HISTORIA DE MUJERES. Voy a comenzar esta historia cuando a mis - TopicsExpress



          

HISTORIA DE MUJERES. Voy a comenzar esta historia cuando a mis nueve años, fuimos de camping con mi familia y la familia de tía Lili. Tía Lili se había casado con un hombre (Joan) de más de 40 años cuando ella sólo contaba 28: Joan tenía mellizos un hijo y una hija (Fidel y Analía) de otro matrimonio, cinco años mayores que yo. Llegamos a las sierras de Balcarce a media tarde como quería mi papá, entonces mi papá y tío Joan se encargaron de la leña, ya que estábamos en un otoño particularmente frío. Ya sentados en derredor del fuego yo estaba jugando naipes con Fidel y Analía. Una parte del juego consistía en tapar con la mano un montículo de cartas antes que los contrincantes. A pesar de mis siete años, noté que Analía siempre llegaba después que yo a "tapar" los naipes y dejaba su mano largamente sobre la mía; después de eso me hacía una pequeña caricia con uno de los dedos. Ella adujo sentir frío y se arrimó a mí hasta pegarse a mi lado. Analía dijo que seguía jugando pero en sociedad conmigo, es decir jugábamos Fidel y yo. Analía me ayudaba. Abrió sus piernas y me sentó entre ellas, cerrándolas seguidamente, al momento puso sus manos frías en mi vientre por debajo de la ropa, yo protesté pero ella me convenció de que yo tenía que colaborar y yo no dije nada. Pegó mi cuerpo decididamente contra sus incipientes tetitas y subió su mano izquierda hasta la altura de lo que serían las tetas mías, por entonces totalmente ausentes. Acto seguido, sacó sus manos de debajo de mi ropa y le pidió a tía una manta, ya que decía seguir con mucho frío. Cuando tía nos cubrió, sus manos volvieron a lo que estaban haciendo para mi completa curiosidad y hasta podría decir que si bien yo no colaboraba, lejos estaba de molestarme, ya que eso me estaba gustando y mucho, porque empecé a notar ciertas cosquillas muy agradables en todo mi cuerpo, para entonces Fidel dijo estar cansado de estar en la posición que estaba y no quiso seguir jugando, por lo que quedamos cien por cien entregadas a lo que estábamos haciendo. Yo misma busqué de recostarme y conmigo, ella. Con mucha cautela sacó su mano de donde me la había puesto y la bajó a mi entrepierna, sin sobarmela ni nada de eso, se limitaba a presionar con mucha suavidad la zona. Estábamos en completo silencio y yo hasta fingía dormir cuando Analía pasó su brazo derecho por debajo de mi cuello y volvió a frotar mis ausentes senos de niña. La mano izquierda empezó a moverse casi imperceptiblemente... pero “casi”, para ir subiendo de ritmo, a la vez que me estrujaba contra sí con ambas manos. Ella estaba a mi espalda abrazándome desde atrás, entonces aflojó la presión sobre mí y muy dulcemente me indicó con movimientos que yo debía darme la vuelta y ponerme cara a cara con ella. Hizo que la manta nos cubriera hasta la cabeza y en un susurro me pidió que no gima ni me mueva para que nadie note lo que pasaba, con la cabeza asentí y como premio me dio un piquito... y otro... y otro y me besó. Corta y dulcemente al principio y seguidamente me volvió a besar ya con más fuerza. Me dijo que yo tenía que abrir la boca para que ella pudiese entrar con la lengua como en las películas, aunque yo no tenía ni idea de que se trataba, sentía un gran placer por aquel contacto. Me estaba besando cuando una de sus manos zas... se metió por debajo de mi braguita y tomó por primera vez contacto directo con mi entrepierna. Automáticamente me moví hacia atrás, pero ella me pidió rozándome los labios con los suyos que no me mueva, que eso no era nada malo, que ella me amaba como prima y sabía que yo a ella también. Volví a acceder, pero he de confesar que sin ningún esfuerzo, por lo que empecé a colaborar abriendo mis piernitas y dejándola que haga a su gusto. El voltaje de aquel contacto iba in crescendo, cuando uno de sus dedos empezó a tocar algo en mí que me electrificó. Sentí calor y corriente eléctrica, se me escapó un suspiro y ella me besó de nuevo. En el mejor momento papá nos llamó para tomar la merienda que cocinó tía. ¡Qué mal momento! Yo dije que no quería y Analía también, entonces mi padre se paró y aplicando su autoridad me conminó a cambiar de actitud, cosa que hice de inmediato. Estaba mareada, roja, emocionada, por un lado arrepentida y avergonzada y por otro quería repetir la historia. Con la media hora de sol que quedaba, después de merendar corrimos a las piedras, donde empezamos a correr, escondernos, aparecer y escondernos y aparecer y escondernos, para terminar escondidas, ella sobre mí besándome una vez más con esa dulzura y suavidad... O al menos a mí me lo parecía. Me dijo que nos iríamos un poco más lejos y así lo hicimos. Como a unos doscientos metros había unos árboles y matas de arbustos. Y allá fuimos. Ella, bastante más alta que yo, medio se inclinó para besarme brevemente, me indicó que me acostase en la grama, para hacer ella también sobre mí a medias, porque su mano izquierda volvió a mi entrepierna, mientras con la otra trataba de bajar mi pantalón de elástico y la braga, tarea en la que le ayudé complacida. Tocó mi conchita, mi clítoris y mis nalguitas, me levantó la ropa de la parte de arriba y me toqueteaba simultáneamente en todas partes. De repente se detuvo, se incorporó y fue con su cara en forma directa a mi entrepierna. Ahhh!, grité de placer. No tengo palabras para describir aquello. Me sentía Dios. Me sentía una elegida de la vida, pero mis sorpresas aún no habían terminado, porque puso su entrepierna sobre mi cara y me dijo que se la besara yo también. Llevábamos pocos minutos en esa postura deliciosa, cuando oímos la voz de Felipe que nos llamaba. Mierda!, dijo Analía, ¿qué mierda quieren ahora? Nos apresuramos por volver a la compostura que habíamos olvidado, nos mal arreglamos la ropa y salimos de la maleza. Tuvimos que volver al campamento. Ya era casi noche cerrada y querían que estemos allí. Yo sólo pensaba cuando iba a ser la próxima vez que pudiésemos reiniciar nuestro juego. Nos sentamos la una junto a la otra, nos abrazamos y volvimos a pedir una frazada, aunque ahora la situación no iba a ser tan osada como empezó, ya que la familia estaba allí y si bien nadie sospechaba nada, no era cuestión de levantar la perdiz. Por debajo de la frazada volvimos a los toqueteos, pero lejos de lo que yo ansiaba y hasta necesitaba. Sentía sus dedos en mis piernas y me los imaginaba allá adentro, aún llevaba en la boca el sabor de su cuevita, saladito, delicioso, incitante. Después de horas interminables llegó la hora de dormir. Por supuesto que nos acostamos juntas. Analía que tenía todo en mente, pidió muchas mantas, yo rezongué pero enseguida ella me hizo una seña, por lo que no insistí. Cuando ya estábamos acostadas y tapadas ella me dijo que con muchas mantas era mejor, porque nos íbamos a desnudar, así que cuando ya estaban todos muy dormidos, volvimos a lo nuestro. Desnudas, casi libres, pecadoras, ansiosas y deliciosas para cada una de nosotras. Esa noche casi no pudimos dormir, por lo que planeamos fugarnos al día siguiente, fingiendo que nos habíamos perdido. El sol era un obstáculo que no nos permitía mirar la zona hacia la que nos íbamos a ir, pasado el desayuno y bien abrigadas, salimos a recoger unas briznas que se antojaban similares a plumas y habíamos apodado con este nombre esa parte de la gramínea que las desarrolla. Caminamos... Sencillamente caminamos mucho, para asegurarnos no ser molestadas, hasta que llegamos a un lugar que nos hizo suponer que estábamos a salvo y nos entregamos a “lo nuestro”. Esa fue mi primera vez, hoy tengo veintiséis años y vivimos con Analìa “como primas”,. Te amo, Ana.
Posted on: Tue, 23 Jul 2013 13:43:45 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015