. Su rostro demostraba ansiedad, temor, curiosidad y preocupación. Con Elizabeth no podía actuar como lo haría normalmente con otras, no podía tratar de lucir mi impetuosidad, mi fuerza ni nada por el estilo para excitarla, podía hacerle daño, pues estaba muy delgada, tanto que parecía tener la contextura de una quinceañera a su edad madura, así es que comencé lentamente, muy lentamente.. - ¿te duele…? - Un poquito – respondió. - No te preocupes no te haré daño, solo avísame si te duele mucho… - No contestó nada, yo seguí, seguí, de pronto. - Un ratito, me arde, dijo ella. Me detuve, me empujó suavemente y yo paré, por un instante contemplando aquella imagen blanca, hermosísima, delgada, pero aún así de formas voluptuosas, decidí culminar mi obra y ella aceptó valerosamente que lo hiciera, le di un beso, un beso que respondió sin habilidad alguna, la acaricié mientras ella permanecía estática, esperando que yo lo hiciera todo… al terminar nuestro delicioso acto observo nuevamente impresionado el porte de mujer de alcurnia que Elizabeth tiene, mirarla así desnuda ante mi es una golosa fiesta a mis sentidos y maravillado exclamé ¡gracias reina!... y así la llamo hasta el día de hoy, pero con diferente motivo… al salir del hotel la beso con ternura, tomamos un taxi que nos condujo hasta la Av. Brasil a la altura del Copacabana – salón de juegos y le dije ¡Chau! ¡Gracias!, eres una chica muy mona!!! - ¿Vas a dejar que me vaya, Luís?, preguntó Eizabeth con incredulidad. - ¡Llévame contigo! - No puedo llevarte conmigo, tengo mi vida hecha, sigue esa dirección le dije señalando la Av. Bolívar y llegarás a Pueblo Libre. - ¡Adiós! Elizabeth observaba como mi figura menguaba en la lejanía. Ella echó a andar, débil pero segura, sus ojos claros vagaban en torno, como ausentes, idos ¿qué le tendría deparado su destino para el año 2000? Recordó su hogar perdido, su marido perdido y sus hijos perdidos. Concluyó que aunque todo ello estaba vedado para ella debía mantener la esperanza de que de algún modo volvería a verlos a todos., pero que jamás se volvería a unir a un hombre si no era amando apasionadamente, Elizabeth tenía del amor una idea muy personal. Era quizá demasiado lo que anhelaba, pues ¡es tan difícil para cualquier “mujer soltera”, ser querida como ella deseaba!, cuanto más para ella, se decía, pues era una señora divorciada que se encontraba ahora en la indigencia debido a la marginación de su propia familia, pues ellos no alcanzaron a comprender que sus “crisis nerviosas” eran producto más bien de lo que debía ser su cura “los ansiolíticos”, si… ahora “entendía” el porque de sus períodos de ansiedad y crisis nerviosas, se dio cuenta que a sus 15 años el famoso psiquiatra Baltasar Caravedo, “amigo” de la familia Madalengoitia, que conocía al famoso maestro de ceremonias de la Tv Pablo de Madalengoitia , primo de su madre, la había convertido en una fármaco dependiente con el propósito de tenerla a su lado siempre, el famoso médico ya maduro en años se había “enamorado” de ella. También Elizabeth pudo entender que la “mente enferma” de “la demencia” en psiquiatría no pudo prever que se casaría con un joven y apuesto rico descendiente de árabes. ¿por qué si su esposo Fuah sabía cuando la conoció a los 16 años que ella tomaba ansiolíticos y la aceptó porque se dio cuenta que no estaba loca, ni mucho menos tonta porque se casó con ella?, pero recordó que sus suegra una vez instalada ella en la mansión de los padres de su esposo, le negaba su “medicina” convenciendo a su hijo que ella no necesitaba tomarla, la malvada de su suegra sabía muy bien que ella presentaría todos los síntomas que presenta una fármaco dependiente, cuando no toma su “medicina”, de esto se aprovechó su suegra para tildarla de “loca” y meterle por los ojos de su hijo a su sobrina, recordó que le había dicho a su esposo Fuah que creía en el amor, pero en un amor de verdad, en un amor para siempre, todo abnegación y sacrificio y ahora al verse otra vez abandonada por mi, pensó que todos los hombres éramos iguales y ninguno habrá jamás con el desinterés total que ella ingenuamente anhelaba. No existe ningún hombre que se conforme con contemplar la mirada de su cariño, verle los ojos con ternura, No, no, el amor en este mundo material se limita al goce de los sentidos, la pasión, en fin a meros arrebatos de lujuria, que ella en su exquisitez de ninguna manera podría secundar. Había visto en mis ojos marrones todos los síntomas del puro deseo, por eso pensó que le sería difícil encontrar el ideal forjado. Alzó su cabeza, sus rubios y ondulados cabellos cubiertos con algunas canas caían algo desordenados por su hermosa faz, sus pupilas verdes se posaron en los faros del semáforo... luz verde… podía continuar su marcha, llegó a su parque UNAP a unos pasitos de su casa de donde fue echada por su lesbiana hermana. La adversidad le había enseñado muchas cosas… pero ninguna la aproximaba a la verdad. Salió de un mundo de lujo, placer y éxito para penetrar en el mundo de los indigentes. Serenazgo la botaba fuera de la jurisdicción de Pueblo Libre, la llevaban en la tolva de la camioneta a la playa y la abandonaban a su suerte y a esa arbitrariedad la llaman “seguridad ciudadana” se decía, luego ella siempre regresaba a su parque UNAP y al amparo de su esperanza de que algún día vería a sus hijos en ese parque, fue formándose a sí misma. Ahora comprendía que el destino o ella misma se había apartado de tal forma de la sociedad que ya le sería imposible volver a ser aceptada por ella. No admitía, porque nunca se había hecho a esa idea, que yo como hombre, por ser fuerte y equilibrado, algo materialista y dado más al sensualismo que al sentimiento no le diera la oportunidad de mostrármelos, sin saber ella, que toda mi vida había buscado precisamente eso, “una mujer que sea la encarnación de ese “amor” al que yo también había esperado tanto, tanto… y que sería ella, después de larga convivencia, quien me enseñaría a desear lo que ella deseaba, tan sutilmente, que a mi mismo, me pasaría inadvertido, aquella labor de captación, hasta llegar a un nivel en que luego de disfrutar de las delicias del matrimonio, de ser ella mía y yo de ella sin traba alguna, mi pasión iría poco a poco diluyéndose en el océano del amor puro, dejando paso a la espiritualidad. Ella no lo comprendía así porque anhelaba todo desde un comienzo, ignoraba que su inconmensurable belleza no era de las que inspiran amores místicos encantadoramente espirituales, no, su faz de vélelas europea y su latinamente escultural cuerpo de elevada estatura, despertaría aún en mi, arrebatos de pasión, de locura, que el destino o Dios, me volvería a llevar a ella y al tratarla nuevamente y comprobar la fuente de su inagotable amor puro que emanaba de su corazón, entonces mi pasión que por ella sentía se vería ampliamente superada por “el amor” que iría despertando en mi, pero para entonces Elizabeth ya estaría familiarizada con nuestra verdad, que yo sería para siempre “su sirviente” y ella … ¡mi reina!!! … y así fueron pasando los días… El reloj marcaba las 10 de la mañana, a principios de enero del 2000. El sol brillaba, y por mi ventana se apreciaba un día cálido y hermoso. Vestía yo un traje negro, camisa celeste y corbata azul, un pañuelo del mismo color de la corbata, fuera del bolsillo del, zapatos mocasín negro y calcetines del mismo color. Estaba aseado, limpio, afeitado y muy alegre pues iba a visitar a una de mis novias. La sensual e inolvidable “Susan Pereira”, saque del garage de mi padre (un oficial de la Policía Nacional del Perú en situación de retiro) su auto un viejo Toyota azul del año 80, vivía entonces por Jesús María, en Arnaldo Márquez 1678, mis padres dormían plácidamente en la habitación del 2do piso de la casa, así que cogí las llaves del auto de papá que descansaban en la mesita de centro de la sala en su lugar puse una nota: mi querido señor padre vuelvo en unas horas su auto, si ya se que tenga yo cuidado de no chocarlo… ¡Ah! Ya lo tendré lavado” Luís Carlín Recogí a mi novia de su casa en San Isidro y la llevé al Casino Copacabana en mi distrito de Jesús María. Eran aproximadamente las 11:30 de la mañana cuando entramos y fuimos a la ruleta como de costumbre, había 4 mesas junto a una alejada pared. Una barandilla de aluminio las unía y formaba una valla alrededor de los croupiers, todas las mesas estaban funcionando excepto una, fuimos a la más concurrida que se encontraba justo en medio del salón. Después de una hora la mesa estaba perdiendo considerable dinero y yo ya había ordenado un vino “Queirolo”. - ¿Desea que le sirva más señor? , me dijo el mozo con toda la malicia propia de quien piensa que si me mareo perderé en las apuestas. - No, gracias, espere que le avise, respondí. - Caballero, nunca vi semejante suerte – dijo con voz agitada uno de los presentes- nueve veces ha ganado el negro y una no, todo seguido eso es jugar bien, “eso si que es suerte” - Me da un mal presentimiento - dijo otro – El Elegante, está apostando unos billetes de los grandes a cada jugada – dijo señalándome, mientras bebían de sus vasos de pisco sour. - En eso se oyó un bullicio en la mesa central y una voz ronca y cortante se elevó sobre todos, diciendo: - Le ruego me disculpe Sr. Carlín la mesa no puede cubrir su apuesta. El señor Torres estará aquí enseguida. Se oía ahora la música romántica de una balada por “Julio Iglesias”, puesta a regular volumen en la sala de juego los dos croupiers con las cabezas juntas y mirando ambos de costado muy cerca de mí, uno me miraba mientras el otro movía el rastrillo hacia adelante y hacia atrás sobre aquella otra mesa sin apostadores. Cerca de allí, en otra mesa me encontraba sentado con una pierna cruzada sobre otra y mi saco azul sobre mi hombro a manera de capa. Ahora sostenía un vaso con pisco sour, la bebida emblemática del Perú, mientras mi cariñosa Susan me sonreía al terminar de beber el suyo y me susurraba al oído cosas irreproducibles que sólo se le podían venir a la mente a una joven como ella que por ser joven se emocionaba fácil. Sobre mi mesa de juego había un montón de dinero mío y de fichas frente a ella. Le hable al croupier en tono calmado, muy educadamente. - Tendría la amabilidad de hacer girar esa rueda, tengo una cita de negocios hoy en una hora, y no deseo llegar tarde (la verdad que el único negocio que tenía ese día fue el que estaba haciendo en ese momento) El croupier me sonrío fríamente de la misma forma que habitualmente lo hacia con cientos de tontos que habían perdido antes; allí mismo ¡Su dinero!, sus gestos eran muy educados, aunque algo amanerados, ese tipo de una palidez sepulcral me contestó: “la mesa no puede cubrir su apuesta, Sr. Carlín”, tiene usted allí más de tres mil dólares. - Es vuestro dinerillo ¿acaso no desea recuperarlo – dije, mostrando mi ya clásica sonrisa que aparecía tan pronto como desaparecía por un costado de mi boca a manera de un tic nervioso. Mientras mi novia, ¡Oh! la despampanante Susan Pereira, se abrazaba a mí, ganada otra vez `por sus hormonas y su emoción de niña bien, en eso apareció el dueño del local Omar Torres. Con una agresiva indiferencia en su rostro se puso enfrente a mi y casi sin mirarme dijo: “veo que ya se va, Sr. Carlín”, pase por caja y vuelva pronto. Levante una ceja y volví a esbozar mi tenue sonrisa que esta vez se prolongó mostrándole una perfecta y blanquísima dentadura, con lo que termine respondiéndole: - ¡me encantaría jugar una última vez! por esta tarde, un mozo acaba de volver a alcanzarme una vasito de vino de plástico descartable , lo tomo y como quien brinda con un entrañable amigo añado, tentadoramente…¡por favor! Acepte este dinerito y le señalo la nada despreciable fortuna de la mesa… “incluidas las fichas” por cobrar. ¡Todo al negro! Humm, no en vano así estaba vestida mi adorada Susan y ¿verdad que le asienta muy bien?, dije burlón. Omar me miró con desprecio, sin embargo asintió con la cabeza y arrojó un inmenso fajo de dólares a la mesa… ¡está bien socio!, pero está jugada es entre tu y yo, “nadie se movió”, nadie excepto… el croupier, que puso en marcha la ruleta con su diestra y con un golpe de muñeca, envió la bola rodando y rodó y rodó hasta que fue aminorando su marcha circular e pronto se detuvo… “¡todos seguían quietos”, yo diría, fuera de bromas, que se podía sentir el frío de toda esa gente tanto como el “calor de mi bella Susan” abrazándose fuerte, muy fuerte a … mi!!! ¡El negro gana!, dijo con admiración aquel joven y educado croupier; quien procedió a levantar el rastrillo y empujar los montones de billetes de 100 dólares a través del trazado, los añadió a la apuesta y los empujó hacia mi lado, cogí el dinero y las fichas, mi Susan daba brinquitos y me besaba a cada momento, fui a la caja y cambie las fichas por el dinero, eran 6,500 dólares en total, que me sirvieron para derrochar casi la mitad en apenas dos semanas de lujuria y desenfreno, con “novias” que nunca tuve hasta que vi mi billetera repleta de dinero, el resto lo gastaría después en cubrir los gastos de viaje, pues fui invitado por un amigo surfista como ya a Hawai, tuve la sensación de encontrarme cuando estuve allí con Pablo Karagounis, con una fuerza que no estaba obligada a ser amable conmigo ni con nadie,....
Posted on: Fri, 27 Sep 2013 18:18:17 +0000

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