Fue una tarde de primavera contemplando el mar sentados en una - TopicsExpress



          

Fue una tarde de primavera contemplando el mar sentados en una roca, observando cómo las olas rompían en la blanca arena en la playa de Santa Baía. Las campanas de la iglesia comenzaron a sonar anunciando la muerte de algún paisano de nuestra parroquia de Alcabre; si Don Manuel viviera, probablemente, tendría todo preparado para el funeral. Algunos jóvenes atrevidos se zambullían al agua fría y límpida que baña nuestra comarca. Allí estábamos sentados en aquella roca, abstraídos en el ir y venir de las olas, David Vergara y yo, momento en el que decidimos hacer un viaje a Francia y a Inglaterra. No sé cómo se nos ocurrió semejante idea, pero lo cierto es que en ese mismo verano hicimos realidad ese propósito. En París visitamos la torre Eiffel y pronto pusimos rumbo a Inglaterra atravesando el espectacular túnel en el Canal de la Mancha. Durante el trayecto recordamos las clases de ciencias con D.Virgilio y de lo inimaginable, en aquellos tiempos, de ir a otro país por un túnel debajo del mar. En Londres posamos para una foto en el famoso reloj Big Ben; luego nos dimos un paseo por el puente London Bridge para terminar, horas más tarde, en una calle que, casualidades de la vida, se llamaba Vigo. La curiosidad nos invitó a introducirnos en toda su amplitud y avanzamos rumbo a ninguna parte, o tal vez nos llevaría a la mismísima playa de Santa Baía, origen del viaje. Confiados en que así fuera, retomamos nuestra conversación y cautivados por volver a nuestras raíces de antaño, seguimos avanzando con esa morriña contenida al sentirse extranjero, como no podía ser de otra manera, en una tierra desconocida, entonces comenzaron a a parecer síntomas fugaces de recuerdos y sentimientos de nuestra existencia, pinceladas de emociones, pero esa añoranza contenida se liberó por el universo de la palabra: ¡Cuantos nombres recordamos de los compañeros y compañeras que juntos jugábamos al escondite, o a las bolas en aquel patio con charcos de agua y la tierra fangosa! “¡Caga bola”! le decía yo a David, y una sonrisa ingenua, aunque de niño travieso, se reflejaba en el tiempo de la credulidad donde todos y todas formábamos aquella gran familia que nos marcó con el sello imborrable de “Javier Sensat”. En nuestro deambular por aquella calle, que tanta impetuosidad a nostalgia nos transmitía se vio interrumpida, cuando a lo lejos, observamos como un vehículo negro se aproximaba muy lentamente hacia nosotros hasta que nos alcanzó; en ese preciso instante contemplamos el rostro de una señora: tenía pelo blanco, bien peinada y con un colgante de oro que ceñía su engurruñada garganta. Vestía un traje negro bien adaptado a su figura delgada. Era la mismísima Reina de Inglaterra. Inmediatamente y como si de un Paparazzi se tratara, David Vergara extrae de una funda que llevaba colgada del hombro, una cámara de fotos, ajustó los teleobjetivos y buscó la instantánea perfecta: ¡ZAS! Instante en que una ola nos alcanzó; mojados, saltamos de la roca hasta alcanzar la orilla. Las campanas de la iglesia dejaron de tocar, los bañistas ya no estaban, y el sol, tímido, se escondía entre las Islas Cíes y Cabo Home. David y yo nos despedimos. Mañana será otro día con otros recuerdos que nos harán revivir nuevos sentimientos.
Posted on: Sat, 26 Oct 2013 14:38:26 +0000

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