HISTORIA DE LA IGLESIA 49a. sesión: Siglo XX Edad - TopicsExpress



          

HISTORIA DE LA IGLESIA 49a. sesión: Siglo XX Edad Contemporánea: Pío XII (1939-1958), Juan XXIII (1958-1963) y Pablo VI (1963-1978). Pío XII (1939-1958): Evitó el bombardeo de la Ciudad Eterna, durante la segunda guerra mundial, y ayudó a las minorías raciales perseguidas durante la conflagración. Después de la guerra quedaron bajo el imperio de la URSS los Balcanes, Polonia, Hungría, Checoslovaquia. La socialista Yugoslavia de Tito se mantuvo independiente. El Papa Pío XII hizo su condena moral de la guerra e intentó la mediación entre los Estados beligerantes para llegar a una solución pacífica. Ya desde los días de la crisis de Danzig, con el radiomensaje del 24 de agosto de 1939, el Pontífice volvió a llamar a los valores de la justicia, de la moral y de la razón, recordando a los poderosos que nada se perdía con la paz y todo podía quedar perdido con la guerra. No le hicieron caso. Condenó tanto al nazismo como al comunismo, como lo había hecho su predecesor, Pío XI. Propuso un “nuevo orden internacional” basado no sobre cuanto dictaron las potencias del Eje, sino en los principios de la tolerancia y de la colaboración entre los estados. Los cardenales Mindszenti (Hungría), Wyszynski (Polonia), Stepinac (Yugoslavia) fueron guías de la resistencia de la Iglesia del silencio. Pío XII promulgó el dogma de la Asunción de María en 1950 en la constitución apostólica “Munificentissimus Deus”. Inició la internacionalización del colegio cardenalicio. Escribió numerosas encíclicas: Mystici Corporis, sobre el Cuerpo Místico de Cristo; Divino Afflante, acerca de los estudios bíblicos; Vacantis Apostolicae Sedis, para normar la elección papal; Mediator Dei, en relación con la renovación litúrgica, In Multiplicibus Crucis, que trata de la paz en Palestina; Humani Generis, en donde estudió el evolucionismo y la interpretación de la Sagrada Escritura; Sacra Virginitas, a favor del celibato. Levantó la condena de la Acción Francesa, que hizo en otro tiempo el papa Pío XI; apoyó los sermones antinazis del arzobispo de Munster, Von Galen, puso las obras de Sartre en el Índice de libros prohibidos, firmó el concordato con España, suspendió el movimiento de los sacerdotes obreros en Francia (1954). Fue defensor de los hebreos, más no así, de las doctrinas judaizantes. El “silencio” de Pío XII acerca del holocausto salvó a muchos judíos de morir en este. Fue la forma más inteligente de evitar daños mayores. No fue nunca cómplice de Hitler sino evito una provocación de consecuencias mayores. Aunque había una apariencia de silencio en público, la Secretaría de Estado del Vaticano incitaba a los nuncios y delegados apostólicos en Eslovaquia y Croacia, en Rumanía y en Hungría, especialmente, a intervenir para suscitar una acción de socorro, cuya eficacia fue reconocida por las organizaciones judías y cuyo fruto, un historiador israelita de tanto prestigio como Pinchas E. Lapide, en su obra “Three Popes and Jews” (Londres 1967), no duda en valorar en torno a 850.000 las vidas salvadas de una muerte segura gracias a la intervención personal de Pío XII, de la Santa Sede, de los nuncios y de toda la Iglesia católica, no podían pagar judíos inocentes por las acciones del judaísmo internacional. Este historiador hebreo, que había sido cónsul general en Milán, se sintió en el deber de protestar contra las gravísimas y calumniosas acusaciones de Hochhuth 248 -¡Pío XII habría sido un cobarde y un fautor del nazismo!-; para él fue un deber de conciencia y de gratitud contradecir las falsedades escritas por Hochhuth. Y cuando el drama de este autor fue representado en Gran Bretaña, el embajador británico ante la Santa Sede, Sir G. F. Osborne d´Arcy, protestó públicamente contra las afirmaciones de Hochhuth. Los hechos que convencieron a Pío XII a no protestar públicamente fueron muchos y muy tristes. El primero fue el fracaso total de la encíclica de Pío XI “Mit brennender Sorge”, la condena más dura que se pueda pensar del nacionalsocialismo y del racismo 249. El segundo hecho que le convenció a Pío XII de que no debía hacer una protesta pública fue cuanto ocurrió en 1942 en Holanda250 . Fueron muchos los hebreos que aconsejaron a Pío XII que se abstuviera de una denuncia pública. También los obispos alemanes y de otras nacionalidades se lo aconsejaron 251. Y el papa no sabía realmente qué hacer, si callar o hablar; sufría mucho en esta situación, y haciendo uso del discernimiento, con la ayuda del Espíritu Santo, optó por el “silencio”; un silencio que salvó a muchos judíos de morir en el holocausto. Todo lo que no sea esto, es leyenda negra contra Pío XII252 . Su trabajo en evitar la guerra mundial fue inmenso. Su atención se orientó en varias direcciones: • Atenuar los dolores y horrores de la guerra. • Obtener la suspensión de los bombardeos contra las poblaciones civiles, con una particular insistencia por la ciudad de Roma. • Comunicar noticias sobre la suerte de combatientes y civiles. • Asistir material y moralmente a quienes estaban sin techo y sin medios de subsistencia. • Salvar innumerables víctimas de la guerra, entre las cuales había centenares de millares de hebreos. • Vigilar para aprovechar cualquier ocasión propicia para abreviar o componer el conflicto. • Oponerse a la llamada “rendición incondicionada”, que a juicio de la Santa Sede estaba destinada a prolongar el conflicto y a reforzar a los elementos de subversión, en primer lugar, los comunistas. La fotografía del Papa Pío XII con los brazos en señal de protección y consuelo cuando visitó el barrio de san Lorenzo en Roma, después del bombardeo del 19 de julio de 1943, es todo un símbolo de la extraordinaria tarea que la Iglesia desarrolló en aquellos años; luchar contra todos los rostros del maligno. ¿Qué más realizó Pío XII? Muy importante fue también su aportación a la teología. ¿Cuáles fueron sus encíclicas? Su encíclica Mystici corporis del 29 de junio de 1943 marcó un hito en la historia de la eclesiología. Presentó una eclesiología de fuerte inspiración paulina: La iglesia es el Cuerpo místico, del que Cristo es la cabeza y los fieles, sus miembros. La segunda encíclica publicada el 30 de septiembre de 1943 fue Divino aflante Spiritu, donde trazó la verdadera distinción entre el sentido literal y el sentido espiritual de la Escritura, pero también su conexión: el sentido literal histórico del texto es la base firme e inconclusa del sentido espiritual, que ya se encuentra en el Antiguo Testamento, y es enseñado por el Señor y por sus apóstoles, por la Iglesia Maestra, por la interpretación primaria que hace la sagrada liturgia: Lex orandi. Esta encíclica incitó a los estudios bíblicos. Otra encíclica fue la Humani generis del 12 de agosto de 1950, en la que tomó posición no contra la evolución sino contra el evolucionismo, es decir, aquella corriente que defiende que todo, incluso el alma, proviene por evolución. El evolucionismo era un intento indebido de asociar cierta ciencia a una filosofía relativista, para atenuar hasta la eliminación de la estabilidad de la persona humana y la negación de la procedencia divina del alma253 . Pío XII fue el precursor de la reforma litúrgica, con su encíclica Mediator Dei, que después llevó a cabo el Concilio Vaticano II. Con Pío XII se tuvo la primera conferencia de obispos de América en Rio de Janeiro, dando origen al CELAM. El mundo católico profesó un respeto profundo a Pío XII. ¡Un gran Papa! El Papa Juan Pablo II dijo de él: “A los veinticinco años del paso de Pío XII a la eternidad, no se ha borrado de los ojos su imagen dulce y austera. No se ha extinguido el eco de su voz enérgica, vibrante y persuasiva, consoladora y doliente, amonestadora y profética. Durante la guerra, Pío XII fue apóstol incansable y agente de paz; inculcó sus responsabilidades a los rectores de los pueblos; asumió la defensa de los oprimidos y perseguidos; ejercitó la caridad a favor de todas las víctimas de la guerra. Con clarividente sabiduría, delineó los remedios de aquella crucial tribulación en la perspectiva de la paz. Su riquísimo magisterio forma lo que Pablo VI definió como inmensa y fecunda preparación a la sucesiva enseñanza doctrinal y pastoral del Vaticano II” (Homilía en san Pedro, 13. XI.1983). Cuando murió el 9 de octubre de 1958, Pío XII fue objeto de homenajes unánimes de admiración y de gratitud. “El mundo –declaró el presidente de los Estados Unidos, Eisenhower- es ahora más pobre después de la muerte del papa Pío XII”. Y Golda Meir, ministra de exteriores del Estado de Israel, dijo: “La vida en nuestro tiempo ha sido enriquecida por una voz que expresaba las grandes verdades morales más allá del tumulto de los conflictos cotidianos. Lloramos a un gran servidor de la paz, que levantó su voz por las víctimas cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo”. Juan XXIII (1958-1963) Ganó la simpatía de propios y extraños, convertida con el paso del tiempo en conmovido afecto hacia él, hombre de eximia mansedumbre y caridad, y de continuo buen humor. Dotado de un espíritu intuitivo genial, comprendió la necesidad de que la Iglesia estuviera presente en el siglo XX. Se pensó que sería un papa de transición; pero realmente dejó la huella de una nueva forma de ser de la iglesia, y marcó el giro total en la orientación de la Iglesia hacia el tercer milenio. Las primeras semanas de su pontificado salió del Vaticano, visitó hospitales, cárceles y orfanatos. Visitó el santuario de Asís en el primer viaje en tren que hacía un Papa. Se le llamó el papa bueno. Estos gestos, todos ellos pastorales y no políticos, indicaron que comenzaba una nueva orientación en la vida de la iglesia. El Papa circulaba libremente por los pasillos de su palacio y por los jardines, parándose para hablar con todos; visitaba a cardenales enfermos o a prelados moribundos, pero también a sacerdotes amigos suyos; cuando dirigía discursos a grupos, a veces prefería improvisar con mucha naturalidad dejándose llevar de confidencias personales y recuerdos de su juventud, que conmovían y edificaban profundamente a su auditorio. Durante las fiestas de Navidad de 1958 visitó en Roma a los niños internados en el hospital Bambino Gesú y a los presos de la cárcel Regina Coeli. Estas visitas enternecieron a la opinión pública mundial, porque eran gestos que nunca había hecho un papa con anterioridad, pero fueron también muy eficaces para recordar a obispos y sacerdotes el primado de la caridad en la acción social y pastoral. ¿Qué más hizo este Papa? • Internacionalizó el colegio de cardenales hasta el grado de que de 82 de sus componentes, sólo 24 fueron italianos. • Inició el diálogo con otras religiones y con ateos. • El 25 de enero de 1959 anunció al mundo la convocación del Concilio Vaticano II que fue el XXI ecuménico. También en este mismo año anunció el sínodo diocesano de Roma y la revisión del Código de Derecho Canónico. • Dos de sus encíclicas fueron trascendentales: Mater et Magistra (1961), acerca de los problemas sociales (propiedad, países subdesarrollados); Pacem in Terris (1963), dirigida a todos los hombres de buena voluntad, favoreciendo la paz entre las naciones, fundada en la verdad, justicia, caridad y libertad. • El 11 de octubre de 1962 Juan XXIII inició el concilio Vaticano II, ante la expectación mundial. A la ceremonia asistieron representantes de 79 naciones. Más de 2.500 obispos, llegados de los cinco continentes, empezaron las deliberaciones (1ª sesión) que finalizaron el 8 de diciembre para dejar paso a la intercesión. La segunda sesión fue convocada para el 29 de septiembre de 1963. No pudo asistir a ella Juan XXIII, pues falleció el 3 de junio. La humanidad sufrió la pérdida del Papa al que amaba. Si quisiéramos resumir un poco los puntos más sobresalientes de este Papa, podemos enumerar los siguientes: • Acción a favor de la paz: este empeño por la paz encontraría pocos días después una confirmación cuando, a causa de la grave crisis de Cuba, el mundo estuvo al borde de una nueva guerra mundial, que pudo evitarse gracias a la eficaz mediación entre las dos superpotencias (Estados Unidos y Unión Soviética) promovida personalmente por el papa Juan XXIII. Eran los días 20-26 de octubre de 1962. Este hecho fue el origen de su encíclica “Pacem in terris” del 11 de abril de 1963. La paz es el anhelo profundo de los seres humanos de todos los tiempos; y sólo puede ser establecida y consolidada si se respeta el orden establecido por Dios. • Tuvo una marcada predilección por los trabajadores de todas las clases. Por eso, al cumplirse los 70 años de la “Rerum Novarum”, publicó otra encíclica, “Mater et Magistra”, del mes de mayo de l961, donde afirma que la encíclica de León XIII debe considerarse como verdadera suma de la doctrina católica en el campo económico y social. • Apoyó las misiones, y a este tema consagró la encíclia “Princeps Apostolorum” del 28 de noviembre de 1959. • A los sacerdotes dedicó la encíclica “Sacerdotii nostri primordia” del 31 de julio de 1959, con ocasión de la muerte del santo Cura de Ars, Juan María Vianney, modelo y símbolo del sacerdote, y donde sintetizó el ideal del sacerdocio católico. • Promovió mucho el ecumenismo, fruto de su misión episcopal como delegado apostólico en Bulgaria (1925-1934), Turquía y Grecia (1935-1944). • Tuvo una predilección muy particular al Santo Rosario y a esta devoción dedicó una encíclica el 29 de septiembre de 1961. Presentó el rosario como la plegaria de la familia y como el medio para invocar la paz universal. Pablo VI (1963-1978) El 21 de junio de 1963 Juan Bautista Montini fue elegido sucesor de Juan XXIII. Y quiso llamarse Pablo VI. Gravísima carga recayó sobre sus hombros porque grande era la crisis por la que estaba pasando la Iglesia. Decidió que el Concilio Vaticano II continuara. Bajo su pontificado tuvieron lugar las sesiones segunda (29 de septiembre a 4 de diciembre de 1963), la tercera (14 de septiembre a 21 de noviembre de 1964) y la cuarta sesión (28 de octubre de 1965 a 8 de diciembre). • El concilio escribió cuatro constituciones: La iglesia, la divina revelación, la liturgia, la iglesia en el mundo contemporáneo. Los decretos trataron sobre los medios de comunicación, las iglesias orientales católicas, el ecumenismo, el cargo pastoral de los obispos, la renovación y adaptación de la vida religiosa, la formación de los sacerdotes, la educación cristiana, el apostolado de los seglares, la acción misionera de la Iglesia, el ministerio y vida de los sacerdotes. Las declaraciones se refirieron a las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas y la libertad religiosa. • Pablo VI escribió las siguientes encíclicas: Ecclesiam Suam (1964) sobre la toma de conciencia de la iglesia de su misión y el diálogo con el mundo; Mysterium fidei (1965), acerca de la doctrina eucarística, que era criticada por algunos; Sacerdotalis coelibatus (1967), para reafirmar el celibato, igualmente atacado por determinados sectores; Humanae vitae (1968), en torno a la regulación de la natalidad; Octogesima adveniens (1971), para explicitar la doctrina social de la iglesia; Evangelii nuntiandi (1975), en que abordó el tema de la evangelización y de la inculturación. • En agosto de 1968 inauguró la segunda conferencia del CELAM en Medellín, Colombia, de donde salió un impetuoso movimiento para promover la justicia en el continente secularmente explotado. • Los esfuerzos de Pablo VI, guía de 700 millones de católicos, se encaminaron a llevar a cabo las decisiones conciliares, a obtener una mayor justicia social en el mundo, a promover la paz entre las naciones (en el Congo, Vietnam, Sudán, Nigeria, Irlanda, India, Pakistán, Medio Oriente) y a promover el diálogo ecuménico. • Viajó 130 mil kilómetros: Italia, Tierra Santa, Fátima, Estambul, Colombia, Uganda, Cerdeña, Teherán, Manila, Samoa, Sydney, Yakarta, Hong Kong, Colombo. • Recibió a tres presidentes de Estados Unidos, al presidente del soviet supremo, Podgorny, al presidente yugoslavo, Tito, al de Egipto, Sadat, a la primera ministra de Israel, Golda Meyer, entre numerosos gobernantes más. • Reformó la organización de la curia romana. Permitió que religiosas o seglares trabajaran en ella. • Canonizó 84 santos y realizó 59 beatificaciones. Estableció nuevas normas para la elección de los papas, impidiendo el voto de los cardenales mayores de ochenta años. • Convocó el Año Santo de 1975 y congregó multitudes en Roma a donde fueron a orar. • Instituyó, por sugerencia del concilio, los sínodos de los obispos que se reúnen periódicamente y sólo tienen carácter consultivo. 1967: revisión del derecho canónico, seminarios, liturgia, matrimonios mixtos; 1969: relaciones de las conferencias episcopales con la Santa Sede y relaciones entre ellas; 1971: justicia y sacerdocio ministerial; 1974: evangelización; 1977: catequesis. • Le tocó ver con sus propios ojos cómo malinterpretaban el concilio, cómo hubo abusos, indisciplina; cómo descendieron las vocaciones y cómo miles de sacerdotes y religiosaos entraban en crisis y abandonaban su vocación. Lefebvre desobedeció al papa en nombre de la ortodoxia. Algunos clérigos en América Latina tomaron armas para defender a los desposeídos del tercer mundo. El papa sorteaba con prudencia todos estos escollos. Algunos lo tachaban de indeciso y débil, pero Pablo VI fue un ejemplo de equilibrio, y de mártir en la custodia de la fe y de la moral católica. ¿Cómo resumir todo el legado de Pablo VI? Estos son los puntos que considero importante a la hora de hacer un balance del magisterio del Papa Pablo VI: • Impulsó la renovación conciliar y promovió su recta aplicación, procediendo a una renovación amplia y profunda de la iglesia. • Estas reformas estuvieron acompañadas y sostenidas por una profunda renovación interior. Por ello, Pablo VI insistió en el primado de Dios, de la fe y de la oración contra toda tentación y secularismo. De ahí sus constantes llamamientos a sacerdotes y religiosos a cultivar la vida interior y las grandes virtudes evangélicas y, sobre todo, su gran batalla en defensa de la fe y de la moral cristiana. Él mismo fue un hombre de sólida fe; fe que se comprometió enérgicamente, como Papa, a defender y proclamar. Este fue –así dijo el 29 de junio de 1978, poco antes de morir- “el intento infatigable, vigilante, agobiante que nos ha movido en estos quince años de pontificado”. • Tuvo un pontificado muy difícil, porque no fue amado y comprendido por todos. Pero la Iglesia fue su gran amor y pasión254 . Los “conservadores” le reprocharon no haber sabido oponerse eficazmente a los fermentos innovadores que ponían en peligro la integridad de la fe y la disciplina eclesiástica. Los “progresistas”, en cambio, le criticaron por haber frenado el concilio y mortificado las fuerzas innovadoras con una obra de “restauración” y de “normalización”. Sufrió enormemente durante los dieciséis años de su ministerio a causa de los desvíos de muchos sacerdotes que militaron al servicio de ideologías, a causa de las defecciones, y a causa de las innovaciones que minaban la fe católica y la disciplina eclesiástica y litúrgica. • Tuvo un interés muy particular por el diálogo de la Iglesia con el mundo moderno. Él fue siempre un hombre de letras y culto. Quiso preparar a la iglesia para que pudiera dialogar con el mundo, como había pedido el concilio Vaticano II en su constitución “Gaudium et spes”. • Impulsó la causa del ecumenismo, siguiendo a su predecesor, Juan XXIII, y el diálogo interreligioso con los no cristianos y no creyentes. Para ello creó dos secretariados vaticanos, uno para los no cristianos y otro para los no creyentes que, aunque encontraron alguna dificultad, realizaron una encomiable tarea de acercamiento y de mejor conocimiento recíproco, haciendo caer prejuicios antiguos y allanando el camino para una mejor comprensión del mensaje cristiano por parte de los no cristianos y de los no creyentes y un mayor aprecio, por parte de los cristianos, de los valores de los que son portadores las otras religiones y los humanismos de nuestro tiempo. • Hizo lo indecible para promover y defender la paz. Instituyó la jornada mundial a favor de la paz, el primero de enero de cada año. En su encíclica “Populorum progressio” dijo que el desarrollo y el progreso, además de ser una exigencia de justicia, es el nuevo nombre de la paz. Para dar un fuerte apoyo moral a la lucha contra la carrera armamentista y contra la acumulación de las armas, especialmente atómicas, Pablo VI dispuso en febrero de 1971 que la Santa Sede se adhiriera al tratado de no proliferación de armas nucleares. Y a finales de mayo de 1978, algo más de dos meses antes de su muerte, pareció casi querer sellar solemnemente su acción a favor de la paz y contra la amenaza de las armas haciendo llegar su mensaje a la sesión especial de las Naciones Unidas sobre el desarme. También quiso que la Santa Sede participara a pleno título en la Conferencia para la Seguridad y Cooperación en Europa, concluida en Helsinki el 1 de agosto de 1975; un gesto a favor de la paz en Europa y en el mundo, cosa que le preocupaba muchísimo, pero también a favor del compromiso de Europa entera por el respeto de los derechos y de las libertades fundamentales del hombre, incluidos los de carácter religioso; cosa que le interesaba no poco. • Ciertamente la confrontación más dramática –porque fue la más difícil- fue su posición ante el marxismo, sea teórico como ante los regímenes marxistas que se inspiraban en la ideología marxista. Pablo VI se mostró severo con la ideología marxista, inspirada en el materialismo histórico y dialéctico y en el ateísmo, y también con la praxis marxista de la lucha de clases. Pero, por otra parte, quiso ir al encuentro de las necesidades de las iglesias que vivían bajo los regímenes comunistas, y para ello trató de hacer acuerdos con dichos regímenes. A esta diplomacia vaticana se la ha llamado la Ospolitik. La Ostpolitik de Pablo VI fue juzgada de muy diversas maneras. Pablo VI no hizo más que continuar una iniciativa que Juan XXIII había tomado en los últimos días de su existencia. Los acuerdos que el papa buscó y que, por desgracia, no siempre fueron observados por los gobiernos que los habían firmado, no fueron concesiones al marxismo, sino una necesidad pastoral, impuesta por la excepcionalidad de las situaciones, en espera de tiempos mejores. Sin esta Ospolitik, la Iglesia hubiera sido aún más perseguida de lo que fue. • Hombre de profunda fe y de certezas fuertes. Basta leer su profesión de fe del año 1968 • Fue maestro, y así lo demostró en sus homilías y cartas, alocuciones y encíclicas, escritas con orden y organicidad, y con bello estilo incomparable. • Fue organizador, pues erigió más de cien nuevas parroquias e hizo construir más de setenta iglesias nuevas y centros de cultura. • Fue padre, a través de una serie de gestos de bondad hacia obreros, enfermos, ancianos y niños. • Fue pastor, que conducía su grey y la guiaba sin hacerle faltar nada. • Fue un Papa viajero y peregrino. Sus viajes internacionales asumieron dimensión emblemática. En Jerusalén abrazó al patriarca Atenágoras (enero 1964). En Bombay, para el congreso eucarístico, se encontró con todos los creyentes (diciembre de 1964). En el discurso a la ONU, ante delegados de 117 países, dialogó con todos los hombres influyentes 255 (4 de octubre 1965). En Fátima abrazó a todos los católicos (mayo 1967). En Bogotá se encontró con todos los pobres del mundo (agosto 1968). Y en la oración en el Consejo Ecuménico de las Iglesias en Ginebra, abrazó a todos los hermanos separados de Roma (junio 1969). Pablo VI fue un gran reformador de la vida interna de la iglesia. Reforma acompañada por la renovación interior, pues estaba convencido de que sólo una Iglesia santa y ardiente de fe, esperanza y caridad podría ser en el mundo testigo auténtico de Jesucristo. Enumeramos algunas de las reformas que hizo: • La institución del sínodo de los obispos. • La reforma litúrgica con la introducción de las lenguas vernáculas y la adaptación de la liturgia a las diferentes culturas. • La creación y valorización, para el gobierno universal de la Iglesia, de las conferencias episcopales, y, por consiguiente, la valorización de las iglesias locales. • La revisión del Código de Derecho Canónico. • La revisión de la vida y de la formación del clero y la particular atención dirigida a la reforma de los seminarios. • La actualización de la vida religiosa. • La internacionalización de la curia romana. • La ampliación del colegio cardenalicio. • La reforma del cónclave, impidiendo la participación en el mismo de los cardenales mayores de 80 años. • La creciente participación de los seglares y de las mujeres en la vida de la Iglesia y en sus órganos centrales, culminada con la institución del Pontificio Consejo para los Laicos y de la Pontificia Comisión “Iustitia et Pax”. • La reforma de la curia romana con la constitución apostólica “Regimini Ecclesiae universae” (15 agosto de 1967). El juicio de la historia sobre el pontificado de Pablo VI será ciertamente mucho más positivo de cuanto dijeron algunos cronistas mientras el Papa vivía. Pablo VI fue un gran Papa que amó, ante todo, la verdad incluso cuando podía parecer desagradable, como en el caso de la encíclica “Humanae vitae”; y que amó la justicia aun cuando es atrevida, como en el caso de la “Populorum progressio”. Pero su tema central fue la fe y no solamente la vida o el sistema social. Quiso también implantar la cruz en el campo de la ciencia, restaurar y fundar iglesias en el corazón de la universidad. Fue un Papa que comprendió no sólo a las masas sino también a las élites; fue el papa de la caridad, además del papa de la verdad, sin la cual no hay caridad. Fue de una personalidad rica de cultura humanística, de un ánimo pastoral atento a los problemas de los hombres y de su salvación eterna, pronto al diálogo con todos, sensible a calibrar el anuncio con las exigencias de sus oyentes. Murió el 6 de agosto de 1978, fiesta de la Transfiguración del Señor en el monte Tabor. Mejor día no pudo Dios tenerle reservado para su paso a la eternidad. 248. Rolf Hochhuth, autor de “El Vicario” (1963) 249. Como es sabido, el texto de la encíclica fue introducido en Alemania con gran reserva, impreso en doce tipografías diversas, distribuido con el máximo secreto por todos los sacerdotes responsables de iglesias y parroquias y leído en todos los púlpitos de Alemania el 21 de marzo de 1937. Pero el resultado no fue el cese de la persecución contra los hebreos sino todo lo contrario, ya que Hitler se enfureció y las medidas contra los hebreos fueron todavía más duras. Las doce tipografías que habían impreso la encíclica fueron confiscadas por la Gestapo y muchos católicos acabaron en la cárcel o en los campos de exterminio. 250. En este año comenzó en el país ocupado por los nazis la deportación de los hebreos. Todos los jefes de las iglesias –calvinistas, luteranos y católicos-, se pusieron de acuerdo para hacer leer un domingo en las iglesias una protesta contra tal deportación. El plan fue descubierto por el jefe de la Gestapo, Karsten, quien hizo saber a todos los jefes de las iglesias y de las comunidades eclesiales que serían deportados no sólo los hebreos, sino también los hebreos convertidos al cristianismo y bautizados. Ante esta amenaza, todos los responsables se echaron atrás, menos los católicos. La consecuencia inmediata fue que la deportación de los hebreos de raza y de religión fue acelerada y los hebreos católicos –entre ellos santa Edith Stein y su hermana- fueron también deportados y murieron en el campo de concentración. Este hecho lo supo Pío XII precisamente en el momento en que estaba pensando publicar en “L´Osservatore Romano” una protesta contra el nazismo; pero quedó tan impresionado que rompió las cuatro páginas del texto que había escrito y las quemó. Así evitó un mal mayor. 251. Tenemos un testimonio del cardenal Dezza, que fue confesor de Pío XII, y sabe que el papa vivía la tragedia de este dilema: “Si yo callo, se lamentan porque el papa calla, y no hace oír su voz con la fuerza y la firmeza que las circunstancias requieren. Pero, por otra parte, si yo hablo, sucede que Hitler se vengará haciendo persecuciones todavía más graves contra católicos y hebreos”. 252. Recomiendo al lector el libro “Los judíos, Pío XII y la leyenda negra” de Antonio Gaspari, de la editorial Planeta-Testimonio, 1998. Y también el documento de la santa Sede sobre el holocausto o Shoah, titulado “Nosotros recordamos”, de la comisión para la Relaciones Religiosas con el hebraísmo, dado en Roma el 16 de marzo de 1998. 253. La encíclica no condenó a nadie, aunque, tras ella, los superiores religiosos impusieron sanciones disciplinares a varios miembros de sus respectivas órdenes; pero los afectados por estas medidas acataron con obediencia las decisiones y ninguno abandonó la iglesia. Es más, esos teólogos, revisaron algunas de sus actitudes y escritos y tuvieron un papel importante en el Concilio Vaticano II, y varios de ellos –Danielou, Congar, De Lubac- fueron elevados al cardenalato por Pablo VI y por Juan Pablo II. 254. Así lo expresó en su testamento, titulado “Pensamiento sobre la muerte”: “Ruego al Señor que me otorgue la gracia de hacer de mi próxima muerte un don de amor a la Iglesia. Podría decir que la he amado siempre..., para ella, no para otra cosa, creo haber vivido...Pero quisiera que la Iglesia lo supiera, y que yo tuviera la fuerza de decírselo, como una confidencia del corazón, que sólo en el extremo de la vida se tiene el valor de hacer”. 255. Fue en la ONU donde Pablo VI gritó: “Nunca más unos contra otros, jamás, jamás en lo sucesivo. Es la paz, la que debe guiar el destino de los pueblos y de toda la humanidad”.
Posted on: Mon, 16 Sep 2013 22:16:23 +0000

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