Fiebre amarilla epidemia y cementerio del sud A fines de - TopicsExpress



          

Fiebre amarilla epidemia y cementerio del sud A fines de 1870 se registran numerosos casos de fiebre amarilla en Asunción del Paraguay. En Corrientes, el primer enfermo se detecta en diciembre de ese año y el último en junio de 1871. De 11.000 habitantes que tenía la ciudad, mueren 2.000. Con el año nuevo comienzan a llegar los primeros veteranos de la Guerra del Paraguay. El 27 de enero se conocen tres casos de fiebre amarilla en Buenos Aires. A partir de esa fecha se registra un promedio de diez enfermos diarios. Las autoridades parecen desoír a quienes advierten que se está en presencia de un brote epidémico. La polémica crece y gana los diarios. La municipalidad trabaja intensamente preparando los festejos oficiales del carnaval. A fines de febrero el Dr. Eduardo Wilde asegura que se está en presencia de un brote febril. El bullicio carnavalesco ahoga la voz de este solitario aguafiestas. Marzo empieza con 40 muertes diarias. Todas de fiebre. El pánico sucede a la despreocupación. La peste desborda a los conventillos de San Telmo para, sin prejuicios clasistas, comenzar a golpear a las familias acomodadas del Norte. Se prohíben los bailes. Mucha gente decide abandonar la ciudad. La primera semana de marzo cierra con cien fallecimientos diarios provocados por la fiebre. Algunos diarios informan sobre el flagelo con titulares catastróficos, estimulando a la otra peste que empieza a atacar a los que se salvaron de la fiebre: el terror. Los hospitales generales de Hombres, de Mujeres, el Italiano y la Casa de Expósitos (Casa Cuna) colman su capacidad. Los sesenta médicos que se quedaron, igual que el puñado de enfermeras y sepultureros, no dan abasto. El puerto es puesto en cuarentena y las provincias limítrofes impiden el ingreso de personas y mercaderías procedentes de Buenos Aires. El 13 de marzo se crea la Comisión Popular de lucha contra la fiebre. La encabeza el doctor Roque Perez y están entre otros, Lucio Mansilla, Argerich, Billinghurst, el poeta Guido Spano, Vedia y Mitre. A mediados de mes los muertos pasan de 150 por día. La ciudad se va paralizando. El presidente Sarmiento y el vice Adolfo Alsina la abandonan. El diario La Prensa del 21 de marzo comenta el hecho con éstas palabras: Hay ciertos rasgos de cobardía que dan la medida de lo que es un magistrado y de lo que podrá dar de sí en adelante, en el alto ejercicio que le confiaron los pueblos. La ciudad tenía solamente 40 coches fúnebres. A fines de marzo, los ataúdes se apilan en las esquinas. Coches con recorrido fijo transportan todos los cajones que encuentran. Pronto se agregan los coches de plaza para cubrir la demanda de vehículos. Las tarifas que cobran los mateos es otro de los escándalos que se suma al precio de los escasos medicamentos que existen, y que apenas sirven para aliviar los síntomas. Empiezan a escasear los féretros, los carpinteros también son mortales. Por ésta razón, los cadáveres, cada vez en mayor cantidad, son envueltos en sábanas o simples trapos, y los carros de basura se incorporan a la flota fúnebre. Se inauguran las fosas colectivas. Hay saqueos y asaltos a viviendas a plena luz del día. Los delitos se incrementan velozmente, como los suicidios. Algunos delincuentes operan disfrazados de enfermeros, para acceder fácilmente a las casas en que hay enfermos. Abril había comenzado con un avance desenfrenado de la fiebre. El día 4 fallecen 400 enfermos. El 15 la municipalidad ordena desalojar los conventillos. La Comisión pide que se los incendie. El cementerio del Sur, el actual Parque Ameghino de la Avenida Caseros al 2300, queda colmado. La municipalidad compra siete hectáreas en la Chacarita de los Colegiales y habilita un nuevo cementerio. El problema es la distancia. El ferrocarril Oeste tiende una línea de emergencia a lo largo de lo que hoy es la Avenida Corrientes, con cabecera en Corrientes y Pueyrredón. Se inaugura una suerte de tren de la muerte, pues el convoy, que realizaba dos viajes diarios pero de ida solamente, transportaba exclusivamente difuntos. Así nació Chacarita. El 9 de abril fallecen 501 personas. Recordemos que el promedio diario de muertes antes de la epidemia, era de veinte individuos. Entonces las autoridades que todavía quedan, ofrecen pasajes gratis, y vagones del ferrocarril como viviendas de emergencia, en lo que hoy es el Gran Buenos Aires. Dos tercios de la población abandonan la ciudad. La Comisión Popular, independientemente del gobierno, también se dirige a los vecinos y aconseja textualmente: ...abandonen la ciudad. Aléjense de ella lo antes posible. El día 10 de abril, los gobiernos Nacional y Provincial decretan feriado hasta fin de mes, legalizándose una situación que ya existía de hecho. Ese día, 563 defunciones acompañan el feriado negro. A la parálisis de la administración pública y el sistema bancario, se suma una ola de quiebras y la caída vertical de la actividad económica. Los diarios cierran uno a uno. Sólo La Nación sigue saliendo en forma normal. La Prensa lo hace con una edición de emergencia. A partir del 12 de abril, las cifras comienzan a invertirse lentamente. El día 20 los fallecimientos caen a cien. Pero coincidiendo con el regreso de muchos evacuados, a fin de mes se produce un repunte de la enfermedad que provoca una nueva huida en masa. La fiebre parece resurgir con más fuerza, como un ciclo infernal dispuesto a repetirse hasta el infinito. Una profunda depresión se abate sobre los sobrevivientes. La ciudad, que al ser fundada bautizó orgullosamente su puerto con el nombre de Santa María, como invocando un destino superior, parece ahora una pobre aldea apestada, abandonada hasta por el más humilde miembro del santoral. No obstante, hubo personas que pudiendo abandonar la ciudad, no lo hicieron. Que en vez de tratar de salvarse, murieron llevando auxilio a quienes nunca habían visto. De unos pocos tenemos los nombres, como los doctores Roque Perez, Manuel Argerich, Francisco Muñiz y otros. La mayoría quedó en el anonimato. Cayeron luchando contra la epidemia: sesenta sacerdotes, doce médicos, cinco farmacéuticos y cuatro miembros de la Comisión Popular. A lo largo del mes de mayo, la curva descendente se mantiene, hasta que el 2 de junio no se registra ningún caso. Pero cuando empezó lo que podríamos llamar la remoción de escombros, una catarata de juicios cayó sobre los tribunales, debido muchas veces a testamentos fraguados. Dice el historiador Miguel A. Scenna: La furia se debió a que aparecieron infinidad de testamentos sospechosos que suscitaron verdaderas guerras privadas entre la multitud de herederos que dejó la epidemia. Ya durante el transcurso de la misma, una serie de delincuentes había manejado testamenterías en forma fraudulenta, derivando aguas de la fortuna hacia molino propio. Durante las horas más difíciles faltaron médicos, enfermeros, auxiliares, voluntarios, pero siempre hubo a mano señores que se ofrecían full time, si de trabajar en testamentos se trataba. Como prueba, Scenna reproduce un aviso aparecido en el diario La Prensa. Dice así: Escribano público. El que se suscribe se ofrece al público para hacer testamentos, sea o no el testador, enfermo de la epidemia. Se lo encuentra a disposición del solicitante a toda hora del día y de la noche. Marcos Miranda- Chacabuco 296. La cifra oficial de víctimas es aún hoy tema de discusión, pero la más verosímil sería la que da la Asociación Médica Bonaerense en su revista aparecida el 8 de junio de 1871: 13.614 muertos. Este dato coincide con el diario personal de Mardoqueo Navarro, un sobreviviente que llevó un cuaderno de apuntes durante toda la epidemia, y a quien Scenna reivindica como una importante fuente de información. Según el doctor Penna, siempre citando a nuestras fuentes, en lo que hoy es el apacible Parque Ameghino, habrían sido sepultadas nada menos que 11.000 personas. Del resto, algunos fueron llevados a Recoleta y los demás tuvieron el discutible honor de inaugurar Chacarita. El agente transmisor de la peste fue el mosquito aegyptis aedes; el que inoculaba la enfermedad mediante la picadura. Recordemos que la microbiología estaba recién dando sus primeros pasos, y los médicos atribuían la causa de ésta y otras epidemias, a misteriosas miasmas que invisibles flotaban en el ambiente. Cabe destacar que dicha especie de insecto en la actualidad y en los meses cálidos, prolifera por millones en el Conurbano Bonaerense.
Posted on: Fri, 22 Nov 2013 04:58:16 +0000

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