En un mundo en que la complejidad se volvió, hace décadas, un - TopicsExpress



          

En un mundo en que la complejidad se volvió, hace décadas, un paradigma para filósofos, sociólogos, científicos… el determinismo oficialista crea un profundo sosiego. Debe ser apaciguador saber que alguien posee la verdad en una realidad tan cambiante y mutante. Debe ser grandioso saber que el Gobierno siempre marca la ruta y también dice la última palabra. Que algo o alguien forje tantas certidumbres en un mundo donde el reto es administrar el caos, seguramente es muy tranquilizador. El asambleísta Mauro Andino, por ejemplo, es un emisor de verdades. Él fue el gran operador político de la Ley de comunicación. Una suerte de sacerdote mayor dentro de las tropas oficiales. Ahora que se aprobó esa Ley, los críticos que se opusieron durante los cuatro años que él menciona de debate, deben mutar en adoradores obstinados. Y quienes se opongan son –él no tiene dudas– linchadores. Sujetos, entonces, que deben investigados y, como manda su Ley, condenados por esa actitud que ha pasado a ser casi delictiva. Las verdades del asambleísta Andino tienen una gran ventaja: se demuestran por sí solas. “No se trata de una Ley mordaza –dijo por ejemplo–. Revisen, allí se habla de libertad de expresión, de la libertad de información de todos los ciudadanos”. En claro, Andino deja la complejidad de lo que legisla para científicos y filósofos. El mundo lo articula en ese espacio opresivo que ayudó a fabricar entre el determinismo que profesa y los castigos que parió: él produjo la Ley, él la interpreta, él señala los herejes, él dicta la línea para aquellos oficialistas que se convertirán en guardianes de su ortodoxia… Los encargados de castigar. Porque si en la Ley se habla de que hay libertad de expresión, pues hay libertad de expresión. Elemental, ¿no? Lo grato en ese mundo donde dos y dos suman lo que el poder quiere, es que no hay que hacerse preguntas. Eso facilita la vida. Basta con aceptar lo que dicen los emisores de verdades oficiales. Esa es la escuela de moda en el país. El mecanismo de enseñanza es sencillo y está concebido para formar una opinión pública que, con petrodólares, una clase media en ascenso vertiginoso, profusión de vitrinas y una dosis de narcisismo imparable, quiere precisamente no hacerse preguntas. El mecanismo de verdades oficiales es de geometría variable pero obedece, en general, a dos preceptos: en cualquier tema, el Gobierno pone la primera palabra y se queda con la última. No trata de dar forma democrática a la complejidad: eso sería dudar y la duda es sinónimo de herejía para los fabricantes de verdades. Su imperativo es implantar sus certezas si es necesario por encima de la lógica, la razón, el sentido común o esa complejidad de la realidad que debiera ser el mayor reto, en este momento, para la política y el periodismo. Poner la primera palabra es ubicar su agenda como la única posible. Las demás, ya se sabe, son agendas personales o persiguen torvos intereses. Quedarse con la última palabra es mostrar que, a pesar de los supuestos ensayos desestabilizadores o linchamientos mediáticos, su verdad brilla intacta. La lógica del cruzado, eso también se sabe, es unívoca y autorreferencial. Se apoya en una gran propaganda y una cadena de insultadores que acosan sin cese a las voces disidentes. Lo hacen ocultándose tras seudónimos, redes progubernamentales o mala ortografía para disimular su cobardía. Los medios de comunicación del Gobierno cierran ahora ese círculo que remeda la tarea de los famosos intocables: entran, limpian y salen. El aparato oficial trabaja la opinión pública sin parar, impulsado por un determinismo ciego que se nutre con algunas obsesiones: quedarse con la última palabra. Desacreditar a quienes no hacen parte del coro. Imponer como sea, ante quien sea, su supuesta superioridad moral. Creerse la mayor y única referencia posible. Pensar la realidad bajo un determinismo obsoleto y mezquino. Concebirse eternos. Insultar sin tregua. Amenazar. Castigar cobardemente como prueban los casos de los chicos del Central Técnico, Mery Zamora, Pepe Acacho… Mauro Andino dizque quería modernizar el periodismo. Lo hizo: ahora los ciudadanos que se oponen a su Ley y lo dicen, están a un paso de ser forajidos. Hay avances, sin duda.
Posted on: Mon, 22 Jul 2013 01:04:18 +0000

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