En cierta ocasión un maestro le confió a un discípulo una - TopicsExpress



          

En cierta ocasión un maestro le confió a un discípulo una estatuilla muy antigua para que la llevara al restaurador pues tenía un gran valor para él y para el culto del monasterio. A las pocas horas, el discípulo fue en busca de su maestro, llevando consigo la estatuilla rota. Temeroso de la cólera que pudiera provocar en el maestro que estaba meditando, se postró delante de él y le dijo con voz temblorosa que se le había caído la estatuilla cuando se dirigía al taller y le pidió disculpas por lo ocurrido. El maestro entreabrió los ojos y contempló la estatuilla rota que tenía el discípulo entre sus manos y le dijo con voz serena, al tiempo que abandonaba la meditación sosegadamente: –Calla, no sigas hablando Tomó entre sus manos los pedazos de la estatua y los estrelló contra el suelo haciéndola añicos, cuando hubiera podido repararse. El discípulo contemplaba aquella escena con pánico sin comprender que estaba haciendo su maestro con una estatuilla de tanto valor como le había contado. El discípulo balbuceó algunas palabras pero el maestro dijo de nuevo: –Calla, no sigas hablando. ¿Qué te había dicho acerca de esta estatuilla del dragón? –Que era de gran valor para el culto del monasterio y para usted. Y mucho más valiosa que todos los metales nobles conocidos. Que la historia del dragón era corriente porque era sencillo, su carácter afable y su perversidad débil. Que nada lo alteraba, nada le afectaba. Y que únicamente quienes entendieran el gran secreto del universo, podrían entonces ver en él su gran poder ancestral. Bien –replicó el maestro – Y ahora dime: ¿Cuál es ese gran secreto del universo? No lo sé. –respondió el discípulo El maestro dijo: –El gran secreto es sencillamente saber perdonar. Únicamente quienes entienden y practican el arte del perdón pueden ver la belleza que mora en cada una de las cosas que los rodea. Desde el desagradable musgo del pantano, hasta la más bella flor. No lo entiendo –replicó el discípulo, muy confundido. –El maestro le respondió: Como te he dicho es muy sencillo. Todo ser humano en este mundo es especial y cada uno tiene algo que ofrecer, sea bueno o malo, y son aquellos errores que cometen hacia nosotros los que nos hacen sentirnos vivos y acompañados. Porque ¿De qué serviría la leña sin el fuego? Simplemente sería leña, ¿Qué sería del amor sin dolor? Simplemente vacío, ¿Qué sería de la amistad sin las faltas? Simplemente aburrimiento. Así pues debemos perdonar a todos aquellos que nos hieren, pues sin ellos saberlo, nos están demostrando día a día que estamos vivos. –El discípulo después de agradecer las palabras y comprensión de su maestro, le dijo: Estaré dispuesto a perdonar a todos quienes me lastimen, en nombre de la amistad. Ahora he comprendido el verdadero significado de esta dicotomía. –Entre los restos de la estatuilla el maestro cogió una diminuta copia del dragón y se la entregó al discípulo diciendo: Consérvala y ten cuidado de ella. Ahora sabes como hacerlo. Has avanzado más, dentro del camino de la perfección. “El perdón es el valor de los valientes. Solamente quien es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar.”En cierta ocasión un maestro le confió a un discípulo una estatuilla muy antigua para que la llevara al restaurador pues tenía un gran valor para él y para el culto del monasterio. A las pocas horas, el discípulo fue en busca de su maestro, llevando consigo la estatuilla rota. Temeroso de la cólera que pudiera provocar en el maestro que estaba meditando, se postró delante de él y le dijo con voz temblorosa que se le había caído la estatuilla cuando se dirigía al taller y le pidió disculpas por lo ocurrido. El maestro entreabrió los ojos y contempló la estatuilla rota que tenía el discípulo entre sus manos y le dijo con voz serena, al tiempo que abandonaba la meditación sosegadamente: –Calla, no sigas hablando Tomó entre sus manos los pedazos de la estatua y los estrelló contra el suelo haciéndola añicos, cuando hubiera podido repararse. El discípulo contemplaba aquella escena con pánico sin comprender que estaba haciendo su maestro con una estatuilla de tanto valor como le había contado. El discípulo balbuceó algunas palabras pero el maestro dijo de nuevo: –Calla, no sigas hablando. ¿Qué te había dicho acerca de esta estatuilla del dragón? –Que era de gran valor para el culto del monasterio y para usted. Y mucho más valiosa que todos los metales nobles conocidos. Que la historia del dragón era corriente porque era sencillo, su carácter afable y su perversidad débil. Que nada lo alteraba, nada le afectaba. Y que únicamente quienes entendieran el gran secreto del universo, podrían entonces ver en él su gran poder ancestral. Bien –replicó el maestro – Y ahora dime: ¿Cuál es ese gran secreto del universo? No lo sé. –respondió el discípulo El maestro dijo: –El gran secreto es sencillamente saber perdonar. Únicamente quienes entienden y practican el arte del perdón pueden ver la belleza que mora en cada una de las cosas que los rodea. Desde el desagradable musgo del pantano, hasta la más bella flor. No lo entiendo –replicó el discípulo, muy confundido. –El maestro le respondió: Como te he dicho es muy sencillo. Todo ser humano en este mundo es especial y cada uno tiene algo que ofrecer, sea bueno o malo, y son aquellos errores que cometen hacia nosotros los que nos hacen sentirnos vivos y acompañados. Porque ¿De qué serviría la leña sin el fuego? Simplemente sería leña, ¿Qué sería del amor sin dolor? Simplemente vacío, ¿Qué sería de la amistad sin las faltas? Simplemente aburrimiento. Así pues debemos perdonar a todos aquellos que nos hieren, pues sin ellos saberlo, nos están demostrando día a día que estamos vivos. –El discípulo después de agradecer las palabras y comprensión de su maestro, le dijo: Estaré dispuesto a perdonar a todos quienes me lastimen, en nombre de la amistad. Ahora he comprendido el verdadero significado de esta dicotomía. –Entre los restos de la estatuilla el maestro cogió una diminuta copia del dragón y se la entregó al discípulo diciendo: Consérvala y ten cuidado de ella. Ahora sabes como hacerlo. Has avanzado más, dentro del camino de la perfección. “El perdón es el valor de los valientes. Solamente quien es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar.”
Posted on: Mon, 29 Jul 2013 10:32:57 +0000

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