Grettel Trujillo, inmensa como Josefina la viajera Si usted es - TopicsExpress



          

Grettel Trujillo, inmensa como Josefina la viajera Si usted es de los que piensa que esa gloriosa estirpe de actrices con mayúsculas que brilló en el teatro, la televisión y el cine cubanos –léase Gina Cabrera, Ana Lasalle, Verónica Lynn, Raquel Revuelta, Ana Viña, Daisy Granados, Margarita Balboa, Maritza Rosales, María de los Ángeles Santana, Susana Pérez, Martha del Río, Fela Jar, Odalis Fuentes, Aurora Pita y muchas otras más que harían la lista interminable – no tendría un digno relevo, pues debe darse una vuelta por el Centro Cultural Hispano para las Artes de Miami para que vea a Grettel Trujillo en Josefina la viajera. Yo no había visto antes actuar a Grettel; solo sabía de ella que había hecho una obra llamada Un enano en la botella, también de Abilio Estévez, así que me sorprendí mucho cuando vi ante mí a una anciana de cien años, que con voz cascada y la vehemencia –casi urgencia– de quien ha vivido demasiado nos empezó a contar “vida y milagros”, como si hablara consigo misma para exorcizar sus ángeles y sus demonios terrenales. Gracias a su inmenso talento, llegué a pensar que Grettel no era tan joven como me la imaginaba, porque me parecía que tenía ante mí a una de mis ancianas tías –o a mi propia madre–, que me estaba contando sus avatares por la vida, de tanta posesión del personaje que logra la actriz. Abilio Estévez ha conseguido con este texto suyo acerca de una cubana en el exilio contrapuntear felizmente tres variables en las que Josefina sale victoriosa: la memoria, la nostalgia y la voluntad, porque si la nostalgia –esa trampa que te hace idealizar el pasado y no te deja ser feliz en el presente– es la variable que se le impone a tu memoria y por sobre tu voluntad, estás perdido, pero Josefina es una mujer que se ha encontrado siempre a sí misma, tanto en los cafetales de Alto Songo como en los brazos de los marines norteamericanos que la “violaron” en una guardarraya oriental, y, por supuesto, cuando tuvo que ser “enfermera en la Primera Guerra Mundial, modelo en París, monja en Polonia, tonadillera, esclava en Argel y mendiga en Nueva York”; siempre la voluntad imponiéndose por sobre la nostalgia, aunque esta a veces la secuestre sin que quiera reconocerlo, como le pasa cuando conversa con su otro yo ante el espejo. Claro que este texto no es el único con el que Abilio se ha anotado un rotundo éxito, pues su novela Los palacios distantes es una de las mejores que se han escrito sobre La Habana y el insilio, si así pudiéramos llamar al pueblo cubano atrapado entre las ruinas de una arquitectura esplendorosa, simbolizada en la novela por el teatro Campoamor, donde reina Don Fuco, un payaso que corre por las azoteas habaneras. Finalmente, insilio y exilio constituyen el todo de la nación cubana y de su cultura, por lo que ambos textos de Abilio se complementan y forman un universo único. En Josefina la viajera las circunstancias y el escenario son distintos. No hay ruinas, pues en vez del Campoamor el escenario es ahora una antigua y hermosa casona llena también de historia, donde la protagonista ha encontrado refugio tras su periplo por medio mundo, y como “reina” recibe a los espectadores en su propio espacio, en lugar de salir a buscarlos para llamar su atención desde los techos de los edificios como Don Fuco. “Josefina tiene mucha necesidad de expresar todo lo que ha vivido en más de cien años de vida: la nacionalidad, la familia y los sentimientos propios ante la tragedia que la obligó a emigrar”, ha dicho la propia Grettel sobre su personaje, el cual interpreta ahora por tercera vez. “Conozco muy bien al personaje, pero ahora debo hacer un esfuerzo superior como actriz”, abundó. Según Rolando Moreno, director de la innovadora reposición y diseñador además del vestuario, la obra es una reflexión sobre el cubano. “Me fascinó desde la primera lectura. Su texto tiene la virtud de estimular la imaginación”, puntualizó. La mano maestra de Moreno es la responsable de que todos los movimientos escénicos de Grettel parezcan una coreografía –una danza de Josefina con sus recuerdos–, y precisamente la excelentemente escogida “banda sonora” es otro de los grandes aciertos de esta puesta, donde la actriz deviene intérprete afinada de los temas seleccionados por el propio Moreno, con arreglos de Lázaro Horta, que el pianista Isaac Rodríguez “desgrana” sobre el teclado como si fueran las cuentas de un rosario. Grettel logra que la atención sobre su discurso nunca decaiga, y cuando se pone sus alas de ángel terrenal para salir de escena me conmovió hasta las lágrimas, porque el drama de Josefina es también el mío y el de la mayoría de mis compatriotas, y también el de nuestras madres, tías y abuelas. Terminada la obra, Grettel reapareció vuelta a su verdadera edad, para recibir el saludo y la felicitación de un público agradecido de ver ante sí a un digno relevo de tanto talento cubano teatral ya ido. Baltasar Santiago Martín Hialeah, 3 de agosto del 2013
Posted on: Sun, 04 Aug 2013 01:37:53 +0000

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