Había algo en el dadaísmo, ahí, a principios de Siglo. Pensá en ese manifiesto de Tzara, en donde se contradice párrafo con párrafo, para sostener que en realidad su proyecto es el no proyecto; en donde se mufa descarada y nihilistamente de los proyectos e, incluso, del manifiesto como género que da cuenta de un proyecto artístico. Digo, ya ahí, en ese epítome de la modernidad que fue la vanguardia, había algo diferencial entre dos vanguardias. Por un lado, la necesidad de contradicción en Dada, por el otro, el plan de acción del surrealismo -que luego devino en escándalo de adhesión al partido. Son dos formas de proceder, bastante diferentes, con el arte. Una, la del rebaño sin pastor, puro movimiento, o, en todo caso, cuyo pastor es plural. La otra, la del rebaño con un pastor incuestionable, que te escribía un manifiesto en contra si ponías en duda su causa revolucionaria. Y sin embargo, a pesar de esas enormes diferencias, entre un proyecto y un no proyecto, uno tiene la impresión, cuando lee, por ejemplo, Los 25 poemas de Tzara y algunos de los poemas de Bretón, que escribían casi lo mismo. Es más, por eso mismo, Breton no puede atacarlo livianamente a Tzara en el segundo manifiesto, al punto de que lo eleva. Digamos que son dos modos de practicar el arte dentro de un mismo sensorio. ¿Pero acaso esas dos prácticas no tienen en sí mismas la potencia política del arte como diferencia de sí mismas? Se trataría de una diferencia más allá y entre lo textual, una diferencia elaborada como práctica más allá y desde el texto. Y en relación con esto, pienso en los hilos invisibles de dadá, en su progenie, y en la del surrealismo. Hay diferencias evidentes, hay un plus en la progenie de dadá que no está en los seguidores del surrealismo: se llama lo abierto, lo no sistemático, lo performático por sobre el proyecto o la obra. El riesgo frente a la certeza tranquila sobre lo que se debe hacer.
Posted on: Fri, 13 Sep 2013 15:47:56 +0000
Trending Topics
Recently Viewed Topics
© 2015