Eustacio Cardenas Se paseaba por el cielo, iba y venia incesante, yo llevaba en la mano una copa con traguito, mis llaves prestas y un par de hojas de papel. no pude entrar, sentí su mirada por encima de mi hombro derecho y de manera instantánea la voltee a ver, súbito, rápido y enérgico cual estirado resorte, ahí estaba ella mirándome desde ese cielo con escasas nubes y por encima de los arboles, tenia un resplandor extraño, blanco y reluciente pero a la vez sórdido y plagado de murmullos. detrás de mi llegaba Edelmira con su incesante cola que revuela segundo a segundo, su desasosiego parpadeo y su amplio ímpetu, su energía que el buen senior de la saturas le ha regalado, yo no quería entrar, no podía, no me era suficiente la voluntad de mi cansado cuerpo, la oscuridad se miraba invadía por el paradójico reflejo de la luz del sol, que aun habiendo huido por detrás de la montañas se dejaba hacer presente con los arreboles de la tarde y con la inmensa luz que daba a su inmensa compañera; Oh luna de mis noches fría! Luna de mis sórdidos desvelos, luna que corriendo te encaramas, que vas hacia el infinito de las horas muertas, luna que terca coadyuvas a la acentuación de mis desgarradas penas, te bendigo hoy luna mistral, luna misma que desistes de tus lúgubres atuendos en los mengues de tu alma terminante, luna que sonríes a las tardes de arreboles y que vuelves tu mirada hacia el suelo de tu esclavo extenuado, a la faz del mas profundo abismo, SALUD!
Posted on: Sun, 23 Jun 2013 15:11:02 +0000
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