HISTORIA MODERNA Estás intranquilo, ansioso, rodeado de gente. - TopicsExpress



          

HISTORIA MODERNA Estás intranquilo, ansioso, rodeado de gente. Estás en una reunión, es el cumpleaños de un amigo, en San Isidro. Llegas con K y D, tus silenciosos amigos, luego de tomarte varias cervezas. Antes estuviste en un almuerzo y llevabas una camisa celeste, que abriste hasta el pecho para verte como un macho. Allí bebiste, te emborrachaste, pero no perdiste los cabales y hablaste horas con un niño de 11 años que no paraba de sorprenderte. El pequeño te decía que era un hombre de 36 años atrapado en el cuerpo de un niño. No paraste de pensar en sus palabras. En el almuerzo solo te gustó una mujer. Querías ir por ella solo por el reto que significaba. ¿Te gustaba? No. Era mayor, quizá más de 50, y cuando te miraba, sonreías, pero no te atrevías a hablarle, pues su hombre también te miraba, con cara de pocos amigos. Era sábado y estabas en Barranco. La tenías clara: quieres morder, buscar frotar el cuerpo de una desconocida y morir y matar con ella hasta que la noche termine en las trágicas mañanas de los domingos. A la seis de la tarde estabas cansado. Pensaste en ir a dormir, descansar y levantarte hoy a enfrentar el solitario domingo. Piensas que Lima te ahoga y le echas la culpa de todos tus problemas. Sí, es tu culpa, fría y sucia Lima, tu soledad, tu gris agrio, tu vil manera de demostrarle al mundo que esto es Sudamérica, la más pura de las realidades. Pero no, pensaste en Barney Stinson y seguiste buscando la fiesta para lograr hacer realidad el sueño de todas las semanas. Puedes estar equivocado, pues podrías levantar en Wong, en un micro, en una calle de cualquier lado, en la universidad, en cualquier espacio público y donde alguna mujer que con solo una mirada te dirá mucho más de lo que necesitas. Pero esas cosas no pasan en Lima. O no a ti no te pasan, en todo caso. No eres Brad Pitt, ni estás cerca de serlo. No eres tan alto y te ganas la vida escribiendo. No sabes hacer nada más. Tienes que ir a un lugar que sea barato y donde puedas hablar con una mujer. Francesa, inglesa, peruana, argentina, alemana, chilena... No importa, quieres llegar a esas profundidades femeninas y tocarlas y morir en ellas. Y no verlas más. *** Dormiste unas horas mientras escuchabas las voces de tus amigos en la sala. La cabeza te daba vueltas y sentías frío, las manos te sudaban y no podías vomitar. ¿Qué te esta pasando? ¿A qué nivel has llegado? ¿Por qué te haces esto?, te preguntabas. Ningún recuerdo te ayudaba. El espejo te devolvía grises ojeras y una cara descompuesta. Te duchaste y la vida cambió. Te sentías tranquilo y feliz. Tomaste algunas cervezas más. Preferiste no tomar chilcanos porque ya habría sido demasiado. Y para levantar uno no puede estar tan ebrio, pues la cara se descompone, tus palabras huelen a licor y a ninguna mujer linda le gusta un tipo así. Tienes que aprender a controlarte. Llegaste a la reunión de San Isidro. Era el cumpleaños de un amigo de la universidad, un aliancista de los pocos que has conocido en la PUCP. Algunas mujeres que no conocías te miraron. Otras que sí sabían quién eras se te acercaron, pero tú sentías que sabían algo de ti, que algo feo se han enterado, y que no puedes hablar con ninguna mujer sino quieres dormir con ella. Te trabas. Preguntas mierda. Te ríes de todo. El más profundo nervio por una idea que nace y muere en tu mente podrida. *** Vino y cerveza. Me largo de aquí, pensaste. T, K, Y y tú salieron rumbo al Toro. Una mancha divertida. Los amigos de siempre. No piensas pagar para entrar a algún lugar, así que fuiste a un bar familiar, en el que has vivido muchas cosas y donde puedes encontrar lo que buscabas: el Toro Bar. Llegas y suena El General. Odias la música. Odias el ambiente. Es oscuro, no se puede hablar y lo único que tienes que hacer es bailar, así que bailas, te tomas tres cervezas rapidísimo para perder la cordura y meter la cara. Tratas con una, con otra, con otra y con otra. No puedes controlarlo. Necesitas una mujer, una cualquiera, que te ayude a apagar este fuego con el que vives a diario. No piensas que les harás daño, no, pues también les darán lo que ellas quieren. O no. Vas al baño y suena salsa cubana. A la mierda, piensas. No hay mucha gente en el Toro, así que por ese lado estás tranquilo. Te miras al espejo y bostezas. ¿Qué haces aquí, viejo? ¿Por qué te haces esto? ¿Por qué juegas un partido lesionado? ¿Para qué sirve jugarse todas tus cartas en una lucha para la que no estás preparado? Pero no te rindes, sigues jugando, te barres, tratas de no perder la pelota, juegas cada balón como si fuera el último. Hasta que llegó. Una mujer de nombre Emily. Encantada con mi polo del Moma que me regaló mi amigo D, creas historias alrededor de ello: Has estado en Nueva York hace poco y ella te dice que nació en Manhattan, que es estudiante de intercambio y que por favor hablemos en español, porque no quiere hablar en inglés en Lima. Tiene 19 años y su cara rosada y pequeña te hace verla como una niña. Sientes ternura mientras bailas. Toda la borrachera desaparece al sentir el pecho de una perdida estadounidense en bar de Barranco. La besas. Te besa. La tocas. Le cantas. Te baila. Le bailas. Le compras una cerveza. Te enteras que ha sido lesbiana, que está bastante ebria y que solo quiere bailar. Te pierdes en sus labios rosados y en su profundo pecho. Pasaron los minutos y te la estás a tu departamento. Los besos prendieron un fuego que se convirtió en incendio forestal. Nos revolcaremos, piensas. Solo quieres escuchar sus gritos. Pero cometes un error. Un grave error. La dejas sola un minuto para buscar tu abrigo. En el Toro ya no hay gente. Son las cinco de la mañana y toda la realidad está inclinada. Cuando vuelves la ves acompañada de más mujeres. Sus amigas, piensas. Le agarras la mano y te la llevas a bailar, otra vez, consciente de lo que está pasando. La sigues besando en el centro del Toro, sin pensar en nada alrededor y sintiendo las luces en tus ojos cerrados. Y entonces sucede. Aparece una amiga peruana que le dice que tenga cuidado, que los hombres en Lima somos peligrosos y que buscamos el amor solo cuando cae la noche. Lo escuchas todo e intentas ganarte a la amiga. Le sonríes, le bailas un poco a una morena y poco peruana, para que se no se lleve a Emily y se quede contigo. Pero no lo logras. Emily te dice que ya vuelve, que la esperes, que va a dejar a su amiga en un taxi y que vuelve. Y tú no entiendes, no puedes creer que te esté pasando otra vez, que terceros se metan en esa relación de minutos que se da en un lugar como el Toro, que es mágico y trágico como el purgatorio. Se va. La ves irse de la mano con su amiga. Quizá es más joven de lo que te dijo, piensas. Quizá no es quien dijo ser. Pero ya no importa. Te quedas solo en el medio del Toro, pensando que has perdido un partido en el último minuto y que no importa que tan bien juegues si no ganas. Solo importa ganar. Pero esta vez te tocó perder y enfrentar los momentos más difíciles después de una derrota: el regreso a casa en un taxi oscuro y solitario, que desaparece por las húmedas calles de Lima mientras poco a poco amanece. Te sacas la ropa y te metes en la cama. En tu mente, miles de imágenes de la noche. En tu corazón, la más profunda soledad. Yo no tengo este problema, pues soy hogareño, muy diferente. me encanta una vida tranquila y armoniosa..........
Posted on: Tue, 13 Aug 2013 05:21:33 +0000

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