HISTORIAS DE CASITAS. Mis ladrillos: Los incendios forestales de la provincia feudal de Córdoba, arrojan cada vez más indicios de haber sido provocados para habilitar negocios inmobiliarios. Un campo de trescientas hectáreas de monocultivo de pinos y cuyo dueño vive en Chile, es custodiado por una pareja de ancianos que vegeta en un rancho que de folklórico no tiene nada, y de pintura de Molina Campos, menos que menos. Las llamas se tomaron apenas veinte minutos en merendarse la tapera de barro, nylon, chapa y cañizo. La vieja llora. El viejo mira fijo al horizonte. Las cabras chillan. Los cerdos, también. En tiempos eleccionarios, la ayuda del gobierno nacional no se hizo esperar; llegaron más chapas, más cañas, y un rollo de nylon gigantesco. Eso sí, el adobe será como la impotencia y resignación de los viejos, deberán amasarlo ellos. El dueño de la plantación mira el incendio desde su piso catorce en la alameda y casi se conmueve. Pero no. Aurora: Doña Aurora tenía más de quince pollitas y un gallo feliz. Su casita en medio de talas, un horno de pan, la huerta, las ventanas con cortinitas de visillos de crochet y en aquella pared de tonos ocre tiempo colgaba un viejo plato de madera con estampitas de santos adosadas. Ella dice que primero vino el viento y después el olor a quemado y más tarde el resplandor. Tomó entre sus manos una imagen del cura brochero y le rogó que las llamas no la alcancen, pero el beato ni la oyó, estaba en la casa de Margarita acompañándola en una nota televisiva donde ella juraba y perjuraba que su hijo vive con medio cerebro gracias a un milagro de él.
Posted on: Sun, 15 Sep 2013 15:30:27 +0000
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