Esta es la historia corta de un pintor que nunca supo que tuvo - TopicsExpress



          

Esta es la historia corta de un pintor que nunca supo que tuvo éxito. De niño pasaba todas sus tardes sentado en el techo de la modesta vivienda de sus padres, sumergiéndose en el mar de imágenes y formas que le prodigaba el follaje de los árboles, la luz corriendo entre el suave movimiento de las ramas que se movían al ritmo del cálido soplar del viento. Navegaba entre esas historias que le inventaba el viento y que se tejían con los aromas húmedos del atardecer, escenificadas por la complicidad de las hojas con la luz del sol vespertino. Pintaba en el lienzo de su mente porque no tenía otra posibilidad y cuando pudo obtener material, pasaba horas dibujando sin tomar en cuenta el tiempo, quedándose frecuentemente envuelto por la oscuridad del anochecer. Infinidad de veces se perdió en el gozo que sentía al dibujar el contorno de las figuras femeninas que copiaba al sobreponer una hoja de papel en las fotografías de algún libro. No podía entender esa sensación extraña pero placentera que invadía su cuerpo y su mente. No sabía porque en esos momentos su espacio era invadido por ricos aromas que lo conducían a un mundo divino. Y creció soñando que sería un gran pintor. Un día llegó a sus manos un libro que le regaló su Padre. En ese libro pudo conocer la historia de un gran dibujante y se deleito con sus obras, hermosas y poderosas imágenes que observó detenidamente por horas, días, meses y años, hasta que ese libro se perdió en el descuido provocado por la búsqueda de su identidad. Aunque en una ocasión participó en un curso de pintura y recibió elogios por su capacidad, sintió que la estructura lo limitaba y nunca estudió método alguno. Sin darse cuenta, un día siguió al otro y estos se convirtieron en años dejando muy atrás su juventud hasta el momento que un día despertó en la soledad de su vivienda y al mirarse al espejo reconoció a un hombre mayor, de larga y descuidada barba, el cabello entintado de blanco, con los ojos ligeramente caídos y rematados por notorios surcos en su piel. Había pintado en muchas paredes, en lienzos de tela, en cartón. Formó muchas mas historias en las caprichosas imágenes que encontraba en la unión de luz y sombra, pero nunca consiguió el reconocimiento de nadie. Quizá jamás lo buscó. Una noche, muy cansado pero sin poder dormir y después de dar muchas vueltas en su cama, sintió la imperante necesidad de tomar uno de sus pinceles. Cargando suavemente su pincel con una hermosa mezcla de colores comenzó a pintar en el aire sin importarle nada más que seguir las formas de su inspiración. Pintó y pintó sin parar. Mágicamente los colores formaron texturas y dimensiones maravillosas. La primera noche pintó un hermoso torso femenino con delicadas y perfectas líneas curvas. En cada pincelada entregaba su alma y espíritu, en cada pincelada una lágrima. Continuó sin detenerse ni por un instante. Poco importaba el alimento físico si el alma obtenía nutrimento de su creación. No importó si era de día o noche, mucho menos sentía cansancio al formar con sus pinceles un par de hermosos senos, perfectas gotas coronadas por unos pezones celestiales. Continuó pintando día y noche, sólo deteniéndose para sorber un poco de agua y cargar más colores. Para la cuarta noche ya había completado las piernas y los brazos, de formas y dimensiones tan bellas que era imposible mantener el aliento ante su perfección. Entregado y sumergido en el éxtasis que provocaba su creación de proporciones divinas, no olvido detalle alguno, poniendo su máxima concentración en lo minúsculo. Para la octava noche, esquelético, demacrado y ojeroso, había logrado completar en su totalidad una bellísima Mujer, perfecta, la cual solo podría describir si acudo a la sublime concepción que tenemos de un ángel. Justo en ese momento se dio cuenta que en su bello rostro hacía falta algo para darle el realismo que lo acercaría a la perfección absoluta. Sus labios se mostraban pálidos. Inmediatamente buscó en su paleta el carmesí y aunque desesperadamente revisó todo a su alrededor, fue infructuoso su intento. Llegaba la novena noche y no encontrando el color perfecto, de pronto, volteó la mirada hacia su muñeca izquierda en la que notoriamente se apreciaban sus venas. Sin dudarlo tomó una navaja y se hizo un profundo corte provocando la salida del vital fluido. Cuidadosamente remojó su pincel en su sangre y con la delicadeza de quien da vida, coloreó firmemente los bellos labios y de manera gradual cada parte de su creación. Finalmente había logrado lo que tanto anhelaba, se encontró con la paz en su alma. En el último latido de su corazón dio un beso a los labios de esa bella Mujer que había pintado y cerró los ojos para partir de este mundo con una sonrisa
Posted on: Thu, 15 Aug 2013 21:48:04 +0000

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