HIJO DE DOS PADRES, PADRE DE SU NIETO Pedro conoció a Carmen - TopicsExpress



          

HIJO DE DOS PADRES, PADRE DE SU NIETO Pedro conoció a Carmen cuando ella gestaba. Aunque tenía más de seis meses en la dulce espera, su barriga aún no se notaba demasiado. Solo las náuseas y calambres denotaban su embarazo. Así como todos sabían que Pedro la cortejaba, todos conocían del amante furtivo que le visitaba las tardes cuando sus padres la dejaban sola en su casa. Y como era un vago más de la esquina, sin futuro, sin educación y lo peor, sin trabajo, todos también le recomendaron que lo mejor es que crie sola al bebe o se busque alguien mejor como futuro cónyuge. Así que Carmen no lo pensó demasiado y decidió embaucar a Pedro como padre de su vástago. Pedro supo por las malas lenguas que lo suyo no era más que el inicio de una tempestad. Que lo mejor era regresar sobre sus pasos y ver otra alternativa. Empero Pedro siguió a su corazón e hizo oídos sordos a comentarios malévolos de terceros. Con su trabajo de mecánico, chofer, ayudante, pintor y vendedor de repuestos usados logro comprar un pequeño lote de terreno para levantar despacio su casa. Columna por columna, pared por pared, techos de caña por techos de calamina después, le permitieron hacer el sueño de la casa propia para su familia. Después de veinte años juntos los tres, una noche Pedro adelanto su retorno. Pensó recién llegar al alba, comprar un poco de pan para tomar desayuno. Tal cual hacia todos los lunes. Sin embargo, ese día el café fue más amargo que lo acostumbrado. Al arribar, vio la persona de quien tanto le habían comentado y que él nunca quiso escuchar. Era el otro Pedro, el padre biológico de Martin. Martin se había acostumbrado a decirle papa a los dos. Para no confundirse a uno le decía Pedro Papa y al otro Pedro Camote. Carmen sonrió de la ocurrencia pero le exigió que mantuviera el secreto entre ellos. Pero igual todos sabían de las visitas del segundo Pedro cuando el primer Pedro se ausentaba. Así mientras un Pedro aportaba dinero, casa y tranquilidad social, el segundo pedro otorgaba sus caricias y sudor. Carmen feliz gozando su doble vida. Hasta esa magra noche de otoño. Cuando Pedro papa le vio se enfureció. Increpo, grito. Maldijo. Se arrebató. Tiro los platos. Lanzo los vasos. Rompió el espejo. Levanto una escoba para botarlo a Pedro Camote. Este extrajo muy tranquilamente un revolver de su sobaco, y con su sonrisa burlona le dijo que más bien el debería quedarse a tomar el lugar que le correspondía como verdadero padre y como pareja de siempre de Carmen. Pedro papa vio el cañón y veinte mil imágenes se le aparecieron en la memoria. Del niño Martin, de toda su familia que le gritaban tonto útil, de los vecinos en la esquina que ponían la canción del santo cachón cada vez que pasaba. Del llanto de su madre. De los días que dejaba de comprarse algo para darle ese cuaderno a su hijo, del televisor viejo que recogió de la calle y que reparo en su casa para ver los partidos de futbol con su hijo. Su tez morena sintieron lagrimas conjugarse con sudor frio de su frente. Temblaba de estupor. Se recriminaba de su estupidez. Recordó cuando Carmen le decía que se apure cuando tenían relaciones. Ahí levanto la mirada y se fijó en la mano de Carmen sobre la mano de su contrincante. El Pedro que crio. El Pedro que se sacrificó por su hijo. El Pedro que firmo al bebe Martin cuando nadie lo quiso, el Pedro que alimento al niño sencillamente arrojo la escoba a un rincón. Se secó la cara y de la forma más estoica y con toda la flema alturada se dirigió a su dormitorio, metió todas sus cosas a una maleta y contemplo por última vez el lugar que el construyo y ahora abandonaba. Al girar vio a Martin en el umbral de la puerta. Le dio su mano y se acompañaron hacia la puerta principal. La pareja los miraba cuando él le dijo. - No te preocupes. Tú serás siempre mi hijo. Y como tu mama y yo nunca nos llegamos a casar. Esta casa está a mi nombre y la voy a vender pronto para poder irnos a vivir a otro sitio juntos. Se feliz y vive feliz. Así se alejó triste y acongojado hacia la casa de sus hermanas por la vereda de tierra y el jardín maloliente que servía de letrina a los borrachos de la cuadra. Carmen sabía bien que solo hablaba por la herida y que por supuesto que ese arrebato solo fue una forma de expresar su malestar. No podría vender nada. No debería. No se atrevería. La duda quedo en su mente no conociendo a ciencia cierta como podría reaccionar ante la afrenta. Toda su vida le conoció tranquilo y extremadamente juicioso. Pero esa noche no reconoció el torbellino que tenía dentro. El Pedro camote cerró la puerta empujándola con su arma. Clara indicación de que él mandaba y que no habría necesidad de gastar dinero en cambiar las cerraduras, él estaba seguro que nunca más retornaría a lo que ahora era su casa. Durante el transcurso de un año desde esa noche Pedro Camote apareció degollado en un arrabal. Nunca se supo quién lo mato ya que la lista de sus víctimas eran demasiadas para que ser enumeradas y la policía no quiso perder energía con alguien que no les iba a dar réditos económicos. Martin se comprometió con su amiga del instituto y esperaban una heredera, según los análisis ecográficos del hospital. Nacería dentro de seis semanas y andaban preocupados por el dinero para la niña. Carmen había sido detectado un cáncer en los ovarios que no le preso atención cuando fue debido y que ahora solo le daban unos pocos meses de vida. Fueron los días más desgraciados para ella. Se había quedado sin ningún Pedro, sin dinero para nada y ni siquiera podía vender la casa. Así que un día soleado que las tripas le retorcían de hambre se preparó un brebaje de raticida combinado con azúcar para de una vez dejar de sufrir su triste vida. Pedro papa no quiso asistir al funeral o al entierro. Nunca quiso regresar a su casa ni a su barrio. Para el más bien era más importante chequear un problema en los pulmones que le cerraba el pecho y le quitaba el aire. Igual, el médico le había pedido que no haga ejercicios bruscos, ni levante peso, y más importante, que no tenga impresiones extremas. Por lo que acatando gustosamente las ordenes médicas, permaneció en su cuarto sin salir mientras Carmen era llevada al cementerio. Pedro conocía los síntomas de su enfermedad y ya estaba consciente de que su muerte era también inminente. Solo le quedaba esperar su cheque de la jubilación y a la pelona a recogerlo en la carroza fúnebre. Solo se vistió y salió al hospital cuando nació Cristina. Su nieta de apellido. A quien al verla quedo prendado de la niña. Se dijo que tenía los ojos de su madre y la frente de sus hermanas. Ni bien la vio, la levanto para apacharla. Sus ojitos cerrados le recordaron los momentos gratos cuando cargo a Martin por primera vez. Se fijó con tristeza que no había ropón, ni bolsa de pañales, ni biberón, ni un coche de bebe. Permaneció impávido al ver que ninguno de ellos se habían preparado para el nacimiento. También acepto de mala gana que Martin e Isabel no se casaran ni por la iglesia ni por lo civil. Solo se admitió que por razones económicas eran más importantes los gastos de la bebe que documentos sociales. Pero el tema es que tampoco habían alistado nada para estar en el hospital. Se indagaba como seria la situación en la casa. ¿Habrían comprado una cuna o al menos un moisés? ¿Habrían acomodado el cuarto? ¿Tendrían los requerimientos básicos para criar un bebe? No lo sabía por seguro, pero si intuía que la bebe no tenía más que dos padres necesitados. Conforme pasaron los días Pedro se sentía más débil y el pecho se le cerraba más. Sus respiraciones eran arrancones súbitos de aire para luego desmayarse. Prefería estar inconsciente y pensar que ya estaba muerto. Pero luego despertaba viendo su realidad. Nuevamente solo salió de su cuarto el día que le invitaron al bautizo urgente de la nieta. Algo estaba ocurriendo con su estómago y previendo lo peor, la abuela materna aconsejo que la bauticen antes que se muera y no se vaya a convertir en un duende. Por lo que Pedro se acicalo lo mejor posible y asistió a la capilla de su antiguo barrio. Pedro estaba triste, empero al ver su casa descuidada y la forma miserable de cuidar a la niña se angustio y atormento. Aún más cuando Isabel le comento que esperaba un segundo hijo, que esperaba que sea varón para llamarlo Pedrito. Emocionado y exaltado Pedro le comento a su nuera: - Escúchame bien. Hay que pensar fríamente dejando los perjuicios atrás. Soy una persona sobre sesenta años y muy enfermo, pero que gracias a Dios, tengo una jubilación mensual que me alivia de mis gastos. No es mucho porque no aporte mucho tampoco. Pero te planteo lo siguiente. Sé que tú y Martin no están casados por ningún lado. Si deseas me puedo casar contigo porque yo soy soltero, como tú. Así que cuando yo me muera, tú como viuda podrías tener acceso a cobrar la pensión que me corresponde en calidad de mi viuda, además de un seguro de vida que tengo a mi nombre de la empresa donde trabajaba. - Pero entonces don pedro, si yo soy su esposa ¿su nieta seria siendo su nieta o su hija? - Son cosas distintas. Tu hija serie teniendo a Martin como padre. Yo sería tu esposa, y luego tú serias mi viuda. - ¿Pero en papeles nomas? ¿O también tendremos que vivir como esposos? - Sí. Solo en papeles. Tú sigues viviendo aquí con Martin, mientras yo voy a mi cuarto. - Pero la gente que dirán. Comentaran que soy una oportunista que solo busco dinero. - Y que importa lo que la gente piense. Al final acaso te dan una lata de leche para que tu hija coma. Acá lo importante es el futuro de tus hijos. Ellos merecen crecer sanos y educarse. - Si entiendo, pero ….. - Solo calla y medítalo. Si no me respondes no hay problema. Igual cuando ya no este no voy a ver nada de lo que ocurra acá en este mundo de penurias. Y ese dinero se perdería porque no dejo nadie que lo podría aprovechar mejor. - No haya mucho que pensar. Le acepto. Pero con una condición; que esto quede entre usted y yo. Nadie más debe conocerlo. Pedro asintió lo convenido. Así quedo tranzado el pacto y más inmediatamente que tarde, ambos fueron a la municipalidad a contraer matrimonio. El cual tras un trámite rápido y aprovechando una ceremonia masiva salió expedito con suma rapidez. Rapidez tan apresurada y cronometrada ya que Pedro falleció al día siguiente de la promulgación. Por lo que Isabel se había convertido de soltera a casada y de ahí a viuda en menos de una semana. Así Isabel se convirtió sin darse cuenta además en propietaria de la casa, que aún estaba a nombre de Pedro y de un dinero que el fondo de jubilación le dio para los gastos de sepelio. Sin embargo este súbito ingreso a la canasta familiar no era correspondido por Martin, quien no se hacía participe de los gastos y más bien rehuía a sus obligaciones de padre. Su vida era el fulbito y conversar con sus amigos en la esquina a ver que cachuelo conseguía para pasar el día, o la semana, o el mes. Pero estos trabajitos no redundaban en un ingreso real. Por lo que Isabel le planteo un ultimátum a su pareja. - “Que si tú ya no traes aunque sea veinte soles diarios, ya no podrás entrar a la casa” Él se sorprendió de la actitud prepotente y autoritaria de Isabel. Sabía que estaba en falta, pero no era tanto el drama para que lo echen de su propia casa. Pero se dio con la triste realidad de ser echado cuando al día siguiente quiso entrar y la puerta estaba trancada por dentro. Grito y pataleo con todo el escándalo que quiso. Pero la puerta no se abrió para nada. Golpeaba con su zapato y un palo hasta tarde la noche para ingresar, pero Isabel no cedió. Al día siguiente, llego con un amigo policía para ver si con esta estrategia ella podía acceder, pero tampoco no funciono. Y grande fue su terror cuando ella le dijo al policía que él no era nada en la casa y le pasaba un documento por debajo dela puerta para que viera. Era una hoja resumen de la oficina de registros públicos donde indicaba que Isabel era la dueña de la casa en calidad de viuda de Pedro. Martin rompió el papel queriendo hacer anular lo actuado. Pero la misma misiva y otros documentos más aparecieron por debajo anunciándole que su casa ya no era de él, y que ella nunca fue su esposa legal. Sino su madrastra. Toda la vida de Martin quedo resumida a una solo expresión, Incertidumbre. No sabía quién era su padre, Pedro camote o Pedro Papa. No supo realmente cuál era su función en la vida. Nunca aprendió sus clases de sociología básica ni psicología aplicada que dieron en el colegio. Rezaba de memoria pero nunca con devoción. Se persignaba por costumbre pero nunca por fe. Busco la voz de su madre y de sus padres dentro de su cerebelo maltrecho, pero solo escucho un vacío. Ansió sentimientos para decirle a Isabel una palabra de alivio o una promesa de cambio, pero permaneció mudo. Solo. Ensimismado dentro de sus tontas cavilaciones recogió los papeles y se fue deambulando tropezando solo con sus arranques nerviosos. Dice la gente que aún lo ven caminando por la orilla del mar yendo de norte a sur y de sur a norte dependiendo del viento y de la estación. Pero nunca más volvió a ver a su familia porque nunca tuvo veinte soles para poder regresar aunque sea un día.
Posted on: Mon, 16 Sep 2013 20:27:02 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015