En esta ocasión quiero empezar con historias reales de mujeres que han impactado mi vida, y que son un reflejo de la situación que se vive a nivel nacional en el área relacionada a la violencia contra las mujeres. He trabajado por 11 años en una organización sin fines de lucro que como parte de sus servicios ofrece asistencia a emigrantes hispanos. Había atendido casos aislados de mujeres que llegaban a mi organización buscando ayuda por causas de la violencia domestica que estaban viviendo. En una semana regular de trabajo recibí una visita de una de mis clientas que había dejado de ver varios años atrás. El encuentro fue impactante, me abrazó y lloró desconsoladamente. El primer pensamiento que vino a mi cabeza, debido al deterioro físico y emocional de esta mujer de 42 años de edad, de origen Mexicano, madre de 7 hijos y casada por 23 años, es que le habían diagnosticado alguna enfermedad terminal; pero más impresionante fue cuando me contó el drama en que su vida se había convertido. Al entrar en la adolescencia, sus hijos se habían involucrado con drogas, pandillas y prostitución. Claro, no era de sorprenderse ya que más de dos décadas ella junto con sus hijos estaban viviendo una terrible situación de abuso por parte de su pareja. Tita (nombre ficticio que fue cambiado y autorizado por la dueña real de esta historia para proteger su identidad) había llegado a este país hacía 15 años, trayéndose con ella 5 de sus hijos y dejado las dos más grandes en su pueblo natal al cuidado de la abuela, ya que no eran hijas del esposo actual. Tita no tenía permiso legal para trabajar en este país, no sabía leer ni escribir en su idioma natal (Español) y tampoco hablaba inglés; además, jamás había trabajado lo cual la hacía depender 100% de su pareja. Tomando ventaja de tales circunstancias, su esposo la venía abusando prácticamente desde que se conocieron, pero la situación se agravó al emigrar a los Estados Unidos. Él le estaba siendo infiel ya por muchos años, abusándola físicamente y emocionalmente, con amenazas constantes de que la abandonaría y haciéndole creer que ella no sería capaz de sobrevivir en este país, ya que carecía de inteligencia y habilidades para encontrar un trabajo. Debido a la opresión de su pareja, a la inseguridad de no poder salir adelante y sobre todo al temor de hacer un reporte policiaco, porque Tita no tenia documentos legales para residir en este país, calló y aguantó por muchos años, pero la situación con sus hijos, todos menores de edad en esa época, escaló a otros niveles donde intervino el DCFS (Department of Children and Family Services), máximo organismo encargado de proteger el bienestar de los niños y las familias en Estados Unidos. Debido al ambiente familiar de abusos y negligencia, ya se le había retirado la custodia de una de sus hijas, y Tita corría el riesgo de que todos sus hijos fueran puestos en un hogar de crianza. Está era la situación que venia enfrentando cuando llegó a mi oficina: acababa de salir de un centro psiquiátrico en el cual había estado hospitalizada por dos semanas debido a una crisis de depresión profunda. Tita seguía mencionando que no tenía fuerzas para seguir; con un gran nudo en la garganta, simplemente la escuché y tomándole las manos le dije: “Se que puedes hacerlo, sacaremos fuerzas de donde parece que ya no hay, te lo prometo”. Durante los 4 días siguientes recibí otras dos llamadas con historias muy similares a la de Tita; una mujer de nacionalidad peruana viviendo circunstancias similares, otra mujer salvadoreña repitiendo la misma historia. Muchos factores en común entre las tres: emigrantes, indocumentadas, de habla hispana, con temor a hacer reportes policiacos no solo por el deterioro emocional y la autoestima afectada por tal situación, sino que aunado a éstos, otra serie de factores adversos relacionados con sus estados de migración, leyes y recursos comunitarios en las que no confiaban y no entendían su cultura. Fue ahí cuando surgieron un sinnúmero de preguntas en mi cabeza, y sobre todo qué podía hacer para ayudar a estas mujeres y tantas más sufriendo violencia en el anonimato. Tomando en cuenta las experiencias de estas tres mujeres, sus necesidades, temores y sugerencias es como surgió nuestro grupo de apoyo para víctimas de violencia doméstica. Se elaboró un currículo de 13 tópicos con temas que ellas mismas sugirieron. Se integró a este proyecto de manera voluntaria otra gran mujer y amiga, con 20 años de experiencia adquiridos al trabajar en un refugio de emergencia para mujeres víctimas de violencia. Desde entonces, ya por 3 años ha existido nuestro grupo, formado por un promedio de 90 mujeres y hombres de diferentes nacionalidades que han sido asesorados en sus batallas legales y emocionales. Este grupo ha tomado diferentes matices y direcciones, actualmente se extendió el currículo a 25 sesiones con nuevos tópicos que los mismos integrantes han ido sugiriendo. Cada ciclo acepta solo un total de 14 integrantes; las características del grupo son muy innovadoras ya que es un grupo mixto con hombres y mujeres “víctimas” y “abusadores”, obteniendo como resultado “víctimas” aprendiendo de viva voz acerca de los factores que llevan a un individuo a fungir el rol de “abusador” y “abusadores” siendo sensibilizados y aprendiendo de testimonios reales acerca del sufrimiento de una “víctima”. Los resultados han sido grandiosos y los cambios evidentes. Así como mi interés en empoderar, informar y apoyar mujeres y hombres a salir de situaciones de violencia, existen muchas organizaciones estatales y nacionales trabajando para disminuir los índices de violencia hacia las mujeres en nuestro país. Según “National Domestic Violence Hotline” (1) recibe 600 llamadas al día de personas que están siendo víctimas de violencia doméstica, 4 millones de mujeres estadounidenses sufren una agresión grave por parte de una pareja durante un periodo promedio de 12 meses. • En promedio más de tres mujeres son asesinadas cada día por sus esposos o n
Posted on: Sun, 27 Oct 2013 01:51:00 +0000
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