En este momento ejerceré mi derecho a ser frívola de vez en cuando. Debido a cierto evento social que ocurrirá próximamente, me vi en la necesidad de ir a comprar un vestido de aquellos muy muy bonitos que te cuestan un riñón. Ya habiendo entregado el riñón y todavía adolorida por tal cirugía, se me atravesaron unos zapatos que no sé ni cómo describir. Eran unas máquinas rarísimas, unos edificios futuristas, no lo sé. Una pieza de arte conceptual. Unos zapatos imposibles, como sacados del estudio de Andy Warhol. Como era de esperarse, tuve que probármelos (son de mi talla, están a mitad de precio, porque quién jodidos podría comprar esos artefactos, peor aún al precio que originalmente les habían puesto). Fue toda una hazaña subirme en ellos y, para mi sorpresa, podía caminar sin verme como equilibrista en desgracia. Claro que producen un cierto dolor en el tobillo debido al ángulo extraño en el que queda el pie, cosa que no había sentido ni con los tacones más altos de aguja que me he puesto en toda mi vida. Me bajé de los zapatos, los contemplé y salí huyendo de la tienda, antes de que se me saliera la tarjeta de crédito de la bolsa. Mañana debo ir a tallarme el vestido, mañana los veré de nuevo y no puedo dejar de pensar en lo divinos que se me miraban y que, incluso aunque nunca llegara a ponerme los famosos zapatos, se verían geniales como piezas decorativas en mi sala.
Posted on: Sun, 28 Jul 2013 02:27:14 +0000
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