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En días recientes, cierto artículo de mi autoría en torno a un debate entre académicos y activistas cubanos sostenido en Miami, motivó la atención de algunos comentaristas anónimos. Varios de ellos, haciendo gala de sus mejores dotes analíticas, señalaron la existencia de desbalances en dicho foro de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (ASCE, por sus siglas en inglés). Midiendo los tiempos otorgados al uso de la palabra, señalando sesgos afectivos y aludiendo supuestas genealogías y filiaciones, pretendían hacer ver -en la gestión del mismo- una postura proclive a agendas reformistas cercanas al gobierno cubano, las que habían sido favorecidas y sobrerrepresentadas en el evento. Y es que, como aquel cuento de “¡Que viene el lobo…¡” ya no solo lidiamos con los rumores oficiosos difundidos desde La Habana. Más allá de la frontera también se suelen construir toda suerte de teorías simples y conspirativas para entender, no sólo los intercambios entre cubanos de la isla y su diáspora, sino también la resiliencia del régimen y las alternativas democratizadoras en juego en la mayor de las Antillas. Por el prisma personal Formarse una opinión es siempre un hecho que pasa por el prisma personal. Pero caracterizar un foro que, en palabras de sus organizadores, ha sido de los mejores jamás realizados, con arreglo exclusivo a visiones personalísimas y materiales de factura acotada es, cuando menos, sesgado. Lo más útil sería que alguien -en especial los organizadores- compartiese los videos y transcripciones no solo de aquel panel sino los debates suscitados a todo lo largo de la Conferencia. Hasta tanto eso ocurra acá va esta nueva -y también personal- opinión sobre el mismo. Cualquier crónica de esos días daría cuenta no sólo de la riqueza y fundamento de las opiniones allí vertidas, sino también la posibilidad de confluencia de personas que nunca habían convergido en un mismo espacio de diálogo. En mi caso, fue provechosa la charla sostenida, en misma la cena inaugural, con el filósofo Alexis Jardines, esclareciendo mutuamente trayectorias e intercambiando referencias bibliográficas, dejando en el tintero la necesidad de debatir, argumentalmente, lo que él denominó, a posteriori, la “paradoja Chaguaceda”. También fue inestimable el conocer a varios economistas exiliados en los primeros 60s, quienes me contaron anécdotas de la conducción del país en aquellos años decisivos. O descubrir la empatía -en perspectivas políticas progresistas y académicas- con colegas como Silvia Pedraza, cuyo libro sobre Revolución y Éxodo devoré en mi viaje de regreso. En cuanto a la naturaleza del presente cubano (y sus opciones de transformación) la realidad admite cualquier cosa menos lecturas simples. Ni hay un actor central (sean estos la clase media, los militares o la disidencia) capaz de generar los acontecimientos que desencadenen un cambio profundo y rápido, ni los pasos actuales del gobierno cubano pueden leerse como un mero plan mafioso para alargar su vida, administrar los palos y conseguir la plata. Los cambios que vendrán Los cambios en Cuba, he insistido, vendrán (están viniendo) de la acumulación de transformaciones socioeconómicas e, incluso, de rostros y modos de gerenciar la institucionalidad, que abren una brecha cada más insalvable entre el régimen político y las dinámicas de la sociedad, oficial o sumergida. Al respecto, recomiendo releer los datos y miradas que, sobre las desigualdades y diversidad social, la cultura y los actores política, las estructuras y los desempeños económicos, han aportado académicos como Mayra Espina, Haroldo Dilla o Carmelo Mesa Lago. Las resistencias al cambio del ancien regime, se insistirá, están a la orden del día: actos de repudio, difamaciones en el ciberespacio, acoso laboral. Pero son aquellas mudanzas las que, en un momento dado -por impulso reformista, presión social o, deseablemente, por una mezcla entre ambas- detonarán, más temprano que tarde, un cambio cualitativo del actual modelo a otra cosa. Lo que hace dos años nos recordó Mohamed Bouazizi es que la rebeldía contingente no viene de la nada: únicamente da cuerpo a las posibilidades contenidas de un orden político, cuyas bases venían carcomiéndose tiempo atrás, ante la mirada complaciente de embajadores y analistas. Y Cuba no tiene porque ser un guiñol de la política -con títeres bien repartidos- ni, nuevamente, un paraje para la excepcionalidad y el exotismo. Socialismo democrático, una opción posible Respecto a mis filiaciones nunca las he ocultado: razón de más para no hacerlo ahora en Miami, en un espacio de libertad de expresión entre cubanos de todas las orillas. Como expresé en el cierre de aquel panel, creo que un socialismo democrático es no solo deseable sino posible; y mis trabajos y activismos desde hace varios años han ido encaminados a sostener tal postura, presentando propuestas concretas al respecto. Defender tal apuesta no debería (des)dibujarme, como hizo un colega del evento, con los colores de una “izquierda de los 70s”. En todo caso, creo estar abierto al aprendizaje, antídoto que permite que nuestras taras autoritarias y lastres sectarios- tan comunes a la izquierda- se minimicen. Sólo advierto que si el socialismo democrático provoca escozor –a algunos por lo de socialista, a otros por lo democrático- por algo será: es un asunto de revisar los prejuicios, experiencias y posturas de cada quién, pero no de caricaturizar al otro. Desechar las lógicas de la Guerra Fría, propias de los organismos de inteligencia –donde aquel es un agente, este un provocador, el otro una persona de interés- es crucial para comprender nuestras realidades y, lo que es acaso más importante, para relacionarnos entre nosotros. Espero que con quienes compartí momentos e ideas, en sintonía o discrepancia, hagan gala de civismo, de ganas de aprender del otro, allende las posturas atrincheradas. Y avancemos más allá de estas pocas e intensas horas estivales. Como dice una amiga de la isla, que me regaló la gentileza de twittear mi texto “….Lo más importante es que posiciones que han estado divorciadas y alejadas por décadas, se encuentran ahora en el punto más importante: la preocupación y el amor por Cuba”. *Historiador y politólogo cubano. Reside actualmente en México.
Posted on: Sat, 17 Aug 2013 00:17:12 +0000

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