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En La Pezuela los hombres se ocupan afanosamente de los preparativos. Unos amuelan los cuchillos y machetes, otros aceitan las escopetas, pistolas y revólveres, y otros preparan cartuchos con la pólvora. El comandante Terreforte y los demás miembros del estado mayor repasan el plan de ataque. El general Rojas inspecciona la impedimenta y se dirige a la tropa. Viste chaqueta de paño oscuro engalanada con una banda tricolor en el brazo izquierdo, camisa de lana ensaimada, pantalón de casimir y botas de montar de cuero y charol usado. Porta reloj de leontina y sombrero de panamá con una cinta, también tricolor, a su alrededor y, al igual que los jinetes de caballería de la tropa, revólver y sable de tirantes con vaina de acero. Al caer la noche, levanta la bandera roja y cierra su arenga con el grito definitivo: —¡Muerte a España! ¡Viva la Libertad! A la orden del general abandonan la hacienda divididos en dos columnas —una comandada por el propio Rojas, la otra por Juan de Mata Terreforte¬— y marchan hacia el poblado, distante tres millas. En su recorrido atacan varios establecimientos propiedad de peninsulares, decomisan caballos, aperos, armas y municiones, y apresan a cuanto comerciante español hallan a su paso. Cerca de la media noche llegan a la casa alcaldía y la toman por asalto sin encontrar resistencia apreciable. De inmediato, el general Manuel Rojas despacha un pelotón al mando del capitán Pancho Méndez hacia El Pepino, con órdenes de tomar posición en Altos de Arvelo y aguardar allí por nuevas instrucciones. Otro pelotón va directo a la casa de Frutos Caloca, comerciante español e informante de las autoridades militares, con quien muchos de los alzados tienen cuentas pendientes. Al escuchar los primeros disparos, Caloca salta por la ventana de su habitación, descalzo y en calzoncillos, y revólver en mano permanece oculto toda la noche en un cafetal cercano. Sin duda, su sagacidad le levantó la sospecha de que algo andaba mal desde que temprano en la mañana notó movimientos raros en el pueblo y en la casa de su vecino Andrés Pol. Hacia las tres de la madrugada los sublevados toman los más importantes establecimientos comerciales propiedad de españoles, la alcaldía y la cárcel; apresan a las autoridades municipales y a los principales comerciantes juníperos, mayormente catalanes y mallorquines. —Ya te jodiste, español, ahora todos somos iguales —amenaza un negro revolucionario, machete en mano, al boticario peninsular Fidel Navas, detenido por un pelotón. La pronta intervención de José (El Chana) Arce, zapatero y revolucionario, salva la vida del boticario. Lo retienen y envían al cuartel general para que ayude en la curación de los heridos. Asegurado el control del pueblo, los jefes rebeldes proceden con el plan trazado: designan un gobierno provisional de la república bajo la presidencia de Francisco Ramírez Medina, asistido por Aurelio Méndez, ministro de Gobernación y Relaciones Exteriores; Manuel Ramírez, de Estado; Clemente Millán, de Gracia y Justicia; Federico Valencia, de Hacienda; y Bernabé Pol, secretario. Designan generales de división a Joaquín Parrilla, Andrés Pol, Gabino Plumey, Matías Brugman, Manuel Cebollero y Baldomero (Guayubín) Baurén y nombran varios mandos militares intermedios. Desengáñate Quintín [Un juego de toma y daca], por Pablo Martínez Archilla Comienzo del Capítulo 13 AHORA TAMBIÉN EN EDICIÓN DIGITAL, POR AMAZON.
Posted on: Mon, 23 Sep 2013 00:15:21 +0000

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