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Flor de artículo!!! Flor de Juego, te lo recomienda! SUFRIMIENTO PSICO-SOCIAL EN LA NIÑEZ... por Ale Barcala SUFRIMIENTO PSICOSOCIAL EN LA NIÑEZ: EL DESAFÍO DE LAS POLÍTICAS EN SALUD MENTAL. El aumento progresivo de las problemáticas psicosociales en la niñez ha situado a este grupo poblacional como uno de los de mayor nivel de vulnerabilidad, requiriendo de iniciativas equitativas y universales para la promoción y atención de la salud mental, y para hacer frente al estigma, a la discriminación y a la exclusión que sufren los niños, niñas y adolescentes con sufrimiento psíquico. Pensar la subjetividad en la niñez y comprender los nuevos modos de padecimiento contemporáneo implica analizar las profundas transformaciones de la realidad socio-económica que junto con los cambios culturales y la fragilización de las instituciones, en especial en el ámbito de la familia en las últimas décadas, generaron cada vez más niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad social y fragilidad psíquica. Numerosos hogares fueron quedando excluidos como efecto de la creciente pobreza y el desempleo, aumentando la brecha de inequidad, que acentuó en nuestro país la desigualdad y la fragmentación social. La economía capitalista de mercado promovió la mercantilización de las relaciones sociales modelando un nuevo tipo de sociabilidad que debilitó los vínculos y disgregó las formas tradicionales de convivencia. La penetración del individualismo, desregulado de todo encuadre colectivo, impactó en la constitución de las subjetividades produciendo constituciones yoicas cada vez más fracturadas y fragmentadas, sin referentes simbólicos de identidad. Al mismo tiempo, la globalización de los mercados y la implementación de reformas neoliberales estuvo acompañada por una fuerte segmentación en el interior de la sociedad que debilitó las instituciones (Lechner, 1997). Los dispositivos institucionales que constituían subjetividad, entre ellos los servicios sanitarios, promediando los 90, ya no se encontraban regulados simbólicamente por el Estado, ni satisfacían las demandas de reconocimiento e integración simbólica, contribuyendo de esta manera a generar un nuevo modo de subjetividad. Como se sabe, las formas de producción de subjetividad se inscriben en condiciones sociales y culturales específicas y se construye en el encuentro con las instituciones en las que esa subjetividad se alberga. Es decir no son universales ni atemporales. El tipo de subjetividad instituida, varía entonces con las diferentes prácticas de producción, lo que lleva a interrogarse por las políticas y prácticas de los actores sociales llevadas a cabo en las instituciones sanitarias. Así como a la necesidad de revisar los discursos y concepciones de la niñez que subyacen a las mismas en tanto impactan de forma positiva o negativa en los procesos de constitución subjetiva de los niños, niñas y adolescentes. La década del 90 se caracterizó por la retracción del Estado en la implementación de las políticas sociales históricamente consensuadas, especialmente en el campo de la salud, en un contexto de creciente deterioro de las condiciones de vida, que tuvo entre otras consecuencias, la profundización del nivel de fractura de comunicación entre los servicios sanitarios, y los niños, niñas, adolescentes y las familias de los hogares más carenciados. El acceso a los cuidados de la salud pasó de ser un derecho adquirido a ser una “mercancía”, que era posible comprar según el poder adquisitivo de cada hogar, y produjo una deconstrucción de la condición de ciudadano como sujeto de derecho para convertirla en otra, la de consumidor/cliente. Paradójicamente, en este contexto, la ratificación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño en 1990, la Ley N° 114 de la Ciudad y la Ley nacional N° 2606, - ambas acerca de Protección Integral de los Derechos del Niño- junto a una legislación progresita en el campo de la salud mental (Ley N° 448/2000) garantizaban el derecho a la salud y promovían la transformación de las políticas de niñez y las prácticas y modelos de intervención pública. Es decir, mientas esta legislación instalaba un discurso que garantizaba los derechos de ciudadanía, no lograba mitigar el embate de las políticas neoliberales. Frente a una situación en la que las principales problemáticas giraban en torno a la exclusión social, la marginalidad y la ruptura de lazos sociales, las políticas y las prácticas de los actores responsabilizaban y atribuían las causas del sufrimiento a los sujetos que los padecían, como una suerte de “privatización” del dolor. En lugar de afectar favorablemente en las condiciones de salud de los niños modificando sus circunstancias adversas y garantizando el acceso a los cuidados integrales que atenuaran el sufrimiento de los mismos, las políticas de salud mental dirigidas a la niñez en su lugar colaboraron en la génesis y producción de procesos de medicalización del sufrimiento psíquico de los niños, niñas y adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires, dándole características específicas: la exclusión y el encierro ( Barcala, 2010). Producto de este escenario, las nuevas demandas que generaban las complejas problemáticas infantiles a los servicios públicos de salud comenzaron a requerir de una respuesta estatal acorde a los nuevos paradigmas y al marco legislativo vigente. Este trabajo pretende contribuir a comprender los modos en que en los últimos años las políticas de salud mental en la Ciudad han tomado posición en relación a un modo de atravesamiento de la niñez que padece por condiciones de alta vulnerabilidad psicosocial. En el mismo sentido, se propone considerar las respuestas que reciben del Estado, en especial aquéllas ligadas a la institucionalización psiquiátrica. Esto implica conceptualizar las interfaces en un sistema complejo en el que se vinculan elementos de diferente nivel de determinación: el Estado con sus políticas y legislaciones específicas, las instituciones en salud mental, y las prácticas de los actores sociales institucionales vinculados con la niñez y juventud.[i] Un punto de inflexión en las políticas de Salud Mental en la Ciudad de Buenos Aires. En agosto del 2010 a partir de la firma del decreto Nª 647 se transferían las competencias relativas a la atención de los niños, niñas y adolescentes con problemáticas de salud mental y discapacidad que vivían en hogares de alojamiento de la órbita de la Dirección de Niñez del Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) a la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud. Junto a estas competencias se trasladaban también los convenios suscriptos por dicho Ministerio con instituciones privadas de salud mental y discapacidad donde se alojaban los niños, niñas y adolescentes; y se direccionaban los créditos correspondientes a partidas presupuestarias desde el sector público a efectores privados, pagando una suma considerable por cada uno de ellos.[ii] La resolución comprendía los cuidados de los niños con mayor vulnerabilidad psíquica y social de la Ciudad, dado que además de que transitoriamente no podían vivir en su ámbito familiar, padecían de intenso sufrimiento psíquico. Este traspaso constituyó un acontecimiento que marcó un punto de viraje en términos de modalidades de intervención respecto a los problemas de salud mental infantil en la Ciudad de Buenos Aires. Junto con la suscripción de un nuevo convenio con una clínica de internación psiquiátrica privada[iii], por primera vez la Dirección de Salud Mental de esta Ciudad tercerizaba su responsabilidad - hasta ese momento a cargo de instituciones estatales[iv] -, abriendo de este modo, las puertas a dispositivos de mercantilización en el ámbito sanitario y social. Esta medida se tomó en ausencia de un plan de salud mental de la ciudad[v] que incluyera la comprensión, el diseño e implementación de abordajes de la complejidad de estas nuevas problemáticas infantiles que desbordaban las clasificaciones psiquiátricas clásicas. Naturalizaba que niños y niñas menores de 18 años con sufrimiento psíquico, privados temporariamente de cuidados parentales, vivieran permanentemente en instituciones que se iban configurando así en “instituciones totales” (Goffman, 1998). Es decir, lugares de residencia donde un gran número de niños desarrollan todos los aspectos de su vida en el mismo espacio y bajo la misma autoridad, con un limitado contacto con el exterior. Lugares en donde reciben “tratamiento” y son medicados, y en muchas ocasiones ni siquiera asisten a la escuela, ni se les permite salidas o visitas, perdiendo así - cada vez más- su autonomía personal. Lugares que no cuentan con dispositivos de externación y fortalecimiento familiar en su propuesta institucional, lo que implica la vulneración de leyes como las mencionadas N°114 y N°26061 que entienden que el alojamiento debe ser un recurso subsidiario, excepcional y transitorio, y que recurrir a una forma convivencial alternativa al grupo familiar del niño debe constituir siempre una medida excepcional, y en ningún caso puede consistir en privación de la libertad. De este modo, el pasaje de estas instituciones del ámbito de Desarrollo Social al ámbito de Salud contribuyó a acentuar una transformación en la modalidad de cuidados establecida en los hogares de niños, niñas y adolescentes en los últimos años que iba estigmatizando y medicalizando el sufrimiento de mismos. La misma consistió en dividir a los hogares en convivenciales, terapéuticos y de atención especializada sostenida en función de la definición de la población a la que se dirigían. A medida que los mismos “se especializaban”, se complejizaban los equipos técnicos dentro de la institución incluyendo obligatoriamente a un psiquiatra, al mismo tiempo que aumentaban la cápita por niño. Las instituciones transferidas al área de salud, denominadas hogares de atención especializadas, lejos de desarrollar modalidades de intervención que promovieran la atención personalizada, el respeto de los aspectos socioculturales, la inclusión en espacios educativos, de salud, recreación y capacitación inherentes al proceso de constitución subjetiva de cada niño, niña y adolescente, se iban convirtiendo en instituciones de internación psiquiátrica, concentrando características semejantes a aquellas. Estaban destinados a niños, niñas y adolescentes que presentaran cuadros psicopatológicos, definición que fundamentó el traslado al ámbito de salud mental. La fragilidad psíquica producto de traumatismos sociales severos terminó así explicada y diagnosticada en términos psicopatológicos. A partir de esta nueva categorización, se fomentaban los diagnósticos y etiquetas psiquiátricas y se iniciaba un circuito de deriva institucional de los niños ,niñas y adolescentes con intenso sufrimiento psicosocial a hogares cada vez más especializados. Incrementando el estigma del diagnóstico, si un niño o niña era transitoriamente internado en el Hospital Tobar García no podía volver a ser alojados en un hogar convivencial y solo podían acceder a hogares especializados de la Dirección de Salud Mental. Profundizando esta tendencia, en el año 2012 se creó una institución pública para recibir solo niños y niñas externados en el Hospital Tobar García con una propuesta poco clara desde una perspectiva de derechos y salud mental comunitaria. Al mismo tiempo se desarticulaba el PAC (Programa de Atención Comunitaria a niños, niñas y adolescentes) [vi], un programa que desde el año 2006 se venía desarrollando brindando cuidados integrales territorializados y cuya propuesta constituyó un aporte a la construcción de procesos des/institucionalizadores basados en el derecho a la atención integral de los niños, niñas y adolescentes con problemáticas graves en el campo de la salud mental. Se instalaba de este modo un modelo de intervención que contribuía a reforzar y consolidar los procesos de medicalización que se venían desarrollando desde décadas anteriores. La niñez con sufrimiento psicosocial en la agenda estatal. Dos modelos de abordaje posibles. El aumento de las demandas de nuevas problemáticas psicosociales y la transferencia de los hogares de atención especializada, colocaba la cuestión de la salud mental de los niños y niñas con mayor vulnerabilidad en la agenda estatal, - ausente durante décadas-, obligando a las autoridades de salud mental a tomar una posición y brindar respuestas a estas complejas problemáticas. Desde el año 1990 y hasta el año 2010 los equipos de niños de los servicios de salud mental de los hospitales de la Ciudad sufrieron mínimas modificaciones en sus propuestas y en el tipo organización institucional,[vii] motivo por lo cual no atendían a niños y niñas con trastornos mentales severos. Frente al aumento de estas demandas y la preocupante tendencia creciente anual de las internaciones psiquiátricas, algunos profesionales diseñaron e implementaron dispositivos innovadores destinados a niños, niñas y jóvenes denominados “graves” por los servicios[viii]. Ellos intentaron resolver, aunque fuera parcialmente (ya que la cobertura en todos los casos fue limitada), las situaciones planteadas. Fueron organizados como producto de iniciativas personales de profesionales que se sensibilizaron frente a la ausencia de respuestas al sufrimiento de los chicos y a su exclusión del sistema, e intentaron desarrollar prácticas transformadoras. [ix] A partir de este escenario institucional que evidenciaba la inadecuación e insuficiencia de los servicios de salud para alojar los padecimientos de la niñez con mayor nivel de vulnerabilidad, y ante el aumento de la demanda la Dirección de Salud Mental de la Ciudad se vio obligada a diseñar políticas de intervención dirigidas a resolver estas problemáticas. Hoy esta situación puede considerarse una oportunidad para la Dirección de Salud Mental, que asumiendo la responsabilidad que le compete, convoque a todos los actores intervinientes para poner en marcha dispositivos que aceptando el desafío de la complejidad y de la incertidumbre logren alojar estas problemáticas revirtiendo de este modo los efectos psiquiatrizantes y psicopatologizadores en la infancia. Pero advirtiendo que esta circunstancia también puede constituirse en la puerta de entrada de la privatización y proliferación de instituciones de internación psiquiátrica para niños, niños y adolescentes. Al no existir lineamientos claros, y ante la ausencia de un plan de salud mental, delegar los cuidados de la niñez en situaciones muy complejas, de manera tal que lo público financie lo privado (con o sin fines de lucro), puede beneficiar la creación de mercados profundizando los modelos patologizantes del sufrimiento Desde esta perspectiva es posible enunciar entonces, dos modelos opuestos de abordaje a las problemáticas psicosociales sostenidas en representaciones diversas de la infancia y del proceso salud/enfermedad/ cuidados. Estos se resumen esquemáticamente en el siguiente cuadro: Modelos de abordaje del sufrimiento psicosocial de la niñez y adolescencia. Ausencia de políticas en salud mental infantil Presencia de Políticas sociales integradas Acciones desarticuladas frente a problemas específicos Diseño e implementación de un Plan de Salud mental Prestadores privados Dispositivos estatales propuestos por la ley N°448 de Salud Mental de la Ciudad Hogares de atención especializada conveniados. Instituciones totales Trabajo territorial Fortalecimiento social y familiar Tercerización, privatización, convenios Fortalecimiento del sector público Redireccionamiento del presupuesto concentrado en las instituciones psiquiátricas a modalidades alternativas El niño como objeto de intervenciones y diagnósticos El niño como sujeto de derechos Escuchar a un niño Intervenciones focalizadas realizadas por profesionales, en especial psiquiatras Protección Integral de Derechos Trabajo interdisiciplinario e intersectorial Modelo centrado en la enfermedad en términos de clasificaciones psicopatológicas Apuesta a las capacidades de los niños y niñas Construcción de un proyecto futuro Modelo hospitalocéntrico tradicional Modelo de Salud Mental Comunitaria Este cuadro muestra lógicas diferentes respecto al modo de comprender las políticas y prácticas referentes a los cuidados en salud mental. Coloca en tensión una perspectiva de derechos vs. lógicas que llevan a la centralización en la atención hospitalaria acompañado por la desjerarquización del primer nivel de atención, la focalización, el avance de las privatizaciones y el desmantelamiento de lo público (restricción presupuestaria y el desfinanciamiento progresivo de los servicios de salud); y la Protección Integral de los Derechos del Niño que implica escuchar a un niño vs. una mirada centrada en un modelo médico-hegemónico psiquiátrico, que anula la subjetividad y refuerza el avance de la medicalización cómo respuesta al sufrimiento. En el escenario actual se abren entonces como interrogantes: ¿ Cuál será la política en Salud Mental que se dará la Ciudad de Buenos Aires respecto a la creciente demanda y complejidad de las problemáticas de los niños, niñas y adolescentes con sufrimiento psicosocial? ¿Cuál será el grado de la adecuación de las Políticas de Salud Mental a la legislación nacional y de la Ciudad vigentes, y en qué medida contribuirán a frenar la tendencia a la medicalización del sufrimiento en la niñez? Los Desafíos de las políticas en Salud Mental. Las políticas en salud mental se enmarcan en políticas sociales. Se sustancian en un trabajo que debería convocar e involucrar la participación de diferentes áreas impulsadas a integrarse a nivel operacional y trabajar en los niveles territoriales en Red, con el objeto de garantizar el derecho a la salud de los niños, niñas y jóvenes con vulnerabilidad psicosocial. Desarrollar acciones para aliviar el sufrimiento implica reconstruir el entramado colectivo, ampliando y complejizando el tejido social que apoya a los niños y niñas, en un proceso que pueda revertir y poner un tope a la tendencia a psiquiatrización y a la exclusión. Esto supone la implementación de estrategias de intervención subjetivantes e inclusivas en territorio sobre la base del apoyo y respeto a la capacidad de innovación de los servicios ya existentes, la construcción de proyectos singulares para cada niño escuchando y favoreciendo la participación de los mismos. En este marco, el desafío es implementar políticas de salud mental que enmarcadas en los nuevos paradigmas, es decir orientadas más a los “cuidados integrales” de las infancias que a proveer lugares de cuidados que ofertando atención especializada acaban cosificando e institucionalizando a los niños, niñas y adolescentes. Para evitar prácticas desubjetivantes, toda política de salud mental en la niñez debería impulsar procesos de desinstitucionalización, lo que supone la reorganización de sistemas que no han podido adecuarse a las nuevas problemáticas psicosociales que se presentan y en los que coexisten contradictorias concepciones y representaciones, (saberes y prácticas) respecto a los cuidados de salud. La solución para garantizar el derecho a la salud mental no consiste solo en la creación de nuevos dispositivos de cuidados alternativos a la institución psiquiátrica, sino en la construcción de un sistema diferente. Los servicios de salud poseen un lugar privilegiado en tanto mediadores para alojar el sufrimiento y comprender como se vinculan los niños, niñas y adolescentes con sus contextos, respetando la expresión de sus deseos personales y acompañando su trayectoria de vida. La alteridad como hecho fundante en la constitución del otro humano puede ser pensada también en términos del encuentro de los servicios con los niños y niñas. Tratándose de chicos frecuentemente excluidos de los sistemas educativos, estigmatizados y medicalizados, la mirada y posicionamiento de los profesionales y/o servicios que los escuchan desempeña un papel clave en los procesos de constitución subjetiva. Este encuentro se convierte en posibilitador de transformaciones, y puede incidir en los procesos de estructuración psíquica en momentos tempranos de la vida, generando movimientos tendientes a lograr una disminución del sufrimiento, y un incremento de las potencialidades propias de la infancia. Por el contrario, cuando las políticas sociales dejan de satisfacer ciertas demandas de reconocimiento e integración simbólica, las desigualdades sociales se acentúan, se fomenta la exclusión y se generalizan las tendencias de desintegración. Estas dos caras del proceso producen incertidumbre y sentimiento de desamparo (Lechner, 1997). Y frente a la desaparición de las funciones mínimas del Estado que garantizarían las condiciones básicas de subsistencia, el sentimiento de desamparo expresa la reactualización de sentimientos de desvalimiento que hay en la niñez y que dan lugar a lo más profundo de las angustias: se trata de una sensación de des/auxilio, de des/ayuda, de sentir que el otro del cual dependen los cuidados básicos no responde al llamado y deja al sujeto sometido no solo al terror, sino también a la desolación profunda de no ser oído y ayudado (Bleichmar, 2002). Discusión La escasez de una racionalidad organizativa en términos sanitarios, la ausencia de planificación de políticas específicas de niñez que garanticen los cuidados de atención de los niños, niñas y adolescentes, la inexistente asignación de recursos, la fragmentación, las escasas ofertas definidas por preocupaciones personales o colectivas de profesionales sensibles al sufrimiento humano, fueron las características principales del sistema de salud mental de la Ciudad de Buenos Aires en las últimas décadas. No hubo un progreso de las políticas de reforma que favorecieran la provisión de servicios territorializados e integrales destinados a la promoción, asistencia e inclusión social ni que estimularan el protagonismo de los niños, niñas y familias en la construcción de un proyecto subjetivante. Si las décadas anteriores se caracterizaron por la omisión de políticas en salud mental en la niñez, esta década se inicia con políticas que pueden profundizar un modelo que favorezca su estigmatización, exclusión y encierro, colaborando así a profundizar una tendencia hacia la medicalización de la infancia con mayor nivel de vulnerabilidad en la Ciudad. De allí la importancia de una gestión de gobierno que implemente políticas de salud mental apropiadas, y del compromiso ético de los actores sociales intervinientes. Representa un desafío evitar el sometimiento a discursos hegemónicos que naturalizan la internación psiquiátrica como único recurso para niños, niñas y adolescentes con sufrimiento psicosocial, y que cierran las posibilidades de acciones creativas, de prácticas que promuevan itinerarios por espacios comunitarios que invitan a la inclusión y a la socialización, y que garantizan el derecho a la salud como uno de los derechos esenciales en la construcción de una ciudadanía plena. Es necesario favorecer entonces, la reflexión crítica y producir articulaciones teóricas y prácticas rigurosas que permitan la construcción colectiva de dispositivos subjetivantes evitando la precarización del pensamiento que se ajuste solo a proponer la oferta existente. Al mismo tiempo que evitar prácticas que colaboren con el proceso de la anulación de la subjetividad de niños , niñas y jóvenes cuyo padecimiento es producto de traumatismos graves donde la fragilización de lazos familiares, las violencias, el maltrato, el abuso, entre otros acontecimientos, impactan de manera significativa en sus procesos de constitución psíquica. La internación prolongada en el hospital psiquiátrico de niños, niñas y adolescentes con alta médica por no contar con un medio familiar donde vivir y la ausencia de soluciones al respecto, perpetúa la institucionalización, favoreciendo su desaparición de la escena social, ya que al no tener interés particular para el mercado son considerados superfluos, innecesarios, residuos humanos (Bauman, 2007). Generar prácticas que recompongan lo colectivo y valoren el factor intersubjetivo en la construcción de la subjetividad, es posible a partir de un modelo de salud mental comunitaria que desde un enfoque “psicoanálitico contextualizado” (Dueñas, 2013) permita por esta vía crear condiciones que promuevan el deseo y el derecho a soñar un futuro posible. Partiendo de este potente marco teórico y en el contexto actual de la Ciudad de Buenos Aires, resulta un compromiso ineludible para los actores sociales comprometidos desde una perspectiva de derechos sensibilizar respecto a los modos de sufrimiento contemporáneo en la niñez y adolescencia, y generar iniciativas que articulen las luchas contra la medicalización e institucionalización psiquiátrica, ya que ambas constituyen trayectos de la misma lucha contra la mercantilización de la vida. [i] Este trabajo forma parte del Proyecto de investigación subsidiado por UBACyT (2011-2014). “Los procesos de atención en salud mental en la niñez desde la perspectiva de derechos: estudio de las jurisdicciones ciudad de Buenos Aires, provincia de Tierra del Fuego, y provincia de Jujuy” con sede en la Facultad de Psicología. [ii] A la vez se facultaba a la Dirección de Salud Mental a celebrar nuevos convenios con este tipo de instituciones. [III] Institución cuestionada por los organismos de Protección de Derechos del Niño de la Ciudad. [iv] Hospital Tobar García, Hospitales Generales, Pediátricos y Especializados, Centros de Salud Mental N°1 y N°3, Centros de Salud y Acción Comunitaria (CESAC). [v] La Ciudad de Buenos Aires contó con un plan de Salud Mental que comprendió los años 2002-2006. [vi] El PAC constituía un dispositivo de cuidados integrales para niños, niñas, adolescentes con sufrimiento psíquico y/o en situación de vulnerabilidad social que desde una perspectiva de Salud Mental Comunitaria articulaba la dimensión clínica de las intervenciones en un marco institucional, tejiendo una red en el territorio que favoreciera el proceso de subjetivación de cada uno de ellos. Formado por un equipo interdisciplinario (psicólogos, médicos pediatras y psiquiatras infantojuveniles, psicoanalistas, psicopedagogos, trabajadores sociales, abogados) brindaba atención territorializada, intersectorial y psicoterapéutica singular para cada niño, favoreciendo su inclusión social. [vii] No habían aumentado el número de recursos humanos, no contaban con equipos interdisciplinarios ni condiciones edilicias apropiadas y no habían recibido capacitación para el abordaje de problemáticas complejas. Los niños “ graves” eran derivados al Hospital neuorpsiquiátrico Tobar García o al Hospital de Día La Cigarra del Centro de Salud Mental N°1. [viii] Estos niños y niñas eran nominados de modos diferentes según el marco teórico, la ideología y las concepciones acerca de ellos: fallas en la constitución subjetiva, patologías tempranas, psicosis infantil, autismo, trastornos generalizados del desarrollo, patologías tempranas, niños en situación de crisis, trastornos graves del desarrollo, niños con sufrimiento psicosocial, entre otras. [ix] Todos estos dispositivos, intentaron superar modalidades tradicionales, en especial la tendencia hospitalocéntrica en el sistema sanitario. Estuvieron escasamente financiados desde el comienzo, y aunque se habían organizado en Red eran políticamente débiles y resultaron muy vulnerables a los cambios en las directivas políticas. A partir del año 2011 la Red y algunos programas dejaron de funcionar. Estos dispositivos fueron el Programa Cuidar Cuidando en el Zoológico de la Ciudad , el Hospital de Día La Cigarra , el Programa de integración sociolaboral para adolescentes (Empresas Sociales), el Programa de Rehabilitación Comunicacional, el Hospital de Día del Hospital Tobar García, el equipo de Patologías Tempranas del Centro de Salud Mental N°3 , el Programa de Atención Domiciliaria Programada en Salud Mental (ADOPI), el Dispositivo de pacientes con trastornos severos del desarrollo (áreas 0- 5 y de 6-9) del Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”, el Programa psico-educativo terapéutico zooterapia ocn perros, y el Programa de Atención Comunitaria a niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales severos, junto con algunos profesionales de otros hospitales, y de los CESAC. Bibliografía Barcala, A (2010). Tesis de Doctorado. Estado, infancia y salud mental: impacto de las legislaciones en las políticas y en las prácticas de los actores sociales estatales en la década del 90. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires. Bauman, Z (2007) Vidas desperdiciadas la modernidad y sus parias. Buenos Aires: Paidos. Bleichmar, S. (2002). Dolor País. Buenos Aires: Libros del zorzal. Goffman, E. (1998). Internados. Buenos Aires: Amorrortu. (Versión original 1961). Dueñas, G ( 2012) Tesis de Doctorado en piscología. Universidad de Salvador. Lechner N. (1997). Tres formas de Coordinación social. Un esquema. Revista de la CEPAL N° 61, 81-87. Moyses, M ( 2011) Medicalizacao de criancas e adolescentes. Casapsi livaria e Editora Ltda. Sao Paulo, Brasil. Artículo publicado en la revista Actualidad Psicológica: Psicopatologización de la infancia Nº 416 - Marzo de 2013
Posted on: Mon, 25 Nov 2013 00:57:08 +0000

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