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Hace meses que no hablo de mi primer trabajo profesional, la antología de relatos de terror "DESDE LAS ENTRAÑAS", premiada hace un año en un certamen literario organizado por la editorial Seleer y la web Athnecdotario Incoherente; así que hoy voy a hacerme un poquito de autobombo, si os parece. Os dejo con un trocito del primero de los relatos que componen el libro, "El aullido de Lobo". Temática Z con miserias humanas. Espero que os guste y os anime a conocerlo en su totalidad, al igual que el resto de la antología. Un saludo, criaturas. "Decían aquellos que se habían topado con niños muertos que, si sus precarias fisionomías se lo permitían, parecían a cierta distancia niños normales. Es decir, vivos. También decían aquellos que habían sobrevivido a un encuentro con esas malas bestias que, si te cargabas a un niño podrido, ya podías enfrentarte a lo que fuera, ya que aquello resultaba ser una prueba de fuego excelente para medir el grado de cojones que tenías y el poco corazón que te faltaba. A Martín no le hacía faltar vérselas con ninguna de esas criaturas para saberlo. Ya se lo demostró aquel día a su mujer y su hijo. Que era un puto cobarde y un miserable. Dios… Alumbró primero sus piernas mugrosas y descarnadas, como si una jauría de perros rabiosos se hubiera ensañado con ellas; lo siguiente, una faldita desgarrada y llena de manchas. Estaba a punto de echar a correr hacia la puerta, cuando unos extraños cordones que colgaban del brazo de la criatura llamaron poderosamente su atención. No puede ser… Eran tendones lo que se suspendían del muñón tumefacto en el que acababa su bracito. Sin querer, la impresión hizo que levantara la linterna todavía más, y fue cuando se topo con la cara de la niña. Le faltaba la mitad del rostro, así como bastantes mechones de pelo. No tenía ojos, solo cuencas vacías en medio de hileras de arañazos. De sus labios menudos y negros como sanguijuelas, comenzó a rezumar una especie de baba cuando el resplandor la cubrió. No le dio tiempo a saber si el gatillo se había atascado o si el dedo no le respondía porque, de repente, la niña despegó su boca de miniatura y comenzó a berrear de forma espantosa. —¡¡¡RRRRRRRRR!!! —¡Mierdaaa! Martín retrocedió por instinto hacia la pared. La reacción hizo que los dedos de su mano se cerraran y que el arma se disparara de repente. Sintió algo fino que caía sobre su pelo, y no supo por qué demonios imaginó que eran pedazos de los barrotes. Cuando recuperó el pulso firme de su linterna, algo la golpeó con fuerza e hizo que se le cayera de la mano. Se agachó a recuperarla por inercia en medio de la oscuridad, sintiendo cómo la niña podrida agitaba el aire a zarpazos sobre él. Chillaba salvajemente y extendía su única mano para intentar atraparle. —¡¡¡GRAARRRRR!!! —¡No me jodannn! —fue el grito de sorpresa del mexicano tras echar la puerta de la entrada a un lado y toparse de lleno con la singular escena. Lobo había acabado de inspeccionar los alrededores de la casa armado con su viejo bate de aluminio y se había acercado a la entrada principal para curiosear. Haber salido de escolta del cagón aquella noche y abandonar la seguridad del Refugio por hacerle un favor a Cristina, por muy buena que estuviera la chica, no había sido en realidad de su agrado. Si al final no le hubiese convencido el Gordo, en ese momento estaría tumbado a la bartola al calor de la hoguera, contándole a los niños historias escabrosas acerca de sus cacerías de podridos. Pero así, con semejante plato en la mesa, esa velada cobraba algo más de sentido. Ya tendría otra batallita anotada en su haber para narrar a los muchachos; eso sí, edulcorada de muchas palabrotas, maldiciones y detalles que harían sorprenderse a la chiquillería y que no dejarían en muy buen lugar a su querido Martín. La puerta principal estaba entreabierta. “Torpón…” Cuando quiso asomarse a echar un vistazo, escuchó primero los gritos, y después, el disparo. Parecía que el muchachito estaba en serios problemas. Tal y como él había imaginado que sucedería. Sin quererlo, le deslumbró con su linterna cuando este andaba a gatas por el suelo buscando la suya que, al parecer, había perdido. “¡Qué maricón!”. Pero la torpeza del pendejo no era el problema, sino la mijita podrida que chillaba como una posesa, atorada entre los barrotes de la barandilla de las escaleras. Podría haber captado su maldito olor a kilómetros. Todo el lugar apestaba. En ese instante, Lobo sonrió. Tenía dos buenas razones para ello. Una, porque iba a salvarle el pellejo al “machito” y podría así recordárselo siempre para burlarse de él. La otra, porque iba a aprovechar la coyuntura para darle unas buenas zurras a esa andrajosa maloliente y se lo iba a pasar muy, pero que muy bien. Él era uno de esos tipos “con cojones” que se había cargado a unos cuantos niños muertos que caminaban. Si por error o descuido también se había llevado por delante a niños vivos, ya era otra historia. —¿Qué estabas tramando, wey? —le increpó al verlo arrodillado—. ¡Vamos, alúmbrala ahorita! Lobo pasó como una exhalación frente a la linterna de Martín aullando como un maníaco. —¡AUUUUU! Martín se incorporó de inmediato y enfocó hacia arriba. El mexicano había subido las escaleras de forma precipitada. Aún le dio tiempo a estremecerse unas décimas de segundo más con el rostro desfigurado de la niña cadáver, antes de que un golpe seco lo partiera en dos y una lluvia grumosa de sesos y líquidos fétidos le salpicara en la cabeza. Le sobrevino una arcada antes de que le diera tiempo a pensar sobre ello. —¡AUUUUU! Mientras vomitaba, pudo escuchar muchos más aullidos y chasquidos que no hicieron sino alimentar su odio hacia Lobo. —Dime una cosa, cabrón… —le inquirió cuando se repuso y volvió a incorporarse—, ¿te hubieras ensañado igual si esa pobre desgraciada hubiera sido tu hija?" amazon.es/Desde-las-entra%C3%B1as-ebook/dp/B009WWJ0E4/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1374912957&sr=8-1&keywords=desde+las+entra%C3%B1as
Posted on: Sat, 27 Jul 2013 08:18:18 +0000

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