Era Frasquito un señor Que con primor ejercía Detrás de su - TopicsExpress



          

Era Frasquito un señor Que con primor ejercía Detrás de su mostrador En el que tanto vendía. Era un tanto rellenito; Y una alopecia severa Le dejó cual calavera Su cabeza, ¡pobrecito! Era un hombre divertido, Locuaz y muy agradable Con todos sus conocidos. Era un tipo formidable. Era, además, muy gracioso, Dicharachero y locuaz, Y a pesar de no ser mozo Era, también, muy salaz. Vislumbrar a una mujer Fuera guapa o fuera fea, Chata, española o hebrea, Era su mayor placer. A veces me refería Cuando iba yo a su tienda: La jodienda - me decía - Nunca, nunca tendrá enmienda Así, que se prodigaba Con sus piropos lascivos Cuando alguna le compraba Los mandados preceptivos. Una había en particular Que, cada vez que la veía Frente a su tienda pasar, Frasquito se derretía. ¡Ay, por Dios, por Dios, qué tía! Ninguna debería ser Más guapa que mi mujer, Y así, yo no sufriría. Aunque no se hubo tratado De otro mal que padecía, Estaba muy afectado. Era de piromanía. Situado en las Cuatro Esquinas, Con petardos bombardeaba Todo el radio que alcanzaba Su estupendo tirachinas. Cuando se ponía en el muro Del puente, por la mañana, El bombazo era seguro En los pies de la gitana. Esta gitana vivía Entre La Rosa y el Puente, Y Frasquito le dio un día Un petardazo en la frente. ¡Qué le gustaba tirar Petardos de gran estruendo! Una vez tiró en el bar De Atanasio uno tremendo. Y, ¿a quién le vino a explotar? A una vieja campesina Que no estaba muy mollar Por culpa del vino Quina. ¡Un número de comedia!: La mujer se cayó al suelo, Se le rompieron las medias Y se le rajó el pañuelo. Atanasio, circunspecto, Tenía la piel amarilla, Los ojos como bombillas Y de cadáver su aspecto. Cuando articuló palabra Le espetó en alto a Frasquito, Que estaba también blanquito, ¡Frasco, estás como una cabra! Total, la mujer recobra Por fín el conocimiento Y se incorporó cual cobra Ávida de ensañamiento. ¡ Ay, que me iban matando! Qué hijo de zu madre ha cío. -Esto lo decía gritando- ¿Adónde está el malnacío? El bárman la consolaba Dándole lo que quería: -Una cerveza bien fría- Pero no le contestaba. Dicha acción se repetía Cada vez que terminaba Las cervezas que bebía, Las mismas que no pagaba. Algo hay aquí que me huele Muy mal, - sugiere el mesero- Pues, ¿quién después de un telele bebe con tanto venero? Lo cierto es que la señora Cogió un pedo tan cantudo Que, hasta pasadas dos horas, Incorporarse no pudo. Tenía Atanasio razón Cuando le dio en el olfato Que, si se tiene ocasión, Son provechosos los flatos. Mas de aquel amargo rato Fue don Francisco, el tendero, Quien pagó todos los platos Rotos. ¡Por dinamitero! Aduciendo que llevaba Despachando todo el día. Además, ¿dónde tenía La prueba que le inculpaba? Por el cariz que tomaba La discusión, parecía Que nunca terminaría, Pero, al final, todo acaba. Pero, ¡cómo terminó!: Salió bramando Moscoso, Y, a poco que se alejó, Sonó otro estruendo horroroso. Paco perdió la muleta, La tez se le demudó Y, el pobre, se desplomó, Y se cayó dando tretas. Lo levantaron muy lacio Un muchacho que pasaba Y la mujer de Atanasio. Y, a esto, el cabo que llegaba Con el guardia Trabalón. Los mismos que lo asistieron Le dieron la información Que los civiles pidieron. Solo estaba el artefacto, Pero, al autor no lo vieron; Y, al no cogerlo ip-sofacto... -Eso fue lo que dijeron- El gentío empezó a llegar Y, ante aquella perspectiva, No quedaba alternativa: Tuvieron que denunciar. Como aquello era un delito, El pobre damnificado Les dijo que era Frasquito El que se lo había tirado. Ambos fueron convocados Por el juez de esta ciudad A la sala del juzgado De nuestra localidad. -Mira, los dos litigantes, El secretario, el fiscal Y el juez sentado delante... Era una escena irreal-. En los litigios locales El fiscal era el cartero, El juez era un tal González Y el secretario un obrero Del foro municipal, Paco, creo que se llamaba, Y de alguacil se empleaba A la policía local. Aquella adicción de Frasco Alarmó a la vecindad, Pues, nuestra localidad, Emulaba ya al país vasco Por los bombazos inquinos Que estallaban por doquier Asustando a los vecinos Del orto al atardecer. Los blancos mas preferidos Eran, siempre, parroquianos Con fama de retorcidos O tullidos veteranos. Así, un tullido, Moscoso, Era el mayor objetivo Y el que mas sufrió el acoso De las bombas, sin motivo. Y, un día que estaba en la plaza Solo, sentado en un banco, Justo enfrente de la casa Que habitaba Diego Blanco, Le pegaron un bombazo Que se tuvo que mear, Pues le vino a explosionar Al centro del espinazo. Ese fue el definitvo Para que, lleno de enojo, De ira y de rabia, aquel cojo, Aludiera así al furtivo Esgrimiendo una muleta En un tono amenazante: Cuando lo tenga delante le voy a romper la jeta. Mas cuando estuvo repuesto, Con espasmódicos pasos Y a golpes de muletazos Se fue a buscar al supuesto Soldado de artillería que estaba en su domicilio hablando supercherías con Juan, Diego y con Emilio. Allí le increpó y rompió Una vieja estantería Con el bastón que esgrimía, El cual, también se partió. Por fin pudo hablar Frasquito Al fiero interlocutor, Lo hizo en clave de estupor Fingido, y muy despacito. Categórico negaba Y en falso se defendía De aquella infame autoría De que Paco le acusaba Comienza la fiscalía Poniendo Los Sacramentos Para tomar juramento Tal cual la ley exigía. ¿Jura usted y... tal..., Frasquito...? Sí, juro... Y, usted, Moscoso...? Sí, juro, pero repito, Que Frasco es un mentiroso. Cómo, qué quiere decir? -Le inquiere su señoría-. Lo que acaba usted de oír: que es un perjuro,- decía-. Señalando hacia el armario, Dijo el juez al alguacil: Dele el Código Civil que está arriba, al secretario Era un libro muy usado Con ambas tapas en rojo, Y, tras de ser consultado, Dijo el juez a Paco el Cojo: Paco, si usted no acredita Esa grave acusación, Para que no la repita, Se le impondrá una sanción Después de aquella advertencia Ya, Paco, el pobre, intuía, Cual iba a ser la sentencia Que aquel juez impartiría. En un cuaderno anotaba El juez lo que acontecía, Y el fiscal le preguntaba Que en qué delito incurría. Se reanuda la sesión, Y empieza el juez preguntando Que cual es la acusación, A Paco, que está espetando. Paco, de modo avernal, Llamó cobarde y proscrito, Malnacido y criminal, Al litigante Frasquito. Es usted muy visceral, Pero, omite, sin embargo, La aclaración de los cargos -Esto lo expresó el fiscal-. Yo le acuso de acosarme con bombazos estruendosos que lograron alcanzarme tres, de los más peligrosos Frasco, usted, ¿qué va a alegar? Que no es verdad, señor juez, ¿Quién me ha visto alguna vez las bombas manipular? Escuchado el comentario, Se puso a deliberar El juez con el secretario. Y Frasco empezó a pensar. Y aprovechó la ocasión E hizo acopio de su chanza, Y, alzándose el cinturón, De, entre la blusa y la panza, Se sacó el tío un artefacto Que, de modo belicoso, Se lo mostraba a Moscoso. Éste quedó estupefacto. Pero, reaccionó gritando: ¡Mire, mire, señoría! -¡¿Qué?!- una bomba que tenía y me la estaba enseñando No diga usted tonterías ¿Que no?, venga, registrarlo Usted, Paco, ¿no sabía que no podemos tocarlo? Señor fiscal, ¿no es así? ¿Verdad, señor secretario? Si, señor, lo pone aquí -dijo mirando un glosario-. Diga, entonces, ¿qué puñetas Hago yo aquí en esta sala? -Hablaba el de las muletas Furioso como un bengala-. Y, así, y como consecuencia De ese proceder, Moscoso, Perdió toda su paciencia Y se levantó furioso. Y, le dice el cojo al juez: Ya estoy yo, pero, en la calle, y no vuelvo aquí otra vez aunque éste me ametralle. ------------------------------- Añado en el colofón Que he puesto en solfa esta historia Para que, mi población, La conserve en su memoria. Agosto, 2001. E.V.S.
Posted on: Mon, 04 Nov 2013 13:43:00 +0000

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