“¿Esto es un vaso o un caballo?” Era un clásico la noche de - TopicsExpress



          

“¿Esto es un vaso o un caballo?” Era un clásico la noche de barajas en lo del “Flaco” Gonzalez, frente de la estación, el “Flaco” vivía al lado o casi al lado de la casa de Jorgito Vega, un desprolijo muy simpático, su casa era una de esas casas de antes de chapa pintada de color aluminio muy confortables con patio grande, con el “Flaco”, no tenia mucha onda, si bien habíamos sido compañeros en la cuarenta y tres, de adolescentes no nos pasábamos mucho, y el “Flaco” eso me lo hacía notar cuando íbamos a su casa, pero igual nos tratábamos, quizás le hubiera quedado algún resentimiento del colegio, yo era muy inquieto, muy revoltoso y seguro que él lo habría sufrido, y el “Flaco” Carlos en el colegio era un poco miedoso o de poco carácter pero “zorro” no obstante como yo estaba con mi barrita de siempre, Barco, Raffa, Papi Morell, Ivan Medigovich; Cachito Asalini y otros, siempre terminábamos jugando al monte en la casa del “Flaco” Carlos, hasta la madrugada o hasta el otro día, y como todos saben el monte es un juego donde se hacen piloncitos de barajas con el mazo criollo y la carta más alta gana, y claro jugábamos por plata, y eran noches interminables que las combinábamos con alguna charla que a veces pretendían tener algo de la filosofía de la adolescencia de un barrio como Domínico, una filosofía nada rebuscada pero con una idea cierta de lo que era la cultura y de lo que era la vagancia, y la idea era estar e con un pie en cada lado uno en la cultura pero otro y bien firme en la vagancia. Y acá quiero aclarar que lo de la cultura no era una cuestión de voluntad de estudio ni mucho menos, me refiero una cultura popular pero no en el sentido que se le da ahora, sino en el sentido de cultura real, ya que ahora se le dice cultura a cualquier manifestación del hombre, esto es toda una definición política, o sea si un tipo haga lo que haga, mal o bien eso es cultura, no estoy de acuerdo pero en fin… no, me estoy refiriendo a que fuera del colegio, nosotros, y yo especialmente leíamos algo, como las Rimas de Bequer, o la poesía de Alberti, y con Barco y Raffa en el centro, en la Capital, íbamos al café “La Paz”, ese que estaba y está en Montevideo y Corrientes creo, y escribíamos algo, como “Con tétrica obsesión, truncose una ilusión, dejando como saldo, sangrando un corazón” esto es mío de aquella época, sutil pero audaz también en las cosas del amor ,y nos juntábamos con algunos jóvenes y poetas mayores, que recitaban, cada uno lo suyo, a veces venían personajes importantes, o conocidos, y quiero contar aquí algo que me llamó mucho la atención y que todavía registro y muy fresco en mi memoria, había venido un señor calvo, poeta el hombre, decían muy importante, yo de verdad nunca supe su nombre, así que no sería tan importante, y éramos muchos jóvenes casi todos de Capital y entre ellos estábamos Barco, Raffa y yo, y había chicas y muchachos sentados alrededor del vejete que recitaba sus poemas con su calva blanca y su poquito pelo y su bigote “pintado” de color castaño claro, así estábamos hasta que en un momento dado, veo que el sujeto de marras, que tenía una impresionante rubia de diecinueve años mas o menos con minifalda tan chiquita que sentada parecía que sólo tenía las piernas, blancas, muy finas, con formas redondeadas, hermosas… el escritor estaba entre sesenta y la muerte, la rubia tenía el pelo corto y era muy simpática y se reía mucho cuando veo que en un momento el poeta que “vendía” sus ilusiones escritas por ser acompañado por esa juventud curiosa que éramos nosotros, en realidad le interesaban sólo las muchachas y el halago de algún “chupamedias”, que siempre los hubo y los habrá en todo medio, cuando veo que baja su mano y le empieza a acariciar la pierna a la rubia que se reía sin mostrar ninguna afección o molestia por lo que pasaba con el anciano, cuando lo miro a Barco que también se reía y que igualmente que yo se había dado cuenta, me acerco y le digo al oído “…Barco, le está acariciando la pierna a la rubia el viejo!!!”, y él me responde, bajito y sonriente “…Sí, se la quiere llevar…”, a lo que yo le contesto, “Pero si es poeta…” Siempre me quedó la duda si un poeta tenía que recurrir a la necesidad hormonal en decadencia en este puntual caso, para acercarse a una fémina, y se entiende lo que digo si se piensa que nosotros veníamos de Bequer…y sigo pensando lo mismo, gracias a Dios, a Bequer, y a esas ilusiones de amor que habían nacido en ese Domínico profundo, que si bien tenía a Bequer, también tenía a “Bolita”, ese casi siniestro personaje de la pocilga donde Jorge Feliú me llevó a “debutar” a los dieciséis años con el preservativo en un bolsillo y con diez pesos en el otro… Aquí se ve bien claro eso de un pie en la cultura y el otro en la vagancia, la cultura era lo que rescatabas en tu casa, en la iglesia, en la escuela, en el club, y la vagancia ese submundo que vivíamos y estábamos necesitados de vivir como la experiencia horrible que tuve en la casa de “Bolita”, ese marginal que vivía en la pocilga pasando el arroyo yendo por Baradero donde llevaban a las “chicas de la vida…”,para que nosotros “nos hagamos hombres” para casarnos con “las chicas de la muerte…” Decía que estábamos jugando al monte en la casa del “Flaco” Carlos, cuando tarde tipo las dos de la mañana, golpean las manos y aparece el “genial” Horacio Perez, gran jugador de fútbol y chico de gran prestancia, y delicadeza, alguien le abre y el sonriente Horacio entra en la noche de la historia. Se sitúa en una punta de la mesa y mostrando un vaso pregunta, “¿Esto es un vaso o un caballo?”, todos lo miramos extrañados y por supuesto que todos le decimos un vaso, y seguimos jugando ensimismados en ganar en ese sórdido juego de madrugada que era el monte por plata... Sin embargo yo me quedé pensando hasta el día de hoy, como este juvenil amigo nos proponía un mundo distinto con su pregunta, un mundo de fantasía que me acompañaría toda la vida, hoy podría decir que en ese momento Horacio había dejado de lado la figura aristotélica del tercero excluido, que es, verdadero o falso, lo tercero se excluye, pero eso es otra historia. Lo importante es su recuerdo y su pregunta que resuena todos los días en mis oídos, “¿Esto es un vaso o un caballo?”. Carlos Sueldo. 30-7-2013.
Posted on: Tue, 30 Jul 2013 07:20:06 +0000

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