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Feliz cumpleanos Maestro Juan Emilio Bosch Gavino! Bosch: Desde la infancia al golpe Bosch: Desde la infancia al golpe de Estado En 1980, el periodista cubano Orlando Castellanos, de Radio Habana Cuba, sometió a Juan Bosch un cuestionario por escrito cuya respuesta debía ser difundida para los oyentes de aquella emisora cubana. El resultado de esa entrevista fue este texto escrito por el propio Bosch y muy poco conocido que recuperamos de los archivos del ex presidente dominicano y entregamos de nuevo a los lectores y lectoras de Camino Real, a propósito del aniversario número 48 del golpe de Estado del 25 de septiembre del 1963. Orlando Castellanos: hablemos de la fecha y lugar de nacimiento, de cómo transcurrieron sus años de infancia, de sus padres, de familiares, amigos o maestros que hayan dejado recuerdos en su memoria. Estudios primarios, secundarios y superiores. Bosch: Nací en La Vega. En cuanto a mi infancia, los recuerdos de esa edad son como vistas fijas o como postales, y de esas postales hay algunas en mi memoria. Por ejemplo, recuerdo el día en que Térsida Álvarez, hija de la familia Álvarez que vivía frente a mi casa, me montaba en un caballito de madera de esos aparatos que en España llaman Tiovivos; recuerdo el trencito de La Vega cargado de muertos y heridos caídos en un combate que había dado en Jeremías el general Nazarito Suardí, detalles que me daba mi madre años después; recuerdo que ciertos días, temprano aún, mi hermano y yo encontramos en el patio de la casa (no en la que nací sino en otra donde nació mi hermana Josefina) el cadáver de un muchachón con un tiro en la frente. Se trataba de una víctima de un ataque a la ciudad de La Vega que había tenido lugar la noche anterior; recuerdo una noche en que en esa misma casa Pepito y yo dormimos en un hoyo que había debajo del piso de madera porque sonaban muchos tiros, y quizá fue al salir del hoyo al día siguiente cuando hallamos al muchachón muerto; y recuerdo una escena que todavía hoy me parece increíble: la de un muchacho que trabajaba en un comercio que había enfrente de la casa (también otra casa, a lo mejor la de alguna otra familia, porque no tengo la menor idea de que vivíamos en ella). Pepito y yo estábamos debajo del piso, tal vez tratando de recoger moneditas que se caían por las rendijas de los pisos de madera, y mirábamos por unas obras hacia la calle. Del otro lado de la calle había unos soldados trajeados de azul. Tengo muy vivo en la memoria el hecho de que uno de ellos llevaba un galón reojo largo que iba desde el hombro hasta el extremo de la manga en forma de V invertida. Dos de los soldados sacaron del comercio a un muchacho blanco, descalzo, y el del galón rojo lo agarró por una mano, saco un machete y de un solo golpe le desprendió la cabeza. Recuerdo que en la calle había agua y la cabeza saltó y cayó en el agua, pero al mismo tiempo del cuello salió un chorro de sangre, y el cuerpo cayó de la acera a la calle. Mi hermano se puso nervioso y lloró mucho. Esa escena debió impresionarlo para toda su vida porque cada vez que veía sangre humana se ponía pálido. También yo debí quedar muy impresionado porque, aunque he contado ese episodio varias veces, nunca lo he hecho para el público y en diferentes ocasiones me ha asaltado ese recuerdo y me he preguntado cómo es posible cortar una cabeza de un solo tajo. ¿Sería que yo soñé eso o sucedió de veras? Por último, tengo otro recuerdo, el de un preso a quien llevaban seguramente hacia La Vega (entonces nosotros vivíamos en El Pino), que pidió que prestaran un cuchillo para sacarse una espina de un dedo de un pie (en esa época tal vez más del 90% de los dominicanos no usaban zapatos) y cuando se lo dieron se lo clavo en el lado derecho del vientre, en el vacío, como le llamaban a esa parte del cuerpo. A partir de cierto momento las postales desaparecen y empiezan a aparecer las imágenes coordinadas en movimientos, pero sin que yo pueda decir dónde comenzaban y donde terminaban esos movimientos; o sea, no tenían antes ni tenían después. Por esa razón, de la mayor parte de los episodios de esa época no podría decir cuales ocurrieron antes y cuales después; es como si estuviera fuera del tiempo. Pero puedo hablar de un comercio pequeño de mi padre adónde iban campesinos a vender cera, maíz, habichuelas (que entonces se llamaban frijoles). Para esos tiempos, como para cuando vivíamos en Río Verde en la casa de mi abuelo, o en El Pino, donde papá tenía recuas de caballos para llevar cargas a la Capital y volver con cargas de otros artículos, la mayoría de los recuerdos son de hechos o dichos de campesinos, de tropas que pasaban por el camino y de alguna persona de La Vega que venía a visitar a papá y de mis primeras maestras, por ejemplo, de Anita Decamps, en El Pino, y de Blanquita Sánchez, en Río Verde. Yo no puedo explicar por qué me sentía tan cerca del campesino. Cuando alguien hablaba despectivamente de los campesinos me sentía herido; me dolía mucho. Tal vez yo tenía desde niño sensibilidad social, y lo digo porque algunas veces mis compañeros de estudios me invitaban a bailes de niños que se daban en el Club de La Vega y nunca fui. ¿Por qué? No sé, pero me parecía que si iba traicionaba a mi padre, que había llegado a La Vega como albañil, y aunque después dejó su oficio y se dedicó al comercio y llegó a ser codueño, con dos socios comanditarios, de un almacén, no podía ser socio del club porque no era de primera, y tengo la impresión de que si le hubieran pedido hacerse socio se habría negado porque mi padre se sintió toda la vida orgulloso de su origen obrero. O. C.: ¿Y su madre, era dominicana? Bosch: Mi madre nació en Puerto Rico, hija de un gallego, Juan Gaviño, y de una puertorriqueña a quien no conocí porque había muerto antes de mi nacimiento. Mi mamá vino al país niña, pero conservó siempre su ciudadanía española. Mi abuelo había llegado al país desde Puerto Rico a trabajar como jefe de campo en un ingenio que tenía el nombre de Puerto Rico y se fue al Cibao antes de la muerte de Lilís. Lo digo porque mamá recordaba que cuando mataron a Lilís la familia vivía en Río Verde. Papá y mamá se conocieron en La Vega. Para 1905 papá había dejado la albañilería porque su nombre (Bosch, José) aparece entre los comerciantes de La Vega en la página 297 del Directorio y Guía General de la República Dominicana de Enrique Dechamps que se publicó en España en 1906. Un año después, en noviembre de 1907, el día 30, nació mi hermano Pepito, que fue el mayor. Yo fui el segundo. O. C.: ¿Su papá, su mamá y sus hermanos fueron su única familia? Bosch: No. Tuve dos tías, hermanas de mamá, Rosa y Juanita. De la primera son hijos Rafael Gastón y Genoveva, que vive en Bonao, casada con Arturo Pérez; y de tía Juanita lo son los hermanos Calventi: Arturo, Vinicio, Rafael, Argentina y Gladys. De mis hermanos viven tres hermanas: Angelita, Josefina y Ana. De la primera tengo tres sobrinos: Virgilio, Milagros y Fernando Ortiz, y de la segunda dos: Osvaldo y José Oscar. Ana no tiene hijos. O. C.: ¿Cómo se dio cuenta de que quería ser escritor? Bosch: Yo no quise ser escritor. Mi vocación era la escultura y la pintura, pero más la primera. Sin embargo, me gustaba leer y leía de todo, ahora, yo compraba mucho los llamados Cuentos de Calleja, que eran unos cuentos ilustrados para niños que publicaba en España una editorial de nombre Calleja. Tal vez eso influyó para que al fin me dedicara a escribir cuentos, pero no puedo asegurarlo, lo que sí recuerdo es que cuando tenía unos ocho años, hacia un periodiquito llamado El Infante que yo mismo escribía a maquinilla y lo vendía en la escuela, y recuerdo también que hice un libro de cuentos, también escrito a maquinilla e ilustrado con dibujos míos y encuadernado por mí, porque en la escuela nos enseñaban oficios, y yo escogí dos: la talla en madera y la encuadernación. Ese librito se quemó cuando se quemó la biblioteca de Federico García Godoy, a quien papá se lo había llevado mucho tiempo antes de que ocurriera ese incendio. O. C.: ¿Y cómo estudiaban usted y su hermano? Bosch: El trabajo lo hacíamos los sábados, los domingos, de tarde y en las vacaciones. Por la mañana íbamos a la escuela y estudiábamos en casa de noche si era necesario, por que si no, nos íbamos a jugar con nuestros compañeritos del barrio. Pero tanto Pepito como yo tuvimos que dejar los estudios temprano. Papá se inventó el negocio de comprar huevos y gallinas y pollos para llevarlos a la Capital, y en cierta época, también a San Pedro de Macorís. O. C.: Al terminar el bachillerato, ¿Qué estudió? Bosch: Nada, porque no me hice bachiller; llegué al tercer año y presenté los exámenes, pero no seguí estudiando. O. C.: ¿Cuándo inicia su carrera literaria? Bosch: Sería unos tres o cuatro años después. De ahí volví a La Vega porque tuve un periodo de agotamiento casi total. Los médicos no atinaban a saber que me pasaba, pero mamá decía que lo que yo necesitaba era descanso, y preguntando aquí y allá se hizo la idea de que debía irme a Constanza, donde efectivamente fui y desde el primer día me sentí nuevo, y después, en 1929, me fui a España, a Barcelona, donde me quedé a vivir, y a Tortosa, la ciudad donde había nacido papá y donde aun vivían dos tíos, mis primos hermanos y mi hermana Angelita. O. C.: ¿Cuándo se convierte en escritor y que le motiva para seleccionar el cuento como género literario? Bosch: No lo sé, porque mi vocación no era ésa; era la escultura y, en otro aspecto, cualquiera ciencia, como la Medicina o la Química. De lo que si soy consciente es que cuando comencé a escribir cuentos en lo que llamaría mi tercera etapa, allá por el año 1920 o 1929, lo que me propuse fue describir en ellos la vida del campesino dominicano. O. C.: ¿Cuál fue su primer libro? Bosch: Camino Real O. C.: ¿Cuál ha sido su época más productiva y por qué? Bosch: Los años que siguieron al golpe de Estado de 1963 hasta ahora debido a que en ellos he escrito varios libros, por lo menos diez, y cientos de artículos; he llevado a cabo una actividad política múltiple y he cumplido una tarea intelectual compleja, primero en el PRD y luego en el PLD, y sobre todo porque en esos años mis ideas se renovaron gracias al conocimiento del marxismo que hice estando en Europa. O. C.: Tiene usted una extensa bibliografía, va desde cuentos, novelas, obras históricas, políticas, biografías. ¿Cuál de todos es el género que le ha producido la mayor satisfacción y cual considera el más logrado? Bosch: En lo que se refiere a satisfacciones, todo trabajo las da, y, por tanto, cualquier trabajo literario me ha producido satisfacciones. En lo que se refiere a géneros, naturalmente, el que llegue a dominar, o por lo menos eso pienso yo, fue el cuento, y en los cuentos que escribí creo que hay algunos que son bastante buenos, o diríamos, pasables, como Los Amos, Luis Pie, La Nochebuena de Encarnación Mendoza, El Indio Manuel Sicuri. O. C.: ¿Qué considera prima más en usted, lo político o lo literario? Bosch: Lo político, aunque en mis primeros treinta años lo que yo tenía no era sensibilidad política sino social; lo que me preocupaba era la injusticia social. O. C.: De las figuras históricas nacionales y universales, ¿Cuál es su personaje favorito y por qué? Bosch: No tengo ningún personaje favorito, pero admiro a muchos hombres y mujeres según lo que cada uno haga o haya hecho. Por ejemplo, en literatura admiro a varios escritores y poetas de otros tiempos y actuales, como Shakespeare, Dostievsky, García Márquez, Julio Cortázar, Neruda, Nicolás Guillén, Pedro Mir, José Martí, Miguel Hernández; en pintura admiro a Ticiano, Velásquez, Picasso; como políticos, a Toussaint Loverture, Lenin, Fidel Castro; como guerrillero, a Máximo Gómez; como escultor, a Augusto Rodin…y podría hacer una lista interminable de los hombre a quienes admiro. O. C.: Cuéntenos su lucha contra Trujillo, ¿Cuándo la inicio? Su vida durante la “era de Trujillo”. ¿Cuándo salió (al exilio)? Bosch: Salí por varias razones, pero la más importante fue que un día Mario Fermín Cabral me pidió que fuera a verlo a hotel Presidente, donde vivía cuando estaba en la Capital, y me dijo, con cara de preocupación, que Trujillo estaba pensando hacerme diputado y que yo debía pensar muy bien lo que debía hacer. Conociendo, como conocía, a Mario Fermín, entendí toda la gravedad de esta advertencia. Aunque la verdad es que yo tenía sensibilidad social, pero no política, y cualquiera que lea los cuentos que escribía entonces, como Guaraguaos, Piloncito, Revolución, Forzados y varios más, puede darse cuenta de que solo un inconsciente o un loco podía escribir esas cosas en pleno régimen de Trujillo. Además, en ese momento se produjo la matanza de los haitianos y se creó una situación política muy tensa, a base de rumores porque nadie se atrevía a hacer el menor movimiento o a hablar en voz alta; y por último, estaba en marcha la guerra de España, que era un factor de agitación, muy fuerte para mí en el terreno puramente sentimental porque yo he tenido siempre una fuerte atadura con el pueblo español, que se fortaleció después de haber vivido en España un año. Entonces salí para Puerto Rico. O. C.: Y en Puerto Rico, ¿de qué vivió? ¿Escribiendo? Boch: No, aunque de algo parecido. Cuando llegamos a Puerto Rico tenía solo 90 dólares, pero encontré que allí se me conocía; por lo menos me conocían en los círculos literarios y a los pocos días tenía amigos que hicieron todo lo posible para ayudarme, y antes del mes estaba trabajando en la transcripción a maquinilla de todo, o casi todo lo que había escrito Hostos, y puedo afirmar que Hostos fue para mí una revelación, algo así como si hubiera vuelto a nacer. Todo lo que él había escrito paso por mis manos durante varios años meses, y por suerte para mí, la escuela hostosiana, la que él había fundado en la República Dominicana, me había dado, a pesar de que sólo llegué al tercer año del bachillerato, los conocimientos necesarios para comprender una obra como la suya. La verdad es que no puedo olvidar esa estancia mía en Puerto Rico, y varias veces he pensado que yo no habría llegado a ser lo que he sido si no hubiera pasado por la experiencia de conocer a Hostos tan íntimamente. Además, haber trabajado con sus papeles me llevó a dar, o que me empujaran a dar otro paso decisivo en mi vida, que fue mi viaje a Cuba, país en el cual iba a vivir muchos años y a desarrollar la limitada capacidad de escritor que tenía y al mismo tiempo a formarme una conciencia política. O. C.: Sobre su exilio, ¿Cuánto tiempo vivió en Cuba? ¿A qué se dedicó además de la lucha contra Trujillo? Bosch: Legalmente residí en Cuba 18 años, pero en la realidad fueron menos porque viajé mucho; estuve en los Estados Unidos, en México, en Guatemala, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Curazao, Europa. Es posible que en viajes nada más consumiera tres años, pero a eso hay que agregar más de otros tres en lo que yo llamaba mi segundo exilio, pues a principios de agosto de 1953 fue hecho preso acusado de ser cómplice en el asalto al Moncada, cosa que no era cierta. En esos años yo vivía en Santa María del Rosario y no tenía contacto con el movimiento antibatistiano. Estuve preso en La Cabaña, junto con Lázaro Peña y otros dirigentes de la CTC, y al salir de allí, por gestiones del general Enrique Loynaz del Castillo, fueron a buscarme preso a Santa María del Rosario y tuve que asilarme en la Embajada de Costa Rica y de ahí salí a Costa Rica. Me parece estar ahora viendo en el aeropuerto a mi mujer cubana y a mis hijos cubanos llorando en el aeropuerto de Rancho Boyeros cuando la policía me llevó a embarcar en un avión que me llevaría a Costa Rica. Volví a comenzar el mes de enero de 1956 y ese mismo año salí hacia Europa en una misión antitrujillista en la que participaron también otros dos dominicanos, Ángel Miolan, que vivía en Cuba, y Nicolás Silfa, que vivía en Nueva York. Me hallaba en Madrid, y por cierto tomando café con dos cubanos, cuando leímos en un periódico la noticia de que Fidel Castro había desembarcado en el Sur del Oriente y que había muerto en combate. Me negué a creer esa noticia, es decir, la de la muerte de Fidel, y no estaba equivocado. De ahí volví a Cuba, adonde llegue en febrero de 1957, y entonces me quede a vivir en La Habana porque mi familia no quiso seguir viviendo en Santa María del Rosario, entre otras razones, porque Doña Carmen tenía que trabajar en La Habana y le consumía mucho tiempo ir directamente a la capital y volver en la tarde a Santa María del Rosario.
Posted on: Sun, 30 Jun 2013 17:18:00 +0000

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