En general, amo mi propia música. Decirlo no es un acto de altanerÃa, vanidad, egocentrismo ni nada por el estilo. Lo digo objetivamente, porque asà siento. Concebida en balances hormonales, en mis emociones, mis neuronas ejecutan incomprensibles operaciones de cálculo que indican qué grupo de notas viene después, qué textura, qué intensidad, qué patrón, qué sensación corre por mis venas y por mi espina dorsal en ese momento en el que esa idea es concebida. No me gusta dejar demasiado espacio a la aleatoriedad, aunque reconozco que en ocasiones puede llegar a desempeñar un papel importante. A mi música la considero dotada de una masculinidad intrÃnseca, que tantas veces muestra rasgos de mi personalidad, excepto cuando imito. Por poner algún ejemplo: en ocasiones, meticulosa y sentimental; en otras, agresiva, aplastante, invasiva. Intento siempre hallarme en la búsqueda de reflejar a través del sonido las sensaciones que tendrÃa si viviese por ese instante por ejemplo alguna de las lejanas utopÃas tecnológicas de mis sueños o una particular historia romántica. Mi música es para mà un paraÃso personal donde se funden lo onÃrico, las fabulaciones, la realidad del universo humanamente comprensible que captan mis sentidos y un sinfÃn de irracionalidades que no consigo describir excepto haciendo música, porque quizás las palabras se queden cortas. Quizás nuestro lenguaje hablado se quede en algo demasiado abstracto; por eso existe la música, que es un lenguaje universal. Todo en la naturaleza tiene su vibración, sus armónicos, su sonido caracterÃstico: desde el zumbido de una abeja a la explosión de una supernova en Si bemol 57 octavas por debajo del Do central o la vorágine de un agujero negro entonando también en Si bemol. No sin coincidencia, amo la tonalidad de Si bemol mayor. Mi música es mi pasión más profunda, el motor principal de mi universo particular en este momento de mi vida. Cada sonido es un poema; cada instrumento, dependiendo de los matices espacio-temporales que le doy, me cuenta una historia totalmente distinta. Lo más bonito y enriquecedor de todo es que a pesar de transmitir cosas, no deja de ser una experiencia muy subjetiva. La música es, desde mi modesto punto de vista, algo sagrado, trascendente, elevado. Me considero ampliamente afortunado de poseer casi a diario las herramientas necesarias para ser el creador de un mundo nuevo, que ya de por sÃ, al menos para mÃ, es mágico. Hoy confieso estar profundamente agradecido a la vida, por darme la posibilidad un dÃa más de poder dedicarme a lo que más me apasiona y de hacer cada dÃa más realista y alcanzable lo que antaño se me antojaba imposible.
Posted on: Fri, 12 Jul 2013 11:08:44 +0000
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