Elías ofreció un sacrificio agradable a Dios, su adoración genuina y sincera hizo descender el fuego ante los profetas falsos. Restauró el altar que estaba dañado y ofreció su propio orgullo y autosuficiencia. La obediencia y la aflicción lo convirtieron en un gigante de la fe, no cuestionó las órdenes divinas y fue diligente. ¡Cuántos ofrecen sacrificios extraños a Dios en los cuales no puede descender su fuego! La gente de presencia se nota, no está demasiado preocupada por pequeñeces porque conoce cuál es su misión, no se desenfoca, cuida que su altar no corra peligro de dañarse. Gente así cambia atmósferas espirituales, escucha con sus oídos la llegada de la bendición que se avecina, tiene autoridad aún para resucitar muertos y cerrar o abrir los cielos. Pero además es amenazada, perseguida, cuestionada, abandonada; en ocasiones hasta tiene que huír y esconderse para guardar su vida. Estos son remanentes, escasos, difíciles de encontrar pero cuando los hallas no quieres más que seguirlos para tomar su manto.
Posted on: Fri, 28 Jun 2013 21:21:50 +0000
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