HUMOR GRÁFICO EN EL PARAGUAY Trazos para la sonrisa Luis - TopicsExpress



          

HUMOR GRÁFICO EN EL PARAGUAY Trazos para la sonrisa Luis Verón “Un día, un diminuto hombre que la historia registra con el nombre de Rey Luis Felipe encerró a Daumier seis meses en una cárcel porque lo tradujo en líneas. La historia se repite, y otro día Grosz está a punto de morir ahorcado porque sobre la cara de Cristo coloca una careta contra gases asfixiantes para contrarrestar el aliento de la ululante euforia de Hitler. Ahora puede ocurrir lo mismo, porque los dibujantes han descubierto que también deben participar en el cuento de la Historia, con mayúscula”. Indudablemente, esta reflexión de Eduardo Baliari ocurre cada tanto. Si no, qué me dice de la ola de violencia que hace unas semanas se extendió varios países europeos porque al dibujante de un periódico francés se le ocurrió representar gráficamente a Alá de una manera que irritó tremendamente a los musulmanes. En nuestro país, ejemplos de intolerancia por cuestiones similares también registra la historia. Dicen que una vez llevaron preso al humorista José L. Melgarejo por que comentó –durante la visita del presidente argentino Perón a su colega paraguayo Chaves–: “Chakeko la ñande chaví, ko’aga ñande perôma avé”. Más cercano en el tiempo, está el caso del dibujante Porfirio Bustos, que sufrió un confinamiento en una unidad militar en el interior del Chaco por realizar una caricatura que ofendió al jefe de Policía. Esos riesgos, los hemos corrido personalmente, allá por junio de 1983, cuando fuimos a parar con nuestros huesos a las mazmorras del régimen stroessnerista por haber realizado unos dibujos que fueron considerados subversivos. Hoy hasta parece un chiste, pero, en su momento, el episodio tuvo ribetes dramáticos. Uno de los muchos medios utilizados por el hombre para provocar la risa ha sido el de la deformación y la ridiculización. Cuando estas exageraciones y burlas adquieren forma impresa, nace la caricatura. Una representación gráfica, en la que se deforman al extremo los rasgos de una persona, situación o idea, con intención humorística y crítica. Si bien tiene lejanos antecedentes, fue tomando cuerpo durante el Renacimiento y la Reforma, pero fue a partir del siglo XVIII, que fue adoptada como vehículo preferente de la sátira política y social. Llegó a alcanzar gran difusión y popularidad, gracias al desarrollo de las modernas técnicas de reproducción y el auge de las publicaciones periódicas. Las guerras de religión y los acontecimientos políticos que sacudieron a Europa, durante los siglos XVII y XVIII, constituyeron campo propicio para el dibujo satírico, que empezó a difundirse con las primeras publicaciones del género. Con la edición de diversas revistas satíricas y de humor, entre los siglos XIX y XX, además de la difusión de los diarios y el desarrollo de las modernas técnicas de reproducción, como la litografía o el fotograbado, la caricatura y el dibujo humorístico alcanzaron enorme florecimiento, prolongado después en formas paralelas de expresión, como las populares tiras cómicas e historietas. En la segunda mitad del siglo XX, la caricatura alcanzó enorme popularidad en Latinoamérica, sin haber diario o revista que no contara con algún dibujante que satirizara y ridiculizara los sucesos de la vida política y social. Días iniciales de la caricatura en el Paraguay La caricatura es una de las formas gráficas que la gente elige para expresar y comunicar determinados mensajes, con mayor efectividad que otros medios. En el Paraguay, en momentos en que todo el país vivía situaciones trágicas, durante la guerra de la Triple Alianza, como un remedio ante ingentes desgracias, los artistas eligieron este género para levantar la moral de los combatientes y del pueblo en armas. Así nació la historia de la caricatura paraguaya. Alguien dijo alguna vez, que para entender el mensaje de los humoristas de otras épocas, “es necesario conocer sus motivaciones y su entorno, y para ello habrá que ir pasando revista a la situación política y social de esos periodos, lo que no siempre resultará divertido”. En nuestro país, el humor gráfico por medio de la caricatura se originó durante la guerra contra la Triple Alianza. La alta tasa de alfabetización característica de la época de los López, permitió la creación de una prensa combativa utilizada como instrumento de moralización, propaganda y adoctrinamiento, además de servir como eficaz medio de información, a tal punto que llegó, según el crítico Ticio Escobar, a “constituir un arma más de lucha”. Por el uso intensivo de la imprenta, comenta el escritor Chiavenatto, “era común que los simples soldados paraguayos estén mejor informados sobre la guerra que los mismos oficiales brasileños”. Los paraguayos aprovecharon muy bien la prensa de la época. El periódico El Semanario de Avisos y Conocimientos Utiles se convirtió en órgano de prensa combatiente ya en vísperas del conflicto. Pero, como era un medio serio y conservador, conservó durante toda su existencia un tono diferente al que tendían los que aparecieron después y a propósito para la misión para la que fueron creados. El 25 de abril de 1867 apareció el primer número de El Centinela, periódico autodefinido como “serio-jocoso”. Unos días después, el 1 de mayo de 1867, aparece otro periódico de carácter mordaz: Cabichu’i. Ambos periódicos, dice Escobar, “desarrollan un estilo popular y directo, una imagen expresiva y clara y un típico humor paraguayo a través de ágiles artículos, comentarios y versos escritos en guaraní y castellano, y de grabados de humor ácido y picante”. El propio El Centinela se encargó de describir la forma de periodismo desarrollados por los preridicos de entonces: “El grave y veterano Semanario está con los cañones de alto calibre. El Centinela maneja la artillería volante y el Cabichu’i recorre los campamentos y sin cesar hostiliza al enemigo con sus rifles y punzantes aguijones”. El grabado apareció en el Paraguay durante la experiencia gráfica de los jesuitas, en el siglo XVIII, utilizándose preferentemente la xilografía, o sea, por medio de una matriz de madera. En la época independiente, reapareció en las ediciones de la revista Aurora y tuvo como autor al grabador francés Charles Riviere, llegado al país hacia 1854, quien formó la primera escuela de dibujo litográfico. Durante la Guerra de la Triple Alianza, la ilustración de los periódicos se hicieron por medio de xilograbados, los que constituyen en sí una importante expresión de la práctica visual en nuestro medio y en el mismo ámbito americano. Los periódicos de trinchera actuaron como órganos de apoyo a la moral de los combatientes: hacían hincapié en las victorias del ejército nacional y minimizaba el poder del enemigo. Tanto los dibujos como los textos buscaban ridiculizar al enemigo y levantar la moral de los combatientes. Los artistas que ilustraron estos periódicos de trinchera demostraron un obstinado sentido del humor aún en los momentos más trágicos de la guerra. Es sorprendente la calidad visual y la cualidad comunicativa de las ilustraciones de aquellas hojas, pues, que se sepa, solo uno de los ilustradores, el sanlorenzano Saturio Ríos había realizado estudios de arte en el exterior. Los demás fueron autodidactas e improvisados, aunque parece ser que en nuestro medio había una larga tradición de xilografía, que venía de la época de los talleres jesuíticos. Además del mencionado Ríos, herederos de esta tradición fueron los nombres de artistas como Francisco Ocampo, Ignacio Aquino, Juan Bargas, M. L. Colunga, Juan José Benítez, Gregorio Cáceres, M. Perina, Baltasar Acosta, el sargento Fulgencio Godoy y Francisco Velasco. Estos héroes, con sus gubias y buriles en una mano y sus fusiles en la otra, grabaron sus propias ilustraciones o las diseñadas por artistas como Aurelio García, Saturio Ríos o el italiano Alejandro Ravizza. Muchos de estos artistas sucumbieron a la guerra, otros sobrevivieron, como Saturio Ríos y fueron protagonistas de la reconstrucción nacional, en diversos ámbitos del quehacer nacional. Política y humor Según otro estudioso del humor gráfico,–Macaulay–, “la única historia veraz de un país reside en sus periódicos humorísticos”. En cierto grado esta es una verdad. En cierto grado, porque hay que tener en cuenta que si bien las sátiras y caricaturas transmiten parte de la verdad, también hay que considerar que muchos humoristas antepusieron su apasionamiento o su militancia política a toda otra consideración. Son algo así como guerrilleros literarios. O gráficos, en nuestro caso. Según el argentino Ernesto Morales, “al estudio que supone todo análisis de la crítica, el guerrillero literario lo sustituye con la improvisación. Lo estivo y lo mordaz son sus armas. El ingenio y la gracia prodigados en las mil y una charlas de café se hallan igualmente en la guerrilla literaria, su prolongación”. Por eso, el argentino Alberto Palcos aconsejaba que al humor “se debe, desde luego, seguirlos con alerta espíritu crítico y destilar de su fondo la partícula áurea de la verdad, sin olvidar que el humor –más allá de sus excesos– nos brinda un testimonio humano sobre los hombres que forjaron nuestra nación, el cual no nos debe escandalizar ni debemos desechar. El humor es eficaz medio para devolver a las figuras históricas su sustancia vital, pues le devuelve a su verdad cabal, a la palpitación dramática de sus almas y la azarosa predestinación de sus vidas. Ya lo decía Oscar Wilde: “La vida es una cosa demasiado importante para que pueda hablarse siempre de ella con seriedad” y, según Massimo Bontempelli, “El humorismo es el único medio de no hacerse tomar en serio aun cuando se digan cosas serias, que es el ideal de los escritores”. Por eso, Sacha Guitry afirmaba que “el humor es una de las virtudes capitales” del ser humano. El motivo político y social, el humor y la sátira, presentes en la cultura popular irrumpen en el periodismo paraguayo a principios del siglo XX. Algunos de los primeros ejemplos de esta modalidad periodística en nuestro medio lo constituyen publicaciones como Rojo y Azul, de Rufino Villalba; o Cri-Kri, en las que se publicaban caricaturas anónimas, aunque, en algunas ocasiones firmadas con seudónimos, como Yak, Caronte, Zas, Cri-Cri o casualmente por reconocidos artistas como Héctor Da Ponte. Nombre para los trazos Sin duda, el más destacado de los caricaturistas de principios del siglo XX, fue Miguel Acevedo, nacido en Villa Florida, Misiones, el 6 de abril de 1890. Inicialmente simple copista, rápidamente evolucionó su técnica y su creatividad. Es recordada su exposición de 1913, con caricaturas de importantes figuras intelectuales, políticas y artistas de la época. De esa manera se hizo conocer y, poco después ya era reclamado por publicaciones como la revista Crónica y algunos periódicos. No solo el arte le movía a Acevedo, sino también el periodismo. Fundó la revista Tipos y Tipetes, que, según Ticio Escobar, “constituye un caso insólito dentro de la historia del periodismo latinoamericano”. La revista constaba de ejemplares únicos, “cuidadosamente escritos y dibujados a mano durante años, que circulaban de mano en mano y volvían luego al archivo del autor”, en la que manifestaba “fundamentalmente la inquietud por el ámbito de la política nacional y los grandes temas internacionales del momento encarados con desenfado y valentía”. También se ocupaba la revista de otros temas más cotidianos, caricaturizando personajes de la cultura, mofándose de la moda o tratando con seriedad no pocos temas “siempre atento a todo lo que sucede en su tiempo que él (Acevedo) capta con agudeza y expresa con imaginación”. En 1914 obtuvo una beca para estudiar en París, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial interrumpió sus estudios y tuvo que volver al país. A poco de regresar, falleció el 5 de diciembre de 1915. Otro importante caricaturista de una época inmediata fue Juan Ignacio “Chuchín” Sorazábal (1902-1944), cuya obra ilustró periódicos y revistas como El Diario, La Palabra (anarquista) o Juventud y Alas, y quien llevó, siempre según Escobar, el género satírico “a un alcance mayor y más rico que el del retrato caricaturesco”, manifestando una “notable agudeza para la captación de la coyuntura sociopolítica y su expresión pronta y certera”. Sorazábal entró a trabajar como dibujante del Departamento de Obras Públicas, antecesor del actual Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones. En 1928 realizó un admirable mapa del Chaco, sobre apuntes y bocetos del general ruso Juan Belaieff, y fue de suma utilidad durante la guerra con Bolivia. Como dibujante trabajó en El Diario, donde su sentido del humorismo permitía a su sagaz espíritu de observación guiar diestramente su lápiz en la captación del carácter y traducirlo en rasgos definitorios. Otro medio periodístico que contó con su arte fue la revista Juventud, para la cual fue lo que Acevedo para Crónica. A este siguió la revista La Palabra, publicada a fines de la dédad del ‘’20. Pero, los negros nubarrones que se cernían sobre el país, le tuvieron como destinatario de su furia: Los sucesos del 23 de octubre de 1931, le llevaron al exilio. Muchos se alegraron con su alejamiento: los arribistas reptantes y trepadores, los advenedizos, quienes, implacablemente sentían los dardos de la ironía de Chuchin. Solo años después, efímeramente, pudo volver al país, allá por 1936. En Buenos Aires es recordada su actuación en el diario Crítica, pero lo mejor de su producción está en las cosas que le inspiraron siempre: la gente de su patria y los hechos cotidianos: las escenas en canchas de bochas, domingos de fútbol, muchedumbre en el zoológico, además de la realización de historietas y hasta un libro de lecturas para niños. Además de caricaturas, realizó numerosas láminas de motivos típicos paraguayos. “El tratamiento de la imagen relacionada con la inmediata coyuntura local e internacional –dice de su obra Escobar– demuestra una aguda sensibilidad para caricaturizar en forma rápida y enérgica las agitadas situaciones de la coyuntura, su tono cortante y directo, agresivo muchas veces, audaz siempre, produjo una de las más originales interpretaciones gráficas de la escena política paraguaya”. Falleció en Buenos Aires, en 1944, trabajando vigorosamente hasta el final. Sorazábal fue uno de los grandes de la plástica paraguaya, con su nombre vinculado difícil género del retrato y la caricatura. No queda atrás Andrés Guevara (1904-1964), quien además de cultivar el género pictórico tuvo una ingente producción como ilustrador gráfico, y cuya obra la desarrolló preferentemente en el extranjero (Argentina, Brasil, Chile y Colombia). Nacido en Pilar, se inició en la caricatura hacia 1920. Al año siguiente viajó a Buenos Aires, donde desarrolló su arte, convirtiéndose en iniciador de un nuevo estilo en la caricatura, sobre bases cubistas. Trabajó en importantes periódicos como Crónica y Clarín –fue el diseñador del logotipo de este diario y llegó a ocupar la subdirección–. La Segunda Guerra Mundial y la escasez de materiales le llevó a crear un nuevo estilo periodístico. La diagramación de guerra impuesta por Guevara en la prensa porteña sobrevivió al tiempo y es utilizada hasta hoy, porque el poder de síntesis, frente a las noticias “sábanas “ y títulos rimbombante de antaño, creó un nuevo tipo de lector: el apurado, el que quiere interiorizarse de todo en el menor tiempo posible y con la menor cantidad de adjetivaciones admisible, según señal alguien que lo conoció de cerca: el periodista Guillermo Ares. Debido a la guerra, Guevara inventó la diagramación de guerra o económica, que consistía en calcularlo todo porque no alcanzaba el plomo, no se conseguía zinc, no había cobre ni antimonio, faltaban ácido y drogas para los fotógrafos y los fotograbadores. Fue contratado por periódicos brasileños, chilenos y colombianos para organizar gráficamente y a hacer maravillas como dibujante, caricaturista, periodista y creativo. Fue le pionero en imponer nueve columnas por páginas para los periódicos grandes y seis para los tabloides. Acevedo, Sorazábal y Guevara es el trinomio de oro del arte caricaturesco paraguayo. Sus nombre son hitos ineludibles. Pero también existen otros nombres más recientes, como el caso del más veterano de los caricaturistas compatriotas, Fiorello Botti, de larga y proficua actuación en la prensa paraguaya (fallecido en 2010). A su nombre hay que sumarlo el del argentino Guglliota, que actuó en revistas y periódicos allá por la década del 60. En los años setenta se destacó “Tata” Ferreira, cuyos dibujos ilustraban una página entera de la revista dominical de ABC Color, con viñetas de actualidad y que constituían verdaderas críticas a situaciones y cuestiones cotidianas. Por su parte, Porfirio Bustos “democratizaba” el acceso a los secretos del retrato y la caricatura en programas televisivos en el único canal de entonces. Posteriormente otros nombres se sumaron a la lista de caricaturistas, como los de Chester Swan, Nicodemus Espinosa, Mario Casartelli, Carlos Sosa, Enzo Pertile, Melky, Chris Beck, entre otros, quienes con su arte lo ven todo de tal manera que –como dice Fernán Félix de Amador– “nada escapa a su ojo avizor: el hecho anecdótico, el episodio cómico, el personaje engolado o el pobre diablo. Es el comentarista por excelencia de la vida de sus contemporáneos; el espectador por antonomasia y el testigo fiel de toda una época. Pero además, suele ser por sí mismo creador, padre de entes populares, cuya peregrina ficción acaba por convertirse en realidad ponderable y hasta servir de modelo y figura para la determinación de tipos y caracteres humanos”.
Posted on: Fri, 06 Sep 2013 11:03:28 +0000

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