En el espejo Una fría tarde de invierno salió Anette a - TopicsExpress



          

En el espejo Una fría tarde de invierno salió Anette a compartir con su padre el pasatiempo que los unía: visitar las tiendas de antigüedades. Como habían abierto una nueva tienda en la avenida principal decidieron ir a revisarla. Al llegar a la tienda notaron que la disposición de las cosas, a diferencia de los otros lugares que frecuentaban, era muy ordenada, al menos en una parte de ella, porque en otro rincón había una gran cantidad de cosas dispersas que no parecían encajar con el resto de la tienda. El dueño les permitió recorrer la tienda a voluntad, disculpándose de antemano porque no había podido terminar de desempacar cosas y había tenido que dejar algunas dispersas por el lugar. Recorrieron la tienda revisando bellos candelabros, cuadros y cualquier cosa que incitara su curiosidad, centrándose más que nada en la parte de la tienda que estaba lista para exponer los artículos. Tras mirar una gran vitrina con cubiertos de plata sintiose Anette atraída por el rincón de la tienda que se encontraba en desorden aún. Tras mirar un poco las cosas esparcidas, tras una pintura vio un montón de papeles amarillos por el paso del tiempo y notó que bajo aquellos documentos había algo metálico sobresaliendo. Como Anette estaba acostumbrada a curiosear sin que se le reprendiera por ello sacó los papeles de encima para ver qué era lo que brillaba bajo ellos. Su vista se fijó en el objeto, deseándole con todas sus fuerzas. Era un espejo, cuya superficie parecía intacta y su marco denotaba su gran elaboración. Parecía carísimo, casi digno de un castillo, pero ella le quería de todos modos. El dueño vio en Anette aquella llama encendida que indicaba la venta segura, por lo que no dudó en acercarse a ella y ofrecerle el espejo. Como el padre de Anette siempre consentía a su hija, en los múltiples caprichos que tenía, y el precio que le ofrecieron por el espejo era razonable, decidió comprárselo. Anette no pudo evitar ponerle frente a su cama, pues le parecía simplemente encantador, tanto que ya no paraba de mirarse en él, porque según ella parecía darle más luz a su rostro y embellecerle cada vez que se veía en él. Según ella el espejo era “casi perfecto”. Pasados unos días de la compra las cosas comenzaron a ponerse extrañas en casa de Anette. Todos comenzaron a preocuparse por la cantidad de tiempo que la chica pasaba frente al espejo, y por su desmejorado aspecto. Anette no notaba cambio alguno, a excepción de la extrañeza que le causaba que desde que compró el espejo no podía dormir bien, puesto que no le daba sueño, y cuando lograba dormir algunas horas tenía extraños sueños que le acechaban. Los sueños de Anette eran demasiado raros, puesto que veía siempre lo mismo: se veía a sí misma dormida en su cama, desde fuera, justo frente a la cama, hasta con el mínimo detalle… podía notar en sus sueños como había dejado las cosas esparcidas por el cuarto antes de dormirse e incluso las grietas en la pared que daba hacia la cabecera de la cama. Los sueños de Anette fueron haciéndose cada vez más nítidos con el paso del tiempo, pero ella no lo comentaba con nadie, para que no se alarmasen, hasta el punto de dejar de dar importancia a éstos. Pasaron raudos los días hasta convertirse en meses, y ella seguía obsesionada con el espejo. Su reflejo le era casi hipnótico y podía permanecer horas observándose en él, sin que nada más le importase. Anette prefería pasar el día junto al espejo que salir con sus amigas, o con su padre, como solía hacerlo. Su familia, preocupada, no sabía que pensar, no sabía qué hacer con ella, porque esta obsesión estaba yendo demasiado lejos. Anette parecía más desaliñada, más pálida y adelgazaba de forma abismante, por las largas horas que pasaba sin comer y sin dormir por mirarse en el espejo, pero aún así parecía extraño que hubiese desmejorado tanto. Al intentar hacerle notar la situación a ella, la niña corría a su pieza a verse en el espejo y volvía minutos más tarde diciendo que era mentira lo que habían dicho, ya que estaba radiante. En el espejo no notaba diferencia alguna, e incluso creía verse mejor aún que el día anterior, aunque la realidad distaba de ser tan alentadora, porque su estado a esas alturas podía entristecer a cualquiera. Desde ése momento en adelante empeoró mucho, teniendo que mantenerse los días enteros en cama, padeciendo de una gran debilidad, a pesar de que los médicos no lograban dar explicación a lo que le ocurría a la chica. Pero esta situación no hizo que ella desistiera de su obsesión enfermiza con aquel objeto y, a pesar de la debilidad, se apoyaba en la cama para ponerse de pie y lograr verse en el espejo, o forzaba al máximo su cuello para levantar la cabeza y verse parcialmente reflejada cuando sus fuerzas no le permitían ponerse de pie. Ella sabía que estaba enferma por lo que decían sus padres y los médicos con que habían consultado, pero al verse al espejo ella no veía a alguien enfermo. Por alguna razón todos notaban que el causante de todo era el espejo, menos Anette, que impedía con llanto y amenazas contra su vida que le sacasen de su cuarto. Una noche de tantas Anette se apoyó en la cama y se puso de pie para verse en el espejo. Caminó hasta el espejo, mirando el suelo a fin de no tropezar, y levantó la mirada hacia el espejo, pero no logró ver su reflejo allí. Podía ver su pieza, su cama y las flores que sus amigos le habían enviado esa tarde, desde enfrente, como en uno más de sus sueños, sólo que en esta oportunidad ella no participaba en la escena. No entendía nada, pues creyó estar soñando, pero sus propios razonamientos concientes le hicieron notar que estaba en estado de vigilia. Movió sus manos hacia el frente y tocó la fría superficie del cristal, solo entonces se dio cuenta que se encontraba dentro del espejo. Invadida por el miedo comenzó a gritar y a golpear el espejo de forma desesperada pero, por más que intentó romperlo no consiguió efecto alguno, todo seguía como un cuadro estático al otro lado. De pronto el padre de Anette entró en la habitación con una bandeja en las manos, la cual dejó caer al ver la cama vacía. Anette gritó con todas sus fuerzas para que le escuchase, pero no parecía oírle y rompió en llanto por ello. El padre efectivamente no pudo oírle, pero lloró igualmente creyendo que su hija había huido, a pesar de su delicado estado de salud, y sin comprender porqué. Anette contempló todo con lágrimas en los ojos, sin mirar más que lo que ocurría al otro lado del cristal, pero un ruido muy cerca de ella hizo que entrara en estado de alerta. Miró a su lado y vio que no se encontraba sola, había más chicas como ella que observaban con detención lo que ocurría fuera desde aquel lado del espejo, en cuyos ojos podía notar el dolor que llevaban a cuestas. La madre de Anette entró al cuarto e intentó consolar a su marido que lloraba incesantemente, pero como estaba aún más preocupada por su hija, no se entretuvo demasiado en eso y tomó el teléfono para llamar a cualquiera que pudiera darle información del paradero de ella. Mientras tanto el papá de Anette se acercó al espejo y le dijo a su esposa: - Sé que el espejo tiene la culpa de todo, por tonto que se escuche. No sé qué le hizo, pero algo le hizo - Desde que ése espejo llegó a la casa Anette no era la misma, no era alegre, ni dinámica, sólo pasaba el día frente a él -- Dijo mientras marcaba un número telefónico - Nosotros desaparecimos para ella - No, papito… -- decía Anette desde dentro del espejo - Pero nunca más volverá a hacerle daño a nadie... Tras decir eso tomó el espejo entre sus manos y lo aventó contra un muro, que en un solo golpe se encargó de hacerlo añicos. Mil pedazos de cristal se esparcieron por el piso del cuarto, borrando de este mundo la existencia de Anette y de las demás chicas del espejo, que se diluyeron en cada trozo en un desgarrador grito. By: zona_cero
Posted on: Wed, 04 Dec 2013 03:11:52 +0000

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