España, 9:00 PM - Dime que eso no es estofado. Penélope - TopicsExpress



          

España, 9:00 PM - Dime que eso no es estofado. Penélope salió del largo pasillo ajustándose la blusa negra. El hombre la miró con los ojos entrecerrados, luciendo su habitual delantal rojo, desde la cocina. - ¿Qué tiene de malo mi estofado? - Pues... Apoyó las manos sobre la encimera. No iba a decirle que era absolutamente incomestible. Había aguantado veintiún años los inventos culinarios de su padre, sabiendo lo importante que eran para él. Pero aquél estofado... Y el pobre de Draco... unidos... no, era demasiado. - ¿A parte de dar asco, cielo? A parte de eso, no tiene nada de malo. La voz de Clea Nell traspasó la estancia. Risueña y tajante, alegre y antipática, todo combinado. Padre e hija se giraron a la vez, para ver a la hermosa mujer que ya estaba sentada en la mesa principal, mirando su móvil. Una aliviada media sonrisa apareció en el rostro de la Ravenclaw, porque en cierto modo su madre había declarado sus pensamientos. El hombre moreno acercó su nariz a la olla y se alejó al momento. Bien, lo que era bien, no olía. Debía reconocerlo. Apagó el fuego y se quitó el delantal. - Pediré italiano -suspiró derrotado y se dirigió al teléfono- ¿a ese chico le gusta la carne? ¿o es de vuestra secta? - Le gusta -contestó Penélope, ignorando su opinión sobre el vegetarianismo. Estaba aplastando con la mano, por quinta vez, las pocas arrugas que había dejado el mantel, haciendo honor a su perfeccionismo preocupante. Pero de pronto, se quedó helada. Sí, sabía que le gustaba la carne. Pero igual odiaba la pasta, o la pizza. Igual odiaba Italia. Y sus costumbres. Y su comida. Igual era alérgico a la albahaca. Igual odiaría a sus padres. Igual saldría corriendo de allí. Igual... no. Seguro. "Estúpida", murmuró y cerró los ojos un instante, intentando calmarse. - Un punto menos, entonces -declaró la mujer de cabellos de color casi imposible, rubio caramelo, y sonrió divertida- espero que sea guapo. - Mamá, por favor... no hagas comentarios sobre eso. La miró significativamente. Era capaz de saludar a Draco con un "pero qué bueno estás", y quedarse tan tranquila. La posibilidad de que el chico acabara huyendo de allí estaba empezando a convertirse en hecho. La inseguridad quería paralizarle la garganta. Y que el timbre de la puerta sonara en ese justo momento no ayudó. En su cabeza casi se escuchó como un grito sofocado. Pegó un respingo y miró primero a su padre, y luego a su madre, que se había levantado para apoyarse en la encimera de la cocina con una gran sonrisa divertida. Sonrisa que no auguraba nada bueno. - Vale, ésto es importante para mí -avisó amenazante antes de ir a abrir- Papá, nada de preguntas incómodas. Mamá, cuenta hasta diez antes de hablar, sobretodo al verle... ¿bien? No esperó respuesta, y desapareció por el pasillo dejando un suspiro. Devis Clearwater se apoyó en el mismo lugar que su esposa, cruzando los brazos con una mueca irónica. - Creo que hemos criado a una pequeña dictadora. - Totalmente de acuerdo -añadió Clea, sonriendo- pero es hermosa. Piénsalo, cielo, siempre podremos venderla por algunos camellos. Las risas del hombre resonaron en las paredes del pequeño piso, mientras Penélope abría la puerta con la nariz ligeramente arrugada... ¿qué Merlines les hacía tanta gracia? Justo ahora, cuando ella se quería morir. Como siempre, todas las inseguridades desaparecieron al verle. ¿Podría haber alguien más perfecto sobre la Tierra? Lo dudaba. Se acercó, sonriendo, a los labios de su perdición antes de dejarlos pasar, por primera vez -y esperaba que no por última- a su hogar.
Posted on: Wed, 02 Oct 2013 21:31:55 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015