Génesis 22:16-18: "Y le dijo: --Como has hecho esto, y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo -afirma el Señor- que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además, tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos. Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia". Cuando Dios te llama lo primero que te da es un sueño, una palabra; pero no te lo da hecho, sino que te entrega la semilla de esa promesa para que la creas. Él te dice: "Te prometo que te voy a dar lo que necesitas, la casa, un viaje, un milagro", y cuando recibís esa palabra, ese sueño no queda en ti, sino que rebota y cae más adelante en un día, hora y en lugar determinado donde se va a cumplir. Supongamos que no tienes una casa propia y aceptas la palabra de Dios de que tendrás tu propio hogar. Si bien no sabes exactamente cuándo tendrás tu casa, sabes que sí o sí ese sueño se hará realidad en algún momento. Lo que te conecta con esa promesa es la fe. La fe es la soga que te permite avanzar para llegar al sueño, y por eso es importante que no la pierdas, que la cuides. La emoción es linda, pero Dios no obra por emoción, sino por fe.
Posted on: Thu, 05 Sep 2013 21:26:51 +0000
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