Escenas de novela Por Diego Marín Contreras Si algo - TopicsExpress



          

Escenas de novela Por Diego Marín Contreras Si algo demostró el siglo XX –“he aquí el tiempo de los asesinos”, había profetizado el poeta Arthur Rimbaud– es que el ser humano no necesita convertirse en una cucaracha para que lo traten como si lo fuera. Las dos guerras mundiales, los campos de concentración de los nazis, los genocidios de Stalin y las masacres que algún tiranuelo de segunda organizaba cada tanto en un lado o en otro, así se encargaron de demostrarlo hasta la náusea, que no en balde fue el título de una obra de Jean Paul Sastre. Pero una novela, La Metamorfosis, de Franz Kafka –cuyas hermanas morirían en los campos de la muerte de Hitler–, lo había vaticinado décadas antes, en ese lenguaje con el que sólo los escritores de verdad saben decir las cosas: “Al despertarse una mañana, Gregorio Samsa se vio convertido en un horrible insecto”. Eso es arte, lo demás es historia. Esta última no es más que lodo; aquél no es más que oro. El arte convierte en oro el lodo de la historia. El escritor es un mago, un alquimista que en vez de elementos químicos utiliza palabras que mezcla una y otra vez en el laboratorio de su imaginación. Siempre en busca de la piedra filosofal, del elixir de la eterna juventud, del cáliz sagrado, el novelista hace de esa búsqueda la razón de ser de su existencia misteriosa hasta para él mismo. Kafka no sabía lo que estaba diciendo, pero eso es lo de menos. Lo que queda es la obra, la novela, que leída en perspectiva nos da la clave de nuestro tiempo, que es todos los tiempos. Tampoco sabía ese barranquillero por vocación, que se llamaba Miguel de Cervantes Saavedra, en su increíble capacidad para mamarle gallo a todo, que mientras contaba la historia de Alonso Quijano EL Bueno, a quien la mucha lectura de los libros de caballería “le había secado el celebro”, estaba fundando nada menos que la novela moderna. Fundación gloriosa, feliz, dicho sea de paso, si uno piensa que ese yo novelístico, el de Don Quijote, que libre y dichoso sale a cabalgar por los campos de La Mancha, nada menos que para cambiar el mundo, habría de terminar, trescientos y tantos años más tarde, en la soledad de Gregorio Samsa encerrado en su habitación precisamente porque no ha podido cambiar el mundo. El arte es una alegoría, una metáfora de todo lo que somos y lo que hemos sido. Como en el lenguaje de los niños, de los borrachos, los locos y los iniciados en el arte está la verdad. In arte veritas. Lodo y oro, lodo transmutado en oro. Cuánto no hemos aprendido leyendo esas novelas, que nos invitan a leernos a nosotros mismos, a separar con honestidad qué tanto hay de lodo y de oro en nuestras propias almas. Porque la novela, como todo el arte auténtico, no es más que un intento, fallido, pero heroico siempre, de responder a las famosas tres preguntas que están en un cuadro de Paul Gauguin: “¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos?” Lo que no ha sido escrito en pos de esos interrogantes no es más que basura, lodo más lodo, así sea un éxito en ventas o el libro de moda según las revistas de farándula. Además, la verdadera novela crea su propia tradición: Gregorio Samsa ya estaba previsto en Don Quijote. A Kafka se lo inventó Miguel de Cervantes un día que amaneció deprimido. De igual manera, Julian Sorel, el desadaptado protagonista de Rojo y Negro, de Stendhal, prefigura a Mersault, el personaje de El Extranjero de Albert Camus. Mersault es un inocente asesino. Ha matado a unos árabes en una playa, pero no sabe muy bien por qué. El sol, explica con indiferencia, lo ha encandilado. También ignora por qué no ha llorado en el entierro de su madre, Su vida, en general, le resulta extraña –en realidad, así se titula la obra: El Extraño–, tanto como podrían resultarnos a ti y a mí, lector, estas vidas que llamamos nuestras si no empezáramos a leerlas como si fueran escenas de novela, que lo son, sin duda alguna. Porque la gran lección de los creadores consiste en decirnos que nosotros también somos capaces de crear. Esta columna, esta palabra, este punto final. Lo demás es lodo.
Posted on: Tue, 05 Nov 2013 13:52:40 +0000

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